“Los del monte”: “Héroes” destronatos / “bandidos” perseguidos y supervivientes acorralados. Lectura de la guerrilla antifranquista: Luna de lobos y Maquis como paradigmas.

José Manuel López de Aviada
Universidad de Berna
CUADERNOS PARA EL AULA DE ESPAÑOL
C. DE EDUCACIÓN, Nº 12 agosto 2009

Leyendas de huidos
Quienes procedemos de una cultura campesina por haber nacido y crecido en una aldea de alta montaña de la Cantabria de posguerra, en la que la oralidad tenía todavía plena vigencia,
conservamos recuerdo vivo de esa marcada experiencia de la intrahistoria o memoria colectiva de una comunidad aún muy distante de la llamada postmodernidad. Y ello era así porque los niños podíamos seguir las conversaciones de los mayores durante las prolongadas tardes y veladas invernales en que hombres y mujeres se reunían en las cocinas, galerías, solanas y colgadizos para “charlar y hacer labores”. Las mozas y las madres cosían, bordaban o hacían punto; los hombres trabajaban la madera y fabricaban almadreñas, yugos, muebles, arados, carromatos. En esas largas reuniones o tertulias (me refiero a los últimos años de la década de los cuarenta y a la primera mitad de la siguiente) se contaban historias y recitaban romances o cantos como en tiempos inmemoriales. Las andanzas de los hombres del monte eran argumento frecuente en las conversaciones, en general arropadas por un halo misterioso y diluidas en un clima emocional y unas circunstancias levemente transgresivos. Pertenezco, por tanto, a la última hornada de niños españoles que escucharon casi a diario historias y leyendas – con frecuencia fantásticas e incluso inverosímiles – durante el breve pero transcendente tiempo de la niñez, anterior al aprendizaje de la lectura. Mi experiencia de lo imaginario nace por tanto de la mano de la oralidad y es anterior al acceso autónomo a la lectura. Las historias de «los del monte» versaban siempre sobre la partida de «Juanín», un paisano legendario que según contaban mantenía en jaque a los
destacamentos de guardias civiles que merodeaban por la zona con el mandato perentorio e irreversible de poner fin a los «desmanes de los bandidos». Los niños de las aldeas comprendimos pronto que las conversaciones sobre los «huidos» eran secreto de guardar, sobre todo en la escuela y en la clase de catecismo: el maestro y el sacerdote se referían a los del monte con los mismos términos infamantes que el periódico capitalino falangista Alerta; en el diario eran frecuentes las crónicas sobre los huidos, para los que se reservaba preferentemente cinco apelativos: forajidos, bandidos, bandoleros, delincuentes y terroristas. Mucho después he tenido noticia de las razones: un Decreto de la Dirección General de seguridad de 11 de abril de 1947 prohibía el uso de los términos guerrilla, maquis o guerrillero, y ordenaba para los comunicados externos e internos los términos de forajidos, bandoleros, o bandidos.

Un documental sobre «Juanín»
Juan Fernández Ayala, alias «Juanín», paradigma del guerrillero, nació en Potes (Cantabria), en noviembre de 1917, pero creció y vivió en una aldea cercana, Vega de Liébana, donde murió tiroteado el 24 de abril de 1957. Cantero de profesión, ingresó en las Juventudes Socialistas en 1935, y participó desde el comienzo de la guerra civil en las filas republicanas. En 1937, tras la cruenta ofensiva sobre Santander desde el suroeste y el sur (el puerto del Escudo fue el escenario triste de miles de muertos, lugar donde un batallón italiano protegido por un techo de casi cien aviones libró una de las batallas más empecinadas), fue encarcelado y condenado a pena de muerte, conmutada luego en doce años de cárcel, gracias a los buenos oficios de un magistrado lebaniego y de un hermano suyo, militante y camisa vieja de Falange2. En 1943, tras casi seis años de prisión en los horrorosos locales de Tabacalera santanderina (habilitada, como muchos otros inmuebles públicos, para tales fines), primero, y en las cárceles levantinas, después, fue destinado a los trabajos de reconstrucción de su villa natal, que había sufrido un desolador incendio. En su nuevo destino tenía que presentarse una vez por semana en el cuartel de la Guardia Civil, donde los agentes, alentados por los falangistas y mandamases locales, le torturaban so pretexto de sacarle información sobre Socorro Rojo Internacional, organismo que reunía y distribuía fondos destinados a los presos políticos. El 21 de julio de 1943, día de la fiesta del pueblo, puso fin con un pasodoble (era muy aficionado al baile) a una larga reflexión sobre una insoportable situación y se echó al monte. Era una decisión de marcada motivación política, en sintonía con su evolución ideológica, su ingreso en el PCE y su destacada participación en la agrupación de guerrilleros. «Juanín» fue el huido más buscado en la posguerra cántabra y por el que se ofrecía mayor recompensa.

Recientemente se ha rodado un documental sobre el guerrillero, dirigido por Alfonso Domínguez y presentado por Manuel Gutiérrez Aragón, director de la película El corazón del bosque. Forma parte de una serie de cinco documentales reunidos en dos DVD bajo el título La memoria recobrada. La primera parte del segundo documental está dedicado a «Juanín» y Bedoya, su compañero de los últimos años; la segunda a los lugares en que se desarrolla la trama de la novela Luna de lobos (1985), de Julio Llamazares, y se rodó la película homónima dirigida por Sánchez Valdés (1987). Las páginas que siguen versan sobre la parte dedicada a «Juanín» del documental Los del monte, sobre el papel pionero de Luna de lobos en la recuperación del motivo del maquis y su función de hipotexto de Maquis (1997), la segunda novela de la trilogía de Alfons Cervera. Antes, sin embargo, se imponen unos apartados sobre las guerrillas antifranquistas, el silencio oficial sobre esa lucha y la presencia del maquis en la literatura y el cine.

