Juventud, violencia política y "unidad obrera" en la Segunda República española.

Sandra Souto Kustrin
Instituto de Hª del C.S.I.C., Madrid
HISPANIA NOVA Nº2 2001

Resumen: El objetivo de este artículo es analizar el papel de la juventud, y, en concreto, de las organizaciones juveniles obreras en la conflictividad política violenta del año 1934 y en la preparación y desarrollo de la insurrección de octubre de dicho año en Madrid.
También se estudia cómo esta acción colectiva violenta facilitó el acercamiento entre dichas organizaciones juveniles.
Palabras clave:

Abstract: The aim of this article is to analyse the role of the youth, especially of the workers's youth organizations, in the violent political conflicts in 1934 and in the preparation and development of the October's insurrection in Madrid. Also, we study how this violent collective action made the bringing together of these youth organizations easier.
Key words:

La violencia política en la Segunda República.
La Segunda República española vivió un proceso de movilización política sin precedentes, en el que destacó el recurso a la violencia política, vista como un instrumento más, explícito, sistemático y organizado, de obtener objetivos políticos y sociales, y utilizada por las organizaciones obreras pero también por sectores de las clases tradicionalmente dominantes (intento de golpe de Estado de Sanjurjo en 1932, desarrollo de los grupos fascistas). Se desarrollaron mentalidades y justificaciones de la violencia en todo el espectro político, con una única excepción que fue la burguesía republicana. Los llamamientos públicos a la actuación violenta produjeron reacciones en otros sectores sociales, y, por ejemplo, El Sol criticó la creación de milicias partidistas, uno de los fenómenos políticos violentos más novedosos del momento, que surgieron tanto entre los monárquicos (carlistas y alfonsinos) y fascistas, como entre los nacionalistas catalanes y vascos, los socialistas y los comunistas, aunque fue rechazado, por distintas razones, por las Juventudes de Acción Popular (JAP) y por los anarquistas. En este proceso cobró una gran importancia la juventud, protagonista principal de los fenómenos de violencia política durante este período. Características destacadas de la vida política fueron la presencia de organizaciones específicamente juveniles vinculadas a los distintos partidos y el desarrollo de organizaciones estudiantiles con diferentes simpatías políticas, como la FUE (Federación Universitaria Escolar, aunque se definía como "apolítica", se declaraba antifascista y la mayoría de sus miembros eran también militantes de organizaciones socialistas o comunistas), la Asociación de Estudiantes Tradicionalistas o el SEU (Sindicato Español Universitario, falangista).

Al hablar de jóvenes hacemos referencia a personas de edades comprendidas entre los 15 y los 30 años (así lo definió Ortega, que estableció en la vida humana cinco períodos de 15 años), aunque no hay una limitación clara a esta etapa del desarrollo de los seres humanos y, por ejemplo, las mismas juventudes socialistas, en sus estatutos de 1930, establecían que se podía pertenecer a ellas hasta los treinta y cinco años, aunque a partir de los treinta era obligatorio ingresar también en el PSOE. Como han situado algunos teóricos sociales, la juventud es, en muchos aspectos, una caja de resonancia del cambio social y refleja, en una forma más dramática, la luchas que se producen en la sociedad, por lo que los movimientos juveniles suelen cobrar fuerza en épocas de crisis y cambio social y político. Esta situación se da en nuestro caso: recordemos la situación europea general (depresión económica, crisis de los sistemas liberales, ascenso de los fascismos, influencias de la revolución bolchevique, ...) y el proyecto reformista y modernizador de la Segunda República, las resistencias a éste y los conflictos que esto produjo.

