La Guerrilla de la Memoria

Gregorio Belinchón
Gijón

La jornada de ayer fue un día para desenterrar parte de la historia de España. El largometraje documental La guerrilla de la memoria, de Javier Corcuera, recordó en Gijón las desventuras
de los maquis, casi 5.000 españoles que se lanzaron a los montes y a la lucha urbana tras el triunfo del general Franco en la guerra civil. El filme, producido por Montxo Armendáriz y Puy Oria, se proyectó fuera de concurso en la sección oficial de la 39ª edición del Festival Internacional de Cine de la ciudad asturiana, inaugurada el pasado viernes 23 y que se clausurará el próximo día 30.

La conferencia de prensa celebrada por el equipo de La guerrilla de la memoria en el festival de Gijón fue la más concurrida, aplaudida, y la más extensa desde que se abrió el certamen el pasado viernes. Y eso que no llegaron a la decena las preguntas que los periodistas pudieron realizar en sus 45 minutos. Detrás de una enorme bandera republicana que cubría de un extremo a otro la mesa, los cinco veteranos maquis que acompañaban en su comparecencia al director Javier Corcuera y la productora Puy Oria casi no dejaron hablar a estos. La presentación se convirtió en un acto de reivindicación. Corcuera (Lima, 1967), correalizador, junto a Fernando León, de La espalda del mundo, sólo comentó que el rodaje (de seis semanas y con cerca de 50 millones de pesetas de presupuesto) fue 'una experiencia especial', y que, aunque fue un encargo de Oria, se sentía plenamente identificado con la idea de 'hablar con gente que lo dio todo para que nosotros tuviésemos una vida mejor'.

Nombre míticos
La guerrilla de la memoria reconstruye los años de lucha de los maquis (definidos por uno de ellos como 'ni bandoleros, ni ladrones, sino guerrilleros') gracias a los recuerdos de sus mismos protagonistas, desde 1939, a través de sus años de mayores éxitos -finales de la II Guerra Mundial-, y hasta su final a principios de los años sesenta. En sus testimonios aparecen, por boca de sus compañeros de lucha, míticos nombres como el de Manuel Girón, rememorado con dolor por su hermana Emilia, y algunos de los lugares en los que combatieron al franquismo: Galicia, León, el sur de Extremadura, Asturias, Levante y la Barcelona urbana. Los maquis presentes en el acto, encabezados por José Murillo Comandante Ríos, líder de los guerrilleros en Sierra Morena, aseguraron que su lucha aún no ha finalizado. Y enumeraron con firmeza sus reivindicaciones. Ríos afirmó: 'La transición nos olvidó. Un Estado de Derecho debe ser igual para todos, y nosotros no hemos visto reconocidos nuestros esfuerzos. Me duele más el corazón que las cinco balas que tengo alojadas en mi cuerpo'.

Uno de los jefes de los maquis de la Federación de Guerrillas de Galicia y León, Francisco Martínez, Quico, recordó: 'La película rompe con el muro de silencio que aprisiona nuestra epopeya. Fue una acción de combate por la democracia. Desgraciadamente, la historia de España prima todavía la versión de los vencedores'. Algunos de sus compañeros comentaron que el estreno de Silencio roto (también producción de Puy Oria y dirigido por su pareja, Montxo Armendáriz) les había sacado de las penumbras.

De ese fondo del pozo también ha recuperado este fin de semana el Festival de Gijón al octogenario director japonés Seijun Suzuki, autor de más de 40 películas, y referencia indiscutible en la obra de Quentin Tarantino. Suzuki es realizador aún en activo y brutalmente honesto. En la presentación de su homenaje, Suzuki, idéntico físicamente a Pat Morita, el maestro de Karate Kid, se reía cuando alguien le preguntó qué lugar ocupa en la historia del cine nipón, ya que es uno de sus directores más taquilleros y menos conocidos. '¿Yo? Ni una línea. Por favor, yo no soy importante', comentó entre risas Suzuki. Y apostilló: 'Sólo me interesa entretener. No soy un creador. En el cine no debería haber ni derechos de autor'. Sin embargo la proyección en Gijón de un ciclo con lo mejor de su obra desbarata todos los razonamientos de Suzuki.

El humor de DiCillo
El estadounidense Tom DiCillo presentó hace dos años en Gijón un libro sobre su filmografía justo cuando había finalizado la escritura de Doble contratiempo. Dos años después, el filme inauguró el viernes la 39ª edición del certamen asturiano y su realizador defendió, con el humor corrosivo que le caracteriza, las desventuras de un policía neoyorquino, encarnado por Denis Leary, aquejado de un dolor de espalda que le convierte en un fracaso permanente en su vida profesional. 'De verdad que intento escribir guiones serios, pero en cuanto pasan cinco minutos y no me río, me aburro. El humor es el único modo de retratar a los seres humanos como son'. A sus 48 años, DiCillo ha dejado en Doble contratiempo impronta de su visión cruda del mundo del cine y de su cariño por los perdedores.

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