Tergiversación desde el silencio La lucha antifranquista del maquis fue, desde el comienzo mismo, silenciada por el régimen, que agotó las posibilidades a su alcance para que las informaciones que difundían los medios de comunicación (radio y diarios, sobre todo) estuviesen convenientemente tergiversadas y fuesen a todas luces incompletas. El Partido Comunista Español en el exilio también trató de minimizar y borrar de sus anales y de su historia oficial la presencia de los guerrilleros, pese a que pocos meses después de la derrota del 1 de abril de 1939 eligiese la lucha armada como vía idónea para derrocar a la dictadura franquista3. En las filas mediados de 1943) que las democracias europeas restaurarían la República, una vez derrotados Hitler y Mussolini. Los anarquistas, por su parte, daban prioridad a despejar disputas y zanjar contiendas internas y las desavenencias ideológicas de los dirigentes. A ello se suman otras razones de peso para la investigación: a) la naturaleza del fenómeno guerrillero y su movilidad permanente implican que la documentación sea escasa o incluso, en algunos casos, inexistente; b) las dificultades creadas y las cortapisas puestas a los estudiosos a la hora de consultar determinados archivos; c) la destrucción (a veces sistemática) de materiales por parte del bando vencedor; y d) hasta hace poco, la prohibición de acceso a investigadores «indeseados» a los archivos de la Guardia Civil, de las cárceles, de las auditorías militares y de los gobiernos civiles (entre otros). Así se explica que el estudio crítico y documentado de la guerrilla antifranquista estuviese condenado al silencio y al olvido hasta muy entrada la década de los ochenta (no es una casualidad que la primera monografía relevante se deba a un estudioso extranjero, Hartmut Heine). Si a lo dicho añadimos los pactos cerrados en los comienzos de la transición y el deseo explícito de algunos protagonistas de silenciar determinados aspectos incómodos (y con frecuencia delictivos) de ese «lejano» pasado, apelando al miedo, al peligro de volver a las andadas, al supuesto sinsentido de reabrir heridas cicatrizadas que retrasaban la reconciliación, etc., comprenderemos la escasa presencia del tema en la literatura y la cinematografía entre 1975 y 1995. Dice bien Secundino Serrano cuando observa que se perseguía una memoria que convirtiese el consenso en “un signo de verdad” que permitiera a los “franquistas legitimar el botín material y, sobre todo, simbólico conquistado durante la dictadura. […] Como si hubiera que relegar a lo más recóndito de la memoria – ahora convertida en material de derribo – las enseñanzas del manipulación de la historia y su utilidad como factor cardinal para la construcción del presente.” (Serrano 2001: 19). Por lo demás, tampoco escaseaban los que argumentaron que los maquis no merecían mayor atención, puesto que había sido un movimiento marginal y el número de sus integrantes, considerado en términos absolutos, escaso. Entre tanto disponemos de un buen número de calibradas y minuciosas monografías que estudian las guerrillas antifranquistas a escala regional o incluso local; por ellas sabemos que los enlaces detenidos fueron alrededor de 60.000

La guerra silenciada
La censura franquista no logró impedir que se filtraran noticias y que la prensa publicase información sobre los guerrilleros que combatían la dictadura. Fue una lucha desigual y una guerra de exterminio y sin cuartel por parte del ejército de los generales golpistas, primero, y la Guardia Civil, después; una guerra que en no pocos lugares de la zona nacional se libró desde el comienzo de la contienda, a contrapelo de las victorias de los generales facciosos, que llegó a su cenit con la desesperada invasión desde Francia y por el Valle de Arán en octubre de 1944, operación que pronto se revelaría equivocada y desastrosa. Las guerrillas se fueron desangrando y extenuando paulatinamente en los oscuros meandros de la posguerra, en los preámbulos de la guerra fría y en las deslealtades, el pragmatismo político y las insolidaridades con la causa republicana de las potencias occidentales que derrotaron a las fuerzas del Eje, antaño aliadas naturales de los vencedores de la Guerra Civil. Y, sin embargo, la actuación de las guerrillas constituyó, durante algunos años, uno de los acontecimientos de mayor peligro para el régimen, incrementado por sus tensas relaciones con Francia, país desde el que penetraban en España los maquisards, decididos a reanudar las batallas que habían librado en las filas de la Resistencia francesa contra el nazismo alemán. Sin embargo, aunque el terminus a quo comience en octubre de 1944 con la desesperada invasión del Valle de Arán y el terminus ad quem se cierre en 1948, cuando el Partido Comunista abandona a los guerrilleros supervivientes a su propia suerte, la renuncia oficial no se concretó hasta 1952. Así se explica que la ofensiva guerrillera llegase a sus cuotas máximas en los años 1945-1946 y comenzara a menguar y a desmembrarse como consecuencia de la contundente respuesta del régimen, que aumentó considerablemente la dotación de guardias civiles con ánimo de aniquilar las partidas de guerrilleros y llevar la represión5 interna al máximo de sus posibilidades. Por lo demás, el aislamiento del régimen culminó con la condena de la ONU en 1946 y el cierre de la frontera francesa por iniciativa del gobierno galo. Marie-Claire Chaput (2003) ha estudiado la imagen que la prensa de esos años daba de las guerrillas al hilo de los dos principales diarios de la época, ABC y La Vanguardia. Sus conclusiones confirman lo consabido: a) la representación de la guerrilla se inscribe en el “discurso general de demonización” de la II República; b) dado que la invasión del Valle de Arán no podía hallar respaldo suficiente entre la indigente y asolada población local, la prensa lo interpretó como prueba de la adhesión de la población al régimen y de la eficacia de la Guardia Civil y del Ejército; c) los guerrilleros habían sido degradados a un papel de bandidos y “asesinos de la peor ralea” (6), subrayando su ideología comunista, aspecto éste de relevancia capital, puesto que permitía “situar la lucha contra la guerrilla dentro del marco de la guerra fría.”