Pero no debemos ver en el creciente papel de los jóvenes en la movilización política un fenómeno específicamente español, sino que, como tantos otros, tiene su correlato en Europa, dónde en los años 20 y 30 hubo un gran crecimiento de los choques entre estudiantes de derechas y de izquierdas, se desarrollaron bandas juveniles fascistas en Alemania, Italia y Francia, por ejemplo, y organizaciones paramilitares de diverso signo político (las SA del nacionalsocialismo alemán o la Schutzbund socialista austríaca). Sólo un estudio comparado podría establecer las causas de este fenómeno, que probablemente se relaciona con el desarrollo de nuevos tipos de partidos políticos de masas, que daban una función complementaria a las organizaciones de encuadramiento militar, la visión de la violencia como un medio más de acción política en la crítica Europa de entreguerras, ... Pero, mientras que en Europa estos fenómenos, en su relación directa con la juventud, han sido, al menos parcialmente, estudiados, aquí aún nos queda mucho por hacer, y en este artículo sólo pretendemos hacer un primer análisis, centrado principalmente en la provincia de Madrid, y en el año 1934, en el cual se acrecentó la conflictividad violenta entre los jóvenes, se produjeron las primeras medidas del gobierno para intentar hacer frente a esta situación (se prohibió por decreto la militancia política a menores de 16 años y a los que tuvieran menos de 23 sin el consentimiento de sus padres)[1], cobró importancia la unidad de acción entre los jóvenes de las organizaciones obreras y se produjo la revolución de octubre de 1934.

Las organizaciones juveniles obreras.
La Federación de Juventudes Socialistas (FJS), aunque creada en 1906, tuvo en la República su momento de mayor desarrollo, y empezó a plantear, e incluso intentar imponer, sus propios criterios al Partido. Experimentó un gran crecimiento (pasará de reconocer unos 12.000 afiliados en su IV Congreso, en febrero de 1932, a más de 20.000 en el V (abril de 1934), lo que dará más "eco" a sus planteamientos. Su radicalizacion se inició antes que en el PSOE y la UGT, y aunque su papel como punta de lanza de la llamada "radicalización" socialista ha sido estudiado en sus aspectos doctrinales y teóricos, son menos conocidas las consecuencias prácticas en su actuación de esta radicalización, el papel decisivo de la juventud en los fenómenos violentos, o el proceso de acercamiento y de unidad con la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), organización juvenil del PCE. En la memoria del V Congreso se hablaba de 2.060 afiliados a la Federación Provincial de Madrid. Su radicalización, al igual que en el caso estatal, fue anterior a la de la Agrupación Socialista Madrileña: "No hay más camino para triunfar que la dictadura del proletariado. Y a eso vamos", escribió en diciembre de 1933 su secretario, J. Pintado. Esta Federación apoyaba la unidad con las demás organizaciones obreras y comunicó a la Comisión Ejecutiva del PSOE el 11 de enero de 1934 que "con simpatía vemos el que se pueda realizar un frente único con trabajadores para llevar a cabo una acción revolucionaria, pero con profundo desagrado veríamos ... una nueva conjunción con republicanos"[2]. La UJCE, por su parte, contaba con 500 militantes en Madrid capital en junio de 1933, y no se separaba ni un milímetro de las posiciones del PCE, que eran a su vez las de la Internacional Comunista. Y es que los movimientos juveniles son, en muchos casos, patrocinados o dirigidos por adultos.

Hasta las elecciones de noviembre de 1933, la FJS mantuvo abierto el camino legal hacia la toma del poder, que se cerró con el fracaso electoral: Renovación planteó que las Cortes no representaban la voluntad popular y los trabajadores "sólo tienen un camino... el de la insurrección". Pero en Madrid capital, al igual que en muchos pueblos de la provincia, como Carabanchel Bajo, Vallecas o Chamartín, habían triunfado las candidaturas socialistas. Renovación consideró a la juventud el eje central de este triunfo, que les dio una gran confianza en sí mismos, incluída su capacidad para la acción ilegal: "Madrid ha demostrado suficientemente que es rojo ... será la cabeza de la revolución social. Se ha pronunciado por la dictadura del proletariado e irá a la vanguardia para proclamarla". Pero muchos de los votos del PSOE eran votos de republicanos que veían más eficaz votar al PSOE que a los débiles partidos republicanos de izquierda.