Desde el lado francés la situación tampoco era alentadora: la prensa francesa se ocupó poco de los maquis o guerrilleros españoles que operaban en España, ocupada como estaba en los asuntos propios (la II Guerra Mundial aún no había terminado) y en la gran política internacional. Conseguir informaciones fiables de lo que pasaba en España era un cometido casi ilusorio. Y aunque al terminar la II Guerra Mundial el gobierno francés estuviese integrado por una coalición de partidarios del general De Gaulle, socialistas y comunistas y republicanos (demócrata-cristianos) pertenecientes al Movimiento Republicano Popular y el PCF fuese el primer partido (con un 25% de los votos), en 1950 la guerra fría llegó a su momento culminante con la guerra de Corea. En junio, el Ejército de Corea del Norte invadió el Sur, en cuya defensa acudió la ONU y cuyas tropas, dirigidas por el general MacArthur, libraron combates feroces contra los invasores del norte, apoyados por la China de Mao y la UdSSR de Stalin. En 1947, Francia pudo beneficiarse de la ayuda del Plan Marshall, y los ministros comunistas tuvieron que abandonar el gobierno. Sabemos por Natacha Lillo que, excepción hecha de Le Monde y L’Humanité, la prensa francesa apenas dedicó espacio a la guerrilla española en 1946. Sin embargo, el 2 de febrero, el diario Front National anunció en primera página una encuesta inédita del periodista Jean Durkheim sobre los maquis españoles, aparecida entre el 6 y el 18 de febrero. Se trataba de un amplio reportaje en primera plana y en la página 2 sobre las actividades de los maquis en el norte de España (Cantabria, Asturias y Galicia). En las entregas, tituladas “La marche du maquis contra Franco”, Durkheim relataba con lujo de detalles las principales actividades, desde los ataques de los guerrilleros a destacamentos de la Guardia Civil a las operaciones de secuestros para conseguir fondos, de los sabotajes contra las centrales eléctricas a las operaciones punitivas contra miembros de la Falange. También daba abundante información sobre la organización de los guerrilleros, el apoyo de los familiares, los enlaces en los pueblos y otros aspectos menores; pero lo más significativo en el plano político era que la serie revelaba a los lectores franceses la existencia de los combatientes en el norte de España. El gobierno de Franco protestó oficialmente ante el gobierno francés y el director de la Agencia Francesa de Prensa exigió a Durkheim que se diese de baja de la corporación, exigencia que motivó una petición en su favor por parte de los intelectuales y periodistas franceses. Pocos días después, el 22 de febrero, se supo que Cristino García Granda y once compañeros más habían sido fusilados en Madrid, acontecimiento que en Francia generó un gran movimiento de solidaridad (García Granda había sido teniente coronel de las fuerzas francesas y condecorado con la Legión de Honor por haber organizado importantes acciones de los maquis en el sur de Francia). L’Humanité publicó en primera plana un largo editorial de André Marty (ex comandante de la sede de las Brigadas Internacionales de Albacete) que revelaba la existencia de los maquis en toda España: Natacha Lillo ha aportado datos reveladores en su breve trabajo (en el que me apoyo y de donde proceden las citas en francés) sobre la operación policial Bolero-Páprika, nombre enigmático que nunca apareció en la prensa francesa, pero sí en los archivos del Ministerio del Interior francés: en septiembre de 1950, fueron detenidos 288 comunistas en sus domicilios; la mayoría de ellos eran refugiados españoles, el resto polacos, soviéticos y de otros países del Este de Europa, además de 13 comunistas italianos. La operación tenía el objetivo de desmantelar la llamada quinta columna soviética en Francia. En septiembre, el diario de mayor difusión, France soir, publicó una serie de artículos alarmistas; el texto que sigue lleva fecha del 10 de septiembre de 1950:
Les guérillas n'ont jamais cessé depuis 1939. Mais, depuis l'insurrection nationale en France, depuis l'écrasement du nazisme par les armées alliées, depuis l'enlèvement de Berlin par l'Armée Rouge, elles atteignent une ampleur considérable. Franco prétend que c'est au voisinage de la frontière française que se produisent les troubles. Mensonge, c'est l'inverse: c'est à l'ouest de la ligne Oviedo-Madrid- Almeria, c'est-à-dire dans la zone occupée par Franco depuis 1939 que les guérillas sont les plus actives et couvrent un tiers de la surface du territoire. Voici deux mois, dans la province de Malaga, il a fallu 12 jours d'opérations de l'aviation, des tanks et de l'infanterie pour écraser 60 villages proclamés en état de guerre. Les guérillas républicaines opèrent à l'Escorial, c'est-à-dire à 60 kilomètres de Madrid.
El 27 de febrero, Le Figaro publicaba un artículo de François Mauriac que valoraba con verdadera perspicacia la situación en España; titulado (acertada y casi “proféticamente”) “La chance de Franco”, el texto explicaba las razones por las que el régimen franquista podría sobrevivir: los aliados anglosajones no estaban interesados en intervenir y tenían miedo de que la Guerra Civilvolviese a estallar:
En dehors de la restauration monarchique qui ne satisfait presque personne et qui ne durerait pas, existe-t-il un moyen pour que Franco perde sans que Staline gagne? Vu du côté anglo-saxon, voilà le noeud du problème espagnol.
Natacha Lillo ha aportado datos reveladores en su breve trabajo (en el que me apoyo y de donde proceden las citas en francés) sobre la operación policial Bolero-Páprika, nombre enigmático que nunca apareció en la prensa francesa, pero sí en los archivos del Ministerio del Interior francés: en septiembre de 1950, fueron detenidos 288 comunistas en sus domicilios; la mayoría de ellos eran refugiados españoles, el resto polacos, soviéticos y de otros países del Este de Europa, además de 13 comunistas italianos. La operación tenía el objetivo de desmantelar la llamada quinta columna soviética en Francia. En septiembre, el diario de mayordifusión, France soir, publicó una serie de artículos alarmistas; el texto que sigue lleva fecha del 10 de septiembre de 1950:
Les communistes espagnols du Sud-Ouest devaient se transformer en guérilleros [...] et interdire aux troupes françaises l'accès de la région pyrénéenne. Ils étaient là pour tenir la région depuis l'Atlantique jusqu'à la Méditerranée en attendant l'arrivée des Russes.
El maquis en la literatura y el cine
Las primeras obras literarias de posguerra que tematizan las guerrillas antifranquistas son relativamente tardías; lo mismo se puede decir de las producciones cinematográficas, cuyas imágenes –parciales, tópicas y altamente negativas – contaron con el aplauso oficial y buena recepción de público en la década de los cuarenta, quizá porque las representaciones de los guerrilleros reunían las características arquetípicas del extorsionador, del bandido que asaltaba a gentes de humildes menesteres en una época transida de indigencias y sufrimientos; también porque aparecían cual lacra social que debía ser extirpada del cuerpo sano de la «nueva España». Agustín Otero ha elencado los títulos principales de ambas disciplinas de las últimas décadas en un trabajo reciente:
Durante la transición democrática y más concretamente a partir de la década de los ochenta y noventa, es cuando surgen numerosos textos literarios y fílmicos sobre el maquis español. Textos que pertenecen a un grupo de creadores nacidos alrededor de la década de los cincuenta […].

[…] el gallego Carlos Reigosa en su homenaje al guerrillero berciano Manuel Girón Bazán en La agonía del León (1996) o El retorno del maquis (2001); los leoneses Julio Llamazares y su Luna de lobos (1985), César Gavela con El puente de hierro (1998) o Andrés Trapiello en su crónica de la guerrilla urbana madrileña en La noche de los cuatro caminos (2001). También se pueden citar a los extremeños Justo Vila y La agonía del búho chico (1994) , Dulce Chacón con La voz dormida (2003) y el valenciano Alfóns Cervera con Maquis (1997) […].