Identificada totalmente con el sector "largocaballerista", tras las elecciones, la FJS atacó duramente a Besteiro y sus seguidores, contrarios a cualquier movimiento insurreccional, en varios artículos de Renovación, en los que los consideraba un "lastre" para una acción revolucionaria, que "si no se retira buenamente, será preciso desarraigar con violencia". Tras la salida de los "besteiristas" de la dirección de la UGT, Renovación inició la lucha contra la postura de Prieto, pidiendo "la depuración del Partido". Frente a la idea de Prieto de realizar un movimiento que recuperase y radicalizase los proyectos del 14 de abril, dijo que "las Juventudes Socialistas no se batirán en la calle por conseguir una solución que, a pesar de parecer intermedia, tiene un carácter exclusivamente burgués". Defendía una independencia para la organización juvenil mayor de la que tenía: rechazaba que las Juventudes Socialistas fueran "órganos secundarios" del PSOE. Por el contrario "son las fuerzas de choque, las fuerzas de asalto del Partido", "mientras este siga su línea política, de acuerdo con el pensamiento de Largo Caballero", pero si se "desviara" de ésta, "no nos consideraríamos obligados a nada con él". Serrano Poncela, miembro de la dirección de la FJS, planteó directamente que eran los jóvenes los que podían hacer la revolución.
Estas críticas llevaron a la Comisión Ejecutiva del PSOE, el 11 de julio de 1934, a decidir que "se llame la atención a los elementos dirigentes de la Federación de Juventudes Socialistas y a la vez a los que dirigen el periódico Renovación para que procuren guardar a todos los elementos del Partido el respeto y la consideración que se merecen"[3]. Todo esto muestra la autonomía cada vez mayor de los planteamientos juveniles con respecto a los del partido y refleja uno de los aspectos principales de los movimientos juveniles: la "desautorización" de la generación adulta y la "autorización" de la generación jóven para actuar como vehículo del cambio social.

Además, Renovación, más aún que otros periódicos socialistas y desde fechas anteriores, desarrolló justificaciones de la violencia, importantes porque ésta se instala en el comportamiento político a través de la ideologización y la instrumentalización. Así, ya el 4 de noviembre de 1933, planteó que "al fascismo es preciso combatirlo en su terreno", el de la violencia, con una "violencia colectiva y constante". Y tomó como ejemplo los sucesos de otros países: "No podemos ... perder el tiempo encareciendo una preparación que nunca se verá completada ... Por esperar a ello se hundió la Socialdemocracia alemana, como se hundirá en breve la austríaca", en una, cuanto menos, curiosa premonición de los sucesos de febrero de 1934 en Austria. Realizó también numerosas llamadas a la juventud para que adoptase posturas violentas: "los jóvenes socialistas deben preparar sus armas ... para hacer frente al fascismo". Había que "imbuir en la mente de todos los jóvenes socialistas" la concepción militar": "mañana el camisa roja ha de manejar el fusil con la misma precisión y con el mismo entusiasmo con que hoy se moviliza" [4].

La visión común del "peligro fascista" y el enfrentamiento con miembros de la Falange y otras organizaciones de derecha, fue acercando a las organizaciones comunistas y socialistas, principalmente juveniles, y se sucedieron los llamamientos a la unidad y el debate entre las distintas organizaciones obreras, que reprodujo Renovación: ya en enero de 1934, recogiendo la formación de la Alianza Obrera de Cataluña, la FJS hizo un llamamiento para "lograr un frente único juvenil en toda España entre socialistas, comunistas y sindicalistas", a través de un acuerdo entre direcciones. La UJCE, por su parte, elaboró un comunicado llamando a la FJS y a las Juventudes Libertarias a formar un frente único por la base. También la Izquierda Juvenil Comunista (la organización juvenil de la Izquierda Comunista de A. Nin) pidió la formación de un frente único, y, al igual que los socialistas, creía que debía organizarse desde las direcciones y creando un frente juvenil. Las reivindicaciones que planteaban se centraban en la defensa de las conquistas logradas, respuesta a la crisis económica, y freno de las organizaciones fascistas, lo que a la FJS le parecieron objetivos limitados, ya que el frente único había que realizarlo "para hacer triunfante la revolución".

A propuesta de la UJCE, se reunieron el 26 y 30 de julio de 1934 una delegación de ésta y otra de la FJS. En este debate se reflejan las importantes diferencias que en cuanto a la misma definición de la situación española, a estrategias, tácticas y objetivos, había entre las dos organizaciones juveniles. Así, no hubo acuerdo en los objetivos que debía tener el frente único (lucha antifascista o conquista del poder político), su misma composición (la UJCE defendía la entrada de las juventudes republicanas y la salida de los trotskistas, lo que la FJS rechazaba); el papel de las luchas parciales (que los comunistas defendían como medio de concienciar a las masas y los socialistas consideraban un desgaste de fuerzas), y en cual debía ser el órgano dirigente de la revolución (los soviets para la UJCE, en un simple traslado mecánico de la experiencia rusa; las alianzas obreras, para la FJS). Ambas organizaciones usaron profusamente ejemplos internacionales, desde las revoluciones rusas, a la subida al poder de Hitler en Alemania o la insurrección de febrero de 1934 en Austria, lo que muestra la importancia de las experiencias anteriores en la acción colectiva (aunque la valoración de estas experiencias puede ser errónea y/o, como en este caso, variar entre las distintas organizaciones presentes). Finalizaron acusándose mutuamente de reformismo y planteando que a raíz de las discusiones se estaban ganando las bases de la contraria (Renovación citará de Madrid las organizaciones de Móstoles, Ciempozuelos, El Pardo y Morata de Tajuña). Sólo parecía haberse llegado a un acuerdo en el cese de los ataques mutuos, y en el planteamiento, muy general, de que en las acciones concretas trabajarían juntos: el 28 de julio, Renovación recomendó a sus secciones que "en los casos de acción directa contra el fascismo se inteligencien localmente con las demás juventudes obreras". La UJCE, por su parte, dio instrucciones a los jóvenes comunistas de Madrid para que apoyaran la venta de Renovación, defendiéndola contra las recogidas policiales.

La relación con las organizaciones juveniles del Bloque Obrero y Campesino e Izquierda Comunista se planteaban de distinta forma: "si trotskistas y bloquistas ... vinieran a nuestro campo a ayudarnos a dar la batalla a la fracción reformista, los frutos serían más rápidos" dirá Renovación[5]. Ya sea por su menor número, por unas posiciones parcialmente más cercanas, o porque no estaban implicados en organizaciones internacionales sólidas como la Internacional Comunista, parecería que veían factible una posible integración de estos en las organizaciones socialistas. Las diferencias, por tanto, hacían difícil la unidad de acción de las organizaciones juveniles, dificultada también por la misma consigna de Renovación en este período ("Todo el poder al Partido Socialista").

La conflictividad violenta.
Los llamamientos a la violencia y a la militarización de los jóvenes, y el proceso de acercamiento entre las organizaciones juveniles obreras (favorecido por la política rectificadora de los gobiernos del segundo bienio y por la confrontación con los grupos falangistas: así, los principales actos unitarios se hicieron en respuesta a la "amenaza fascista") tuvieron su reflejo en la movilización que vivió Madrid durante los meses anteriores a octubre de 1934. Aunque hay ejemplos relativamente tempranos de unidad de acción (por ejemplo, la respuesta a la publicación en Madrid de El Fascio, el 16 de marzo de l933), fue principalmente en la primavera de 1934 cuando se desarrolló este proceso, todavía frenado por los dirigentes partidistas.

Se ha considerado esta violencia juvenil, pro o antifascista, relativamente autónoma del movimiento huelguístico que tan fuerte fue en Madrid en estos meses, pero se influyen mutuamente: los grupos fascistas reaccionaron con violencia ante el crecimiento de la agitación obrera, y la violencia debió preocupar, al menos, a parte de los trabajadores, ya que los participantes en esta conflictividad política violenta solían ser principalmente jóvenes, miembros de las organizaciones socialistas o comunistas y también, en muchos casos, de sindicatos de oficio de la UGT. Esta preocupación se reflejó en las propuestas de algunos afiliados a la Agrupación Socialista Madrileña para potenciar la recaudación de fondos para las víctimas de acciones violentas, "teniendo en cuenta la frecuencia con que se cometen atentados personales contra los afiliados a nuestro Partido y a nuestras Juventudes". Además, las huelgas generales políticas, que cobraron importancia en estos meses, fueron seguidas masivamente por los afiliados de la central socialista, mientras los periódicos obreros se hacían eco de esta conflictividad continuamente.

En la nota explicativa del decreto que limitaba la participación de los jóvenes en las organizaciones políticas se recoge un listado de sucesos violentos por motivos políticos protagonizados por jóvenes en Madrid desde el 1 de enero de 1934 hasta la publicación del decreto que muestra la intensidad que alcanzó la violencia juvenil en este período. Hemos de recordar aquí que la Constitución de 1931 estableció el derecho de voto a los 23 años, y diversos estudios sobre la protesta han situado que mientras la posibilidad de una participación política convencional generalmente crece con la edad, la dirección opuesta prevalece con respecto a la conducta de protesta: limitados por la edad de voto, la protesta es a veces la única forma de actividad política eficaz posible para los jóvenes, un modo peculiar de socialización política y "rito de paso" del activismo adolescente al adulto.