[…] Los estudios documentales se han ocupado de rescatar la memoria autobiográfica de la Guerra Civil como La guerrilla de la memoria (2001), La partida de Girón (2001), Las fosas del olvido (2003) o La memoria recobrada (2005). Dentro de los textos fílmicos que se ocupan del maquis se pueden mencionar: Los días del pasado (1977) de Mario Camus, El corazón del bosque (1978) de Manuel Gutiérrez Aragón, Luna de lobos (1987) de Julio Sánchez Valdés, El portero (2000) de Gonzalo Suárez, Silencio roto (2001) de Montxo Armendáriz o la reciente El laberinto del fauno (2006) de Guillermo del Toro. (Otero 2007: 9-10)
Carmen Moreno-Nuño señala que la exégesis criminosa del maquis pilotada por el régimen desde los comienzos del fenómeno fue pronto reforzada por la industria cinematográfica, con Torrepartida (1955, de Pedro Lazaga), como paradigma y primer aporte significativo, galardonada con el Primer Premio Nacional de cinematografía. A su juicio, Torrepartida era una obra en perfecta sintonía con los presupuestos ideológicos del régimen y portadora de un discurso que corroboraba el discurso oficial; una obra que a la vez obnubilaba la capacidad crítica del espectador medio, haciéndole creer que colmaba ciertas insuficiencias debidas a la censura imperante que tanto sojuzgaba y condicionaba los medios de comunicación:
Frente al silencio, el discurso. […] Frente a la propaganda ejercida a través de la palabra en prensa y radio, Torrepartida ponía la imagen (y la narración) al servicio del poder. […]. Torrepartida se proponía, como reza el escrito no diegético que encabeza la película, denunciar “la lepra del bandolerismo” y homenajear a la Guardia Civil. (Moreno-Nuño 2003: 356)
Los del monte (2006), un documental insólito
Manuel Gutiérrez Aragón comienza la presentación del documental recordando que la primera vez que oyó hablar de «Juanín» tenía 14 años; era estudiante de cuarto de bachillerato en el Instituto de su ciudad natal, Torrelavega. En las palabras preliminares, afirma que lo recuerda bien, porque fue el día en que el famoso guerrillero cayó muerto en el pueblo en que creció por los disparos de la Guardia Civil. La gente hablaba de él con gran respeto, quizá por considerarlo una figura a medio camino entre el mito local y el legendario bandido justiciero. Aquellos comentarios sobre la muerte del guerrillero fueron punto de partida y base sobre la que se fue configurando la imaginería “guerrillera” del futuro director hasta desembocar en el guión de El corazón del bosque (1978). El documental quiere ser un viaje a la memoria crítica y a la emoción; un viaje en busca de una figura ausente, de un mito que el paso del tiempo ha puesto en relación dialéctica con la urgencia de la recuperación; un viaje que tiene varias estaciones, entre las que sobresalen las entrevistas a hombres y mujeres –históricos y anónimos– que lo conocieron. Entre ellos figuran Martín Santos Marcos (jefe de la guerrilla, más conocido por el apodo de «Gitano», responsable de una de las brigadas cántabras; el general de la Guardia Civil retirado Francisco Javier Cereceda; Virginia Sierra (coetánea de «Juanín» y del número de la Guardia Civil que le disparó la noche del 24 de abril de 1957, ambos del pueblo de Vega de Liébana, donde fueron juntos a la escuela); Felipe Matarranz González (responsable político de la Brigada «Machado», que sobrevivió a dos penas de muerte y muchos años de cárcel); Jesús de Cos Borbolla (que huyó a Francia en 1947 y que antes quiso atentar contra el dictador, que solía venir a pescar a los ríos Deva y Nansa, acción vetada por «Juanín»); Ismael Gómez (hijo de Bedoya, asesinado por la Guardia Civil cerca de Castro Urdiales, cuando se dirigía a Francia) y varios ancianos vecinos de los pueblos de la región.

La segunda parte del documental está dedicada a los protagonistas y los lugares de la trama de Luna de lobos, con entrevistas a Julio Llamazares, al historiador Secundino Serrano, a personas de la zona que conocieron a los personajes en los que se inspiraron el novelista y el director de la película. La segunda parte del documental es una aportación única y un complemento solidamente fundamentado y asesorado por Julio Llamazares y Secundino Serrano, que investigan con acrimonia e ingenio unos sucesos transcendentales de la historia social y política de la posguerra española largamente silenciados, tergiversados y falseados.

Luna de lobos o la caza de acoso
Si el tema capital de Luna de lobos es el acoso constante y progresivo del hombre por el hombre, el elemento integrante y substancial del tema macroscópico es el subtema de la transformación gradual del hombre en alimaña y su paulatina y perentoria adaptación al ritmo y a los ciclos de la naturaleza para poder sobrevivir. Tiempo y espacio de la narración también están explícitamente indicados: de noviembre de 1937 a diciembre de 1946 en las montañas y aldeas altas del valle del Curueño. La transformación en alimaña y la adaptación al ritmo de los ciclos de la naturaleza es fruto del acorralamiento, la persecución y el exterminio del hombre por el hombre, sustanciado en la novela en un grupo de cuatro exponentes del maquis: Ángel, ex maestro de escuela y miembro del ilegal sindicato C.N.T., Ramiro y Gildo, ex mineros, y Juan, un joven de diecisiete años hermano de Ramiro.

La novela está distribuida en cuatro partes; en las tres primeras mueren, respectivamente, Juan, Gildo y Ramiro; en la cuarta, Ángel vuelve a casa de su padre, donde vive enterrado vivo en una fosa excavada en la cuadra hasta que logra huir en tren sin meta fija, emprendiendo un “largo viaje hacia el olvido o hacia la muerte” (pág. 152)

Cada una de las cuatro partes presenta una focalización temporal determinada: noviembre-diciembre de 1937; julio de 1939; verano de 1943; y agosto-diciembre de 1946. Cuatro fechas de clara significación histórica: a) la caída del frente republicano en Asturias; b) el fin de la guerra civil; c) los “preparativos” (tácticos, estratégicos y psicológicos) de las guerrillas dispersas por la entera geografía peninsular con vistas a las operaciones “coordinadas” desde Francia (la “invasión” del Valle de Arán fue la de mayor alcance) que –así se aseguraba– harían posible la caída del régimen al socaire de las derrotas de los fascismos europeos; y d) el fracaso de las operaciones y el abandono de España como única salida posible de supervivencia. Y, sin embargo, en Luna de lobos, el discurso político no es prioritario, sino resultante del discurso primordial de la narración, que desborda con creces las coordenadas históricas hasta adentrarse en los ámbitos nebulosos e indeterminados de la leyenda, del mito, de la lucha cotidiana contra una meteorología y una naturaleza hostiles que convierten la lucha de los guerrilleros por la supervivencia diaria en un acto titánico y descabellado, heroico y, en cierto modo, si la realidad no fuese trágica, irrisorio.

Focalicemos brevemente los dos temas primordiales señalados: el acoso del hombre por el hombre y la metafórica transformación del hombre en alimaña. El primero se perfila desde el arranque mismo de la novela, con el regreso de los cuatro combatientes, tras el derrumbe del frente de Asturias, a sus pueblos del valle del Curueño. Entre los momentos culminantes figuran el primer enfrentamiento armado con la Guardia Civil (págs. 48-49); la muerte de Gildo en el tiroteo tras el secuestro del dueño de la mina (págs. 85-86); la desesperada salida de Ángel y Ramiro – parapetados tras un hato de vacas– del establo del invernal o caserío, rodeado de guardias civiles (págs. 105-106); la noche en que Ángel emerge de su escondite en las entrañas de los montes y se presenta en su casa para dar el último adiós a su padre agonizante; su reflexión, al día siguiente, sobre su situación de perseguido mientras el carro del féretro se encamina hacia el cementerio (8)

Brota la lluvia con fuerza repentina mientras el carro con el féretro se pone en movimiento delante de mi casa arrastrando tras de sí un reguero de paraguas y la leyenda de ese hombre indómito e invisible que anoche, una vez más, volvió a burlar la vigilancia de los guardias y que, sin duda, ahora les estará observando desde alguna parte. Ese hombre imaginado tantas noches, al calor de las cuadras y cocinas, inmortal como su sombra, lejano como el viento, valiente, astuto, inteligente, invencible.

Ese hombre al que el espejo de la lluvia, en la montaña, devuelve sin embargo la memoria de lo que siempre ha sido: un hombre perseguido y solitario. Un hombre acorralado por el miedo y la venganza, por el hambre y el frío. Un hombre al que incluso se le niega el derecho de enterrar el recuerdo de los suyos. (pág. 136; la cursiva es mía) (9)
Hay, en fin, un elemento explícito y distintivo sobre el tema que comentamos: los pasquines de búsqueda y captura de los tres hombres que integran la partida de Ramiro, de los que sólo uno es reproducido en el tejido novelesco (relativo, precisamente, al narrador y entre tanto único superviviente):

ÁNGEL SUÁREZ REYERO
Natural de la Llánava, ayuntamiento de Cereceda, provincia de León. Nacido el 8 de agosto de 1912. Soltero: Alto, complexión atlética, tez clara, ojos claros y pelo rubio. Maestro de escuela y miembro del ilegal sindicato C.N.T., enemigo del Glorioso Alzamiento Nacional. Integrante de la partida de Ramiro Luna Robles, apodado el ‘Manco de la Llánava’. Autor del asesinato del señor secretario del ayuntamiento de Pontedo don Pedro Ituero Ituero, así como de múltiples actos de robo, pillaje y bandolerismo por la zona del partido de La Moraña. (págs. 74-75).

El tema de la progresiva transformación de los hábitos de los huidos y los crecientes paralelismos entre su conducta y el comportamiento de las alimañas:
– Hueles a monte – me dice. – Hueles como los lobos.
– ¿Y qué soy?
María se vuelve y se queda mirándome. [...]
– No podéis seguir así, Ángel. No podéis estar siempre viviendo como animales. Peor: a los animales no les persiguen como a vosotros.
(págs. 57-58)
Cuando Ángel y Ramiro desaparecen, tras su exasperada fuga de la cuadra del invernal, en la negrura de la noche, se reencuentran gracias a su capacidad de imitación del canto del búho:
– ¿Sabes? Estuve a punto de confundirte.
– ¿Con quién?
– Con el búho. Cantas ya tan bien como él.
– Sí, claro – le digo, recostándome, agotado, contra la tapia.
– Y corro como el rebeco, y oigo como la liebre, y ataco con la astucia del lobo. Soy ya el mejor animal de todos estos montes. (págs. 108-109).
En la última parte, Ángel se ha convertido en una “alimaña cuya proximidad asusta a hombres y animales”:
Una alimaña – ¿O acaso podría llamarse de otro modo? – que sólo abandona su guarida cuando la luz del sol no puede dañar ya sus ojos inundados de soledad y de sangre. (pág. 125)10

Maquis (1997): homenaje a una guerra silenciada
Sobre la novela de Alfons Cervera disponemos de una espléndida monografía de Georges Tyras, en la que figuran varias entrevistas y textos del escritor integrados a modo de anejo; textos y respuestas en los que revela elementos y aspectos autobiográficos que dan a la obra un toque novedoso y de gran originalidad. El propio autor ha señalado que tres de los cuatro músicos que recoge la fotografía que ilustra la portada de Maquis son su padre y dos hermanos de su madre (Tyras 2007: 44). De ahí que Tyras haya señalado oportunamente que la portada confiere a la novela “una dimensión autobiográfica fundamental”, que confirma “el proyecto del escritor” de dar voz a los suyos y rescatar la memoria abolida o marginada del pueblo en que nació y todavía vive.

Efectivamente, el breve texto final de la novela titulado “Agradecimientos” cierra, tras un blanco tipográfico, con la mención explícita de su padre: “Y a mi padre, el primero que me habló de Ojos Azules.” Maquis, pág. 174). Y aunque Maquis no sea una novela de “formas autobiográficas en el sentido estricto”, la presencia y el compromiso del autor son tan claramente perceptibles que permiten referirse con la precisión debida a los “niveles de presencia”, si bien habría que crear para definirlo un término nuevo, ya que los conceptos genettianos al uso – homodiegético y autodiegético– no bastan. Tyras sugiere para ello la acuñación del término homobiográfico (pág. 81). Seguro es que Maquis es una novela en la que lo real-biográfico penetra con fuerza en lo ficticio, y que lo vivido se funde y confunde con lo ficticio en aras del compromiso del autor de rescatar la memoria silenciada de las gentes de su pueblo, Gestalgar, que además figura, con la fecha de composición de la obra, al final del corpus novelesco (y antes del paratexto mencionado de los “Agradecimientos”): En Gestalgar (La Serranía, Valencia) entre los meses de enero y septiembre de 1996). Sin embargo, a efectos novelescos, importa menos que el autor parta de su propia biografía y sus vivencias que la invención per se y que, como señala Manuel Alberca, opte por un “alejamiento máximo de su persona”; e incumbe más que haya una confluencia en “una realidad imaginaria”, y que ambos (distanciamiento y convergencia) sigan comprometiendo al autor como tal. Se trata de textos que encajan en la definición que aporta Genette (1993) de la autoficción, en la que el autor cuenta historias que no sucedieron, pero que, pese a ello, “terminan por establecer un compromiso de carácter simbólico” (Alberca 2007: 190). En Maquis no se trata de una autoficción biográfica, puesto que el autor no es el protagonista de la historia y el lector no precisa de pacto autobiográfico, aunque sepa por los paratextos que se trata de una novela que tematiza la realidad geográfica y vital del autor.