El decreto sitúa también el número de detenidos por cuestiones sociales y políticas menores de 21 años hasta el 25 de agosto de 1934 en 470. De estos, califica como de "izquierda" a 367, y de "derecha" a 103. A partir de las profesiones indicadas por el informe se obtiene que 8 de los heridos y 5 de los muertos eran estudiantes (esta cifra puede ser mayor, ya que hay personas de las que no indica ocupación). Y es que los incidentes entre miembros del SEU y de la FUE eran frecuentes: en locales de esta última, en el instituto Lope de Vega, en la Facultad de Medicina, y en otra serie de centros educativos o relacionados con organizaciones estudiantiles se produjeron enfrentamientos en este período. Así, el embajador inglés informaba al Foreign Office en junio de 1934 que el mundo estudiantil estaba en un "estado de efervescencia e insubordinación", a menudo provocado por enfrentamientos entre los estudiantes demócratas y los falangistas o católicos.

Con motivo de la concentración de las JAP en El Escorial, el 22 de abril de 1934, se realizó una huelga general de 24 horas. Ya desde enero, Renovación había planteado que las Juventudes socialistas responderían a este acto, al igual que habían hecho las juventudes comunistas. El 20 de abril hubo concentraciones de obreros en distintas zonas de la ciudad, al parecer convocados por las organizaciones comunistas, y se produjeron enfrentamientos con las fuerzas de orden público, el más importante, frente a la sede de Acción Popular, cuando un grupo de trabajadores disparó con pistolas ametralladoras, en una acción claramente organizada. Fueron heridos dos manifestantes (uno de 18 y otro de 24 años), dos afiliados a Acción Popular (uno de 21 y otro de 27 años) y dos guardias. El día 21 también se produjeron enfrentamientos entre trabajadores y fuerzas de orden, con el resultado de otros dos jóvenes heridos.

La huelga general fue convocada por las Juventudes Socialistas en una octavilla repartida la noche del 21, que reproducirá El Socialista al día siguiente. Madrid quedó paralizada por primera vez en la Segunda República por una huelga política, y las autoridades recurrieron a las fuerzas de orden para mantener los servicios esenciales. En los enfrentamientos violentos, que se sucedieron durante todo el día, entre huelguistas y guardias de seguridad y/o participantes en la concentración tomaron parte principalmente jóvenes, al igual que serán jóvenes la mayoría de los heridos. Fue también la juventud socialista la que, en dos manifiestos, dio por terminada la huelga y ordenó la vuelta al trabajo, lo que muestra que la iniciativa quedó en manos de los jóvenes. Éstos se plantearon utilizar en la protesta medios violentos, como muestra la declaración de uno de los miembros de las milicias socialistas de Madrid, procesado por los sucesos de octubre de 1934, S. Fernández González, que dijo que en esta fecha "fue requerido en la Casa del Pueblo en una secretaría para que se hiciera cargo de una pistola y formando grupo se comprometiera a ir al Escorial". Según M. Tagüeña, las milicias socialistas actuaron por primera vez "desempeñando misiones" en esta huelga, y quizá esto explica el gran número de hechos violentos[7].

El siguiente "hito" en la conflictividad violenta y en el acercamiento de las organizaciones obreras madrileñas fueron los sucesos del 10 de junio de 1934: por la mañana, en los Montes del Pardo, se produjeron enfrentamientos entre comunistas y falangistas, en el que murió un joven falangista y resultaron heridos otros tres; y por la tarde, murieron tres jóvenes socialistas (otro resultó herido), por disparos hechos por falangistas, cuando los primeros volvían de un encuentro de su organización. En el entierro de estos tres jóvenes desfilaron juntas por primera vez las juventudes de los partidos obreros. El mismo 10 de junio hubo también enfrentamientos entre guardias de asalto y grupos de excursionistas obreros, jóvenes principalmente, en diversos puntos de Madrid. Esto llevó al Ministerio de Gobernación, frente a la "reiteración de manifestaciones que a pretexto de jiras campestres o ejercicios de gimnasia se celebran en los alrededores de Madrid, constituyendo a veces actos políticos más o menos disimulados, y degenerando en ocasiones en reyertas que han producido diversas víctimas", a prohibir los grupos en formación con insignias, banderas, y emblemas; establecer cacheos, principalmente los días festivos, en las salidas de Madrid, e imponer multas a las organizaciones que realizasen estos actos[8].

El 29 de agosto murió un miembro del Comité Central de la UJCE, llamado Joaquín de Grado, de 27 años, en un enfrentamiento en Cuatro Caminos con miembros de los Sindicatos falangistas. Su entierro, el día 31, fue un nuevo paso en el acercamiento entre las organizaciones juveniles. El sepelio fue organizado por una comisión formada, entre otras organizaciones (la mayoría sindicatos de oficio), por la UJCE, la Juventud Socialista Madrileña y las Juventudes Libertarias, que realizaron un comunicado conjunto llamando a asistir al acto, como homenaje a todos los militantes obreros asesinados. El entierro destacó por la alta participación (un periódico tan poco cercano a las organizaciones obreras como El Sol habló al día siguiente de más de 20.000 personas) y su contenido simbólico (importante tanto en la organización de los movimientos sociales y la creación de una identidad común como en la acción en sí misma): las juventudes socialistas y comunistas desfilaron uniformadas y puños en alto hacia el cementerio, llevando el féretro cubierto con la bandera de la sociedad de oficio a la que pertenecía Grado y cantando himnos revolucionarios. Incluso una avioneta, pilotada por un socialista, arrojó flores sobre el féretro. En la cabecera de la manifestación iban delegados de las organizaciones socialistas y comunistas, incluyendo diputados y dirigentes de ambas organizaciones, y en el entierro además de dirigentes de las organizaciones comunistas, intervino E. Puente, presidente de la Juventud Socialista Madrileña, que destacó la unidad lograda. Se había convocado también una manifestación, y se produjeron enfrentamientos en distintos sitios de Madrid, y, por lo menos, cuatro heridos.

El rechazo al decreto sobre participación de los jovenes en la política acercó aún más a las juventudes socialistas y comunistas madrileñas. Una manifestación de protesta, convocada por las dos organizaciones de Madrid capital para el 6 de septiembre, tuvo que suspenderse por no ser autorizada. Pero sí se hizo ese día una manifestación unitaria por el mismo motivo en Carabanchel Bajo, lo que indica que la preocupación del gobierno era el orden en la capital del Estado. Ese mismo día, Mundo Obrero anunció que la Agrupación Socialista Madrileña y el Radio Comunista de Madrid habían comunicado que "en reunión celebrada con la participación de la Junta Administrativa de la Casa del Pueblo y otras organizaciones", "se acordó la necesidad de que las organizaciones obreras hagan expresión de protesta" por la Asamblea que el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro (enfrentado a la Generalitat de Cataluña por la ley de cultivos) iba a realizar en Madrid el 8 de septiembre. Se convocó una huelga general, de la cual la Ejecutiva nacional de la UGT no fue informada con anterioridad, según se desprende de su reunión posterior a la huelga, en la que criticó dicha acción. La convocatoria fue firmada por "Los Partidos, Organizaciones y Juventudes proletarias de Madrid".

La huelga se inició a las seis de la madrugada del día ocho y volvió a paralizar por completo la ciudad. Se publicaron El Debate, ABC y Ahora, que fueron vendidos en diversos puntos de Madrid, por miembros de las organizaciones juveniles de derechas. Además, las JAP se ofrecieron a colaborar en los servicios públicos, lo que rechazó el gobierno, que consideró que con la fuerza pública era suficiente. Como vemos la actuación de las JAP y de las juventudes de Renovación Española, solía centrarse más en intentar paliar los efectos de las huelgas que en enfrentarse violentamente a sus adversarios. Los incidentes violentos fueron abundantes, y parte de ellos parecen tener un carácter organizado. Como resultado, hubo 7 muertos en Madrid capital y otro en Carabanchel, 40 heridos y cerca de 400 detenidos. Por el objetivo de la huelga, hay que destacar en primer lugar, los apedreamientos de autobuses que conducían a participantes (y ataques a éstos mismos) de la Asamblea de los agrarios. Pero los enfrentamientos violentos, a cuenta del éxito de la misma huelga como paralización de la ciudad fueron los más abundantes, destacando los apedreamientos de tiendas y servicios de transporte público y los enfrentamientos con las fuerzas de orden, que actuaron muy duramente ante una acción considerada ilegal, se clausuraron los centros obreros socialistas, comunistas y anarquistas y varios dirigentes fueron detenidos. En estos enfrentamientos volvemos a encontrar jóvenes: los periódicos hablaron de "muchachos", "muchachas" y "mozalbetes" y entre los heridos y muertos hubo bastantes menores de 23 años. Las organizaciones obreras vieron el éxito de la huelga como una muestra de las ventajas de la actuación conjunta y aumentaron su confianza en la posible victoria de una acción insurreccional.

La unidad de acción de las organizaciones madrileñas tuvo su culminación en el acto conjunto de la Juventud Socialista Madrileña y las Juventudes Comunistas de Madrid, celebrado en el Stádium, el 14 de septiembre de 1934. Éste fue algo más que un acto juvenil, por la intervención de representantes de los dos partidos respectivos, y por la importancia en sus respectivas organizaciones de los oradores designados. Aunque organizado formalmente contra el decreto del Ministerio de Gobernación que regulaba la acción de los jóvenes en la política, de éste fue de lo que menos se habló en las intervenciones, que criticaron la situación de la República, defendieron la toma del poder por parte de las organizaciones obreras, con una gran confianza en un éxito no lejano en el tiempo (creencia que aumentó por el gran número de participantes en el acto (unos 80.000, según cálculos de las fuerzas de orden), apoyaron la unidad de acción, la revolución y la dictadura del proletariado. La escenografía del acto fue cuidadosamente preparada, incluyendo elementos paramilitares. El Socialista destacará en su número siguiente que "las milicias socialistas y comunistas evolucionaron [desfilando "militarmente"] para situarse en el centro del campo, ... en tanto que se vitoreaba entusiásticamente al ejército rojo", se cantaron la Internacional y los himnos de las juventudes comunistas y socialistas y se izaron banderas rojas. El gobierno acordó no autorizar ningún acto público a partir del sábado 15. La dirección socialista también buscó frenar conscientemente todo tipo de actos y ya sólo habrá hechos aislados hasta la insurrección de octubre de 1934.

Las milicias socialistas madrileñas.
La conformación de las milicias socialistas madrileñas no hubiera sido posible sin la participación de las Juventudes. Ya el IV Congreso de la FJS había acordado su creación. En febrero de 1934, el Comité Nacional de la FJS envió una circular a sus federaciones en la que ordenaba "que en un plazo muy perentorio ... organicen las milicias juveniles armadas", buscasen medios de armarse y controlasen a los "enemigos". En el V Congreso, la organización de Madrid fue una de las que pidió que se activaran. Y es en Renovación donde se encuentran las mayores referencias a las milicias. Ya en diciembre de 1933 estableció los elementos necesarios para la revolución: "la preparación revolucionaria que se nos pide" es "la preparación material para una insurrección violenta y armada", capaz de hacer frente con garantías de éxito a las fuerzas de represión del Estado: "Una preparación técnica que exige la actual teoría del golpe de Estado: militarización de los cuadros de choque; disciplina autoritaria de arriba a abajo; armamento"; recordó también que la idea había sido de las juventudes: "de estas columnas es de donde primeramente salió la consigna de militarizar nuestros cuadros"[9].

Renovación introdujo, en febrero de 1934, las instrucciones para la organización de las milicias en un artículo titulado "Decálogo del jóven socialista", que recoge la misma organización que después dará el comité revolucionario socialista: los jóvenes socialistas "deben acostrumbrarse a las movilizaciones rápidas, formando militarmente de tres en fondo"; "cada nueve (tres filas de tres) formarán la década, añadiendo un jefe". Establecía una disciplina férrea: "El jefe supremo debe ser ciegamente obedecido, como asimismo el jefe de cada grupo"; y el deber de los jóvenes socialistas era sobre todo armarse, como sea, donde sea y "por los procedimientos que sean... mientras haces todo lo posible por desarmar al enemigo". Las excursiones y reuniones de las juventudes debían tener como fin "calcular los efectivos juveniles, endurecer la disciplina, perfeccionar la táctica militar ... Hacer ... de cada reunión de Juventudes lo que en el ejército se denominan maniobras". Renovación reprodujo también ese mismo mes textos del libro de A. Neuberg (en realidad obra colectiva de varios especialistas políticos y militares comunistas (Togliatti, Ho-Chi-Minh, ...) publicado bajo seudónimo y titulado La insurrección armada, cuya primera edición española es de 1932), un verdadero tratado práctico de la insurrección, "por considerarlo de trascendental interés en los momentos actuales" y situando que "las Juventudes Socialistas deben leerlos, estudiarlos, comentarlos y adaptarlos a sus características locales". Los textos seleccionados conforman una serie de consejos prácticos sobre el combate callejero en las ciudades, y los veremos aplicados casi textualmente en las instrucciones enviadas por los socialistas. Renovación también intentó atraerse a los miembros de los cuerpos armados, publicando noticias sobre su situación y las reivindicaciones socialistas en favor de soldados, guardias de asalto, etc.

Al plantearse el PSOE la realización de un movimiento revolucionario, las milicias de las juventudes quedaron vinculadas a éste. Aunque el comité revolucionario madrileño quedó conformado por Rafael Henche (miembro de la Junta Administrativa de la Casa del Pueblo) por la UGT; Manuel Albar, por el PSOE (diputado socialista y dirigente de la Agrupación Socialista Madrileña) y Enrique Puente, por la FJS, se decidió que de la organización de las milicias madrileñas se encargara el propio Largo Caballero, que reclamó la cooperación de Puente, Luis Menéndez y el italiano Fernando de Rosa, todos ellos jóvenes. Las milicias socialistas de Madrid se organizaron en cuatro sectores, de los cuales los más preparados, y también los que más actuarían en octubre, fueron el primero y el segundo, dirigidos por dos miembros de las Juventudes Socialista, José Laín (vicesecretario de su comité ejecutivo nacional) y F. de Rosa. Cada sector se dividía en compañías, y éstas en escuadras.

A partir de los datos personales de los milicianos recogidos en el proceso, se puede decir que era una organización moderadamente jóven: los 54 procesados que se pueden considerar miembros de las milicias (hay otros procesados, generalmente de mayor edad o mujeres, que sólo participaron en el traslado o almacenamiento de armas) tienen una media de edad de 28'7 años (no contamos con la edad de todos y tampoco están en este proceso "todos los que son", ya que hubo varios que se fugaron al extranjero, otros fueron procesados en juicios sumarios, y otros nunca fueron detenidos). La distribución por edades muestra más su juventud: hay 32 que tienen entre 18 y 29 años, 16 que tienen entre 30 y 40, y sólo cinco que tienen entre 41 y 50 e incluso un miliciano que sólo tiene 17 años.

La juventud en octubre.
También en las acciones violentas más importantes realizadas en Madrid durante la insurrección de octubre de 1934 participaron principalmente jóvenes, e, ineficaz el comité revolucionario socialista, la escasa coordinación y dirección que hubo en Madrid, fue realizada por los miembros jóvenes de las milicias: E. Puente permaneció durante cuatro o cinco días en un domicilio particular situado en Fernández de los Ríos 25, donde tenía una especie de "cuartel, recibía instrucciones y daba órdenes". Los dirigentes del primer y segundo sector de milicias, F. de Rosa y J. Laín se reunieron varias veces (la última el 13 de octubre) durante el movimiento. También se reunió Laín con los dirigentes de su sector, y uno de ellos declaró que hasta el viernes doce de octubre, en que vio "por última vez al Laín, ..., estuvo por las mañanas en el paseo de Alberto Aguilera, sobre las once horas, acudiendo a estas citas todos los jefes de escuadra,... y los muchachos que servían de agentes de enlace entre ellos ", dándoles el 12 de octubre la orden de volver al trabajo[10]. Las Juventudes también tendrán su "martir" madrileño, Ángel San Juan, de 21 años, muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de orden en el Círculo Socialista de Prosperidad, en la noche del cuatro al cinco de octubre, del que el PSOE pedirá a la Juventud Socialista Madrileña un retrato y datos biográficos para la memoria del congreso del Partido previsto para el año 1936 y que no llegó a celebrarse.

Las octavillas realizadas por las organizaciones juveniles madrileñas (principalmente comunistas) durante los sucesos de