Podríamos, por tanto, insinuar, apoyándonos en parte en la terminología de Alberca, que se trata de una autoficción parcial, puesto que Cervera se sirve parcialmente de sus propias vivencias “para construir una ficción personal, sin borrar las huellas del referente”, de modo que lo “real-biográfico irrumpe en lo ficticio, y lo ficticio se confunde con lo vivido” (Alberca 2007: 195).

Autoficción parcial que subraya y potencia el valor testimonial de la novela sin restarle enjundia y trascendencia a los méritos literarios y sin desvalorizar la calidad artística; valor y méritos acentuados además por la dedicatoria (a Juan Marsé) y los tres epígrafes (integrados por citas de Oscar Wilde, Caballero Bonald y Celaya), que constituyen, con la fotografía de la portada (y en cierto modo el “Prólogo” y los “Agradecimientos”) el paratexto de la novela. la dictadura franquista; y la de Celaya (que funge de epígrafe del “Epílogo”: “Al final no encontramos más que aquello que fuimos”, pág. 167) confirma de nuevo lo que hemos adelantado: el compromiso del autor con la memoria de su gente y de sus lares, y su decidida apuesta por el texto, tejido con tanto esmero y perfección que son imperceptibles las marcas y las costuras entre lo ficticio y lo autobiográfico.

En la primera frase de la dedicatoria, el autor declara que Maquis es una novela, y en el resto del texto de la ofrenda leemos: “Otra cosa, quizá [es] la memoria que inspira los hechos narrados en sus páginas” (pág. [7]). A mi juicio, esta segunda parte del enunciado, levemente relativizada por el término “quizá”, enlaza con el texto de los “Agradecimientos”, que concluye, tras un espacio en blanco (como queda apuntado), con la línea citada, en la que el autor expresa su agradecimiento a su padre por haber sido el primero que le “habló de Ojos Azules”, jefe de la cuadrilla de los maquis de la serranía valenciana.

La cita de Oscar Wilde (“Cantó el gallo gris, cantó el gallo rojo, pero el día nunca llegaba.”, pág. [9]) alude a mi entender, por un lado, a la temporalización indicada por uno de los narradores (Ángel, al comienzo del “Prólogo”: “Ahora estamos en mil novecientos ochenta y dos y después de tanto tiempo es […] como si fuera imposible olvidar”, pág. 13), y, por otro, a la fecha en que el autor da por terminada la novela (septiembre de 1996). Dos fechas memorables y de interpretación inequívoca, por tratarse del año en que llegan los socialistas al poder y del año en que lo pierden (11)

La cita de Caballero Bonald (“Qué tiempo tan de otros el que ayer se aferraba a nuestros cuerpos”, pág. [11])12 es una clara alusión a la dictadura franquista; y la de Celaya (que funge de epígrafe del “Epílogo”: “Al final no encontramos más que aquello que fuimos”, pág. 167) confirma de nuevo lo que hemos adelantado: el compromiso del autor con la memoria de su gente y de sus lares, y su decidida apuesta por el texto, tejido con tanto esmero y perfección que son imperceptibles las marcas y las costuras entre lo ficticio y lo autobiográfico.

Es tiempo de cerrar; lo hago con una breve referencia al miedo, memoria muy especial por su capacidad generadora (de ficciones) y dos apuntes sobre Luna de lobos, hipotexto reconocido por el autor de Maquis. Tanto en el incipit (“Yo sé mucho del miedo. Soy un maestro del miedo.”, pág. 13) como en la apertura del “Epílogo” (“El miedo no tiene principio ni final”, pág. 169) constatamos la marcada (y oportuna) presencia del término miedo, que a su vez se repite en el entero corpus novelesco. Frecuencia que confirma un fenómeno muy presente en las novelas de la memoria (Francomoribundia, de Juan Luis Cebrián, es, quizá, una de las obras que más espacio dedica a la tematización del miedo (14).

En el fragmento paratextual de los agradecimientos de Maquis, la voz y el “nombre” del autor se suman, desde su memoria y sus señas de identidad, y en sintonía con el título del corpus novelesco (“De los nombres y las voces”), a los nombres y las voces de los personajes (ochenta y seis en total, según el cómputo de Soldevila, Tyras 2007: 17) que configuran la novela, entre los cuales Ángel es uno de los ocho que tienen nombre propio (Tyras 2007: 194). Nombre que a su vez coincide, como hemos podido ver, con el del protagonista de Luna de lobos, novela que Alfons Cervera considera pionera y paradigmática en la recuperación de la temática del maquis y que a la vez consagra a Llamazares como escritor. Y, sin embargo, aunque Luna de lobos tuviese en el año de su publicación (1985) un éxito de público considerable y (dos años después) una adaptación cinematográfica muy lograda, la recuperación de la memoria de los guerrilleros antifranquistas y el asunto del maquis no trasciende más allá de los grupos de iniciados. Tampoco se convierte en referente o texto fundacional, en venero del que beberían otros escritores, pese a que saliese a la luz en vísperas del cincuentenario del comienzo de la guerra civil. La transición tenía aún flecos visibles, el 23-F (1981) estaba cerca y el pacto de silencio entre los partidos y la reconciliación no dejaba espacio a conmemoraciones bélicas. En la entrevista con Tyras observa Cervera:
Luna de lobos convierte a Julio en un escritor importante, pero fíjate qué paradoja, no convierte el asunto en un asunto importante, en un asunto público. Se adapta al cine y se rueda una película, que sale en el 87, honradísima a pesar de las dificultades económicas de producción que tuvieron Julio Sánchez Valdés y Julio Llamazares, pero el asunto no trasciende. Año 97 sale Maquis […] y tiene tal éxito que en quince días se agotan dos ediciones y trasciende. También en este caso existe el interés de un director de cine por hacer una película, con lo cual […] aumenta el eco producido por esta novela. Entonces, ¿qué pasa? Pues que se recuperan libros que ya estaban escritos con muchísima dignidad, […]. ¿A qué obedece esto? Cuando sale la novela de Julio Llamazares en el año 85, el partido socialista gobierna en este país y algunos de sus dirigentes – el mismísimo Alfonso Guerra sin ir más lejos – pronuncian frases lapidarias […] Guerra Civil y Dictadura, hay que olvidarlo. La reconciliación es lo que se impone, y hasta el Partido Comunista, en el último franquismo, ya la va planteando. Entonces, en esos años en que sale la novela de Julio Llamazares, digamos que la memoria no protagoniza nada. ¿Qué pasa en el año 97? El partido socialista ya no gobierna, y además ha reconocido como un error aquella alusión a la desmemoria, […]. La derrota del PSOE le lleva a una cierta reflexión – oportunista quizá, pero reflexión al cabo – acerca de que quizá se excedieron en su celo para preservar la tranquilidad del presente cubriendo el pasado con el manto del olvido. Si a eso añades que le sucede en el gobierno el PP de José María Aznar, un fascista en sus años jóvenes […] está completo el paisaje. El PP regresa al articulado del franquismo, a sus viejos lenguajes sectarios, a la vocación criminalizadora de la República y de quienes lucharon para defenderla […]. (Tyras 2007: 199-200)
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NOTAS

1 Para una aproximación histórica y literaria al bandolerismo, véase el dossier que he coordinado en Iberoamericana (2008).

2 Isidro Cicero, el mayor estudioso de las guerrillas cántabras, escribe al respecto: “Don Eduardo Sánchez Cueto, actual magistrado de la audiencia de Oviedo, lebaniego de abolengo y perras, quizá a petición de la madre de Juanín, gestionó la salida de éste de la cárcel y su incorporación al municipio de Vega de Liébana en libertad vigilada. Poco más tarde, su hermano Pepe, cantero del Ayuntamiento, falangista, camisa vieja, capataz de los presos en el Batallón de Trabajadores, que actuaba en Potes bajo la tutela del Patronato de Regiones Devastadas, recomendó a Juanín para que pudiera ejercer su antiguo oficio de cantero, el oficio familiar, o al menos de peón, en las obras de reconstrucción de la villa.” (Cicero 1982: 70).

3 El historiador Secundino Serrano, una de las autoridades máximas en el asunto, escribe al respecto: “Aparte de impulsar algunas narraciones ideológicas, más próximas a la teología que a la historia, el PCE expulsó al maquis de su pasado. En su historia oficial, deviene en un acontecimiento marginal, casi anecdótico, y lo mismo ocurre con las memorias de algunos de sus principales impulsores: Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri o Enrique Líster. El Partido Comunista, que eligió la vía armada para acabar con el franquismo, se desembarazó de la guerrilla no sólo como opción estratégica –lo que parecía obligado dada la evolución política –sino también como fragmento de su historia y de la historia de España. En lugar de promover su conocimiento, la resistencia armada fue desplazada del discurso histórico para hacer creíbles nuevas estrategias, entre ellas la conocida como «política de reconciliación nacional». En ese contexto, la guerrilla – que siempre provoca conductas excesivas – aparecía como una rémora. Remitía a prácticas estalinistas que habían tenido su traducción en sórdidos episodios […].” (Serrano 2001: 15-16)

4 “La guerrilla tuvo más apoyo del que se ha dicho, aunque menos del que hubiera sido deseable. De todas formas, con una dictadura emergente, fuerte y crecientemente respaldada por las democracias occidentales, de muy poco hubiera servido un apoyo mayor. La guerrilla antifranquista tuvo, simplemente, el apoyo social necesario. Fue, eso sí, una colaboración tácita, clandestina, soterrada, porque había mucho riesgo de por medio. Familias campesinas y urbanas de toda España, de tradición izquierdista o republicana, o simplemente de ánimo sensible hacia los perseguidos, ayudaron y protegieron a los huidos, primero, y a los guerrilleros después. Les procuraron cobijo, elementos de subsistencia (comida, ropas, medicinas), información (prensa, movimientos de la fuerza represora, pistas para los golpes económicos), contactos y enlace con otros grupos y otras múltiples ayudas de gran peligro. Con razón declara el santanderino Felipe Matarranz, ex guerrillero: «los héroes fueron los del llano, que tantas palizas recibieron por apoyarnos, por facilitarnos comida, por no decir si nos habían visto…». Sobre todo, las mujeres, que destacaron por una abnegación callada y generosa, pagando alto precio por ello. / De la importancia del apoyo social –no masivo, por supuesto – da una idea hecho que unos 60.000 enlaces o colaboradores en toda España fueron a parar a las cárceles en la década guerrillera. Los datos oficiales reconocen la cifra mínima de 20.000, pero esas mismas fuentes afirman que «la cifra debe multiplicarse por tres o por cuatro», porque no consta recuento de los cuatro o cinco primeros años ni de muchas de las pequeñas redadas ni del goteo diario de detenidos hacia los cuartelillos de los pueblos.»” (Moreno Gómez 2002: 273)

5 Un ejemplo significativo sobre la represión en la retaguardia (e.d., durante la guerra, concretamente en 1937) y la política de exterminio de los golpistas lo brinda Cicero al referirse a don Manuel Herrera Oria, confinado a Potes tras la guerra civil por el Alto Mando Militar. Don Manuel, hermano del futuro cardenal don Ángel y de don Francisco, periodista fundador de El Debate y del Ya: “hombre de derechas como es natural, al que Franco castigó por llamarle la atención sobre la terrible represión que se estaba realizando en las ciudades y pueblos del norte, en donde avanzaba en su misión informativa al lado de las tropas nacionales. El hermano del cardenal protestó ante Franco violentamente por los fusilamientos sin causa, por las tropelías cometidas al margen de la autoridad militar. Franco le dijo que no era sabedor de tales cosas, pero que el objetivo primero y principal era ganar la guerra y la unidad del mando. Su otro hermano, don Francisco, disconforme con la política de terror que seguía al avance de las tropas, fue confinado también en un pueblecito de Guipúzcoa.” (Cicero 1982: 54)

6 Valga, a título de ejemplo, un titular de La Vanguardia del 27 de octubre de 1944: “Detención de un cabecilla rojo / Está acusado de ser autor de 428 asesinatos / Antonio Piñeiro Pérez de 35 años, que estaba en Barcelona cuando se produjo el glorioso Movimiento Nacional; se fue a Lorca con una ‘banda de 60 individuos’ y después de la victoria estuvo oculto en el sótano de su casa donde fue detenido.” (Chaput 2003: 12).

7 Ángel, el único superviviente, es plenamente consciente de que tiene que “escapar” de esa “tierra maldita” y “poner kilómetros de silencio y de olvido” entre su pasado y su memoria del pasado y el futuro incierto del exilio.

10 Para un primer acercamiento a la obra de Llamazares anterior a 1990, véase mi trabajo aparecido, respectivamente, en 1991 (en versión alemana) y 1994. Los mejores estudios de su entera producción literaria son los de Carlón (1996) y Suárez Rodríguez (2004).

11 No es éste el lugar para entrar en disquisiciones. Para mayor información, remito a la larga conversación de Alfons Cervera y Georges Tyras, recogida en la monografía de Tyras consignada en la bibliografía.

12 En la entrevista mencionada leemos: […] Caballero Bonald es un personaje al que admiro como escritor, por la dimensión moral […]. Él es uno de mis modelos, junto con gente como Marsé, Haro Tecglen, Manuel Vázquez Montalbán. Me satisface mucho estar cerca de este tipo de modelos de comportamiento humano. Él es una persona que recurre mucho a los recuerdos, y ahí están sus dos volúmenes de memorias, excelentes, que proponen auténticas aproximaciones, maravillosas aproximaciones, al territorio de la memoria, y una de sus conclusiones es ésta: „Quien recuerda miente“. Y me dio un poco de miedo […], porque era como llegar al final de otra, que me parece es de Valle Inclán, que dice: „Las cosas no son como son sino como se recuerdan“. Entonces me dio miedo recordar […]. (Tyras 2007: 193)

13 Como es sabido, Celaya, a quien debemos versos memorables (“La poesía es un arma cargada de futuro” es el que más se ha repetido durante décadas) fue (con Blas de Otero y Eugenio de Nora) paradigma de la «poesía social» de finales de los cincuenta hasta comienzos de los setenta.

14 Para mayor información, véase López Bernasocchi / López de Abiada (2009).


BIBLIOGRAFIA

1. Ensayos y novelas
Alberca, Manuel (2007): El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción, Madrid: Biblioteca nueva.
Carlón, José (1996): Sobre la nieve. La poesía y la prosa de Julio Llamazares, Madrid: Editorial Espasa Calpe.
Cervera, Alfóns (1997): Maquis, Barcelona: Montesinos.
Chaput, Marie-Claire (2003): “La Guerrilla antifranquista en la prensa española (1944-1949)”, Quimera, 236, noviembre, págs. 11-15.
Cicero, Isidro (1982): Los que se echaron al monte, Santander: Ediciones Corocotta, 1982.
Lillo, Natacha (2003): “Los maquis antifranquistas en la prensa francesa (1946-1950)”, Quimera, 236, noviembre, págs. 16-20.
Llamazares, Julio (1985): Luna de lobos, Barcelona: Seix Barral.
López de Abiada, José Manuel (1991): “Julio Llamazares: Der Roman und die
Poesie des sterbenden Landes”, en Dieter Ingenschay / Hans-Jörg Neuschäfer (eds.): Aufbrüche. Die Literatur Spaniens seit 1975, Berlin: Tranvía, págs. 143-152.
––––– (1994): “Julio Llamazares: Se canta lo que se pierde. Acercamiento al mundo novelesco de J. Llamazares”, en Dieter Ingenschay / Hans-Jörg Neuschäfer (eds.): Abriendo caminos. La literatura española desde 1975, Barcelona: Lumen, págs. 203-217.
––––– (coord.)(2008): Dossier «La verdad de la ficción: bandolerismo, historia, literatura, sociedad», Iberoamericana, 31, págs. 77-163. López Bernasocchi, Augusta / López de Abiada, José Manuel (2009): “Juan Luis Cebrián: Francomoribundia (2003)”, en Thomas Bodenmüller / María de la Pau Janer / Thomas M. Scheerer / Axel Schönberger (eds.): Romane in Spanien: Band 2 – 1975-2005, Frankfurt a.M.: Valentia.
Moreno Gómez, Francisco (2002): “Huidos, guerrilleros, resistentes. La oposición armada a la dictadura”, en Julián Casanova (coord.): Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona: Crítica, págs. 197-295.
Moreno Nuño, Carmen (2003): “La representación del maquis en la historia del cine español: De bandoleros a guerrilla antifranquista”, Letras Peninsulares, primavera, págs. 353-370.
Otero, Agustín (2007): “Reivindicando la memoria del maquis. Representaciones de la guerrilla anti-franquista en Maquis de Alfóns Cervera y La agonía del búho chico de Justo Vila”, España contemporánea (Revista de literatura y cultura), XX, 1, primavera, págs. 7- 20. Alberca, Manuel (2007): El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción, Madrid: Biblioteca nueva. Carlón, José (1996): Sobre la nieve. La poesía y la prosa de Julio Llamazares, Madrid: Editorial Espasa Calpe.
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Audiovisuales.
Tyras, George (2007): Memoria y resistencia. El maquis literario de Alfons Cervera, Barcelona: Montesinos.

2.Películas
Torrepartida, Dir. Pedro Lazaga, con Adolfo Marsillach y Enrique Diosdado,1956
El espíritu de la colmena, Dir. Víctor Erice, con Fernando Fernán Gómez y Teresa Gimpera y Ana Torrent, 1973.
El corazón del bosque, Dir. Manuel Gutiérrez Aragón, con Ángela Molina, Norman Briski y Víctor Valverde, Luis Merino, 1979.
Luna de lobos, Dir. Julio Sánchez Valdés, con Santiago Ramos, Antonio Resines y Álvaro de Luna. Bresal P.C.S.A. y Julio Sánchez Valdés P.C., 1987
Silencio roto, Dir. Montos Armendáriz, con Lucía Jiménez y Juan Diego Botto. Guy Oria, 2000. Inspirada en Maquis.
Los del monte, Documental en La memoria recobrada, presentado por Manuel Gutiérrez Aragón, 2006
El laberinto del fauno, Dir. Guillermo del Toro, con Ivana Baquero, Sergi López, Maribel Verdú, 2006.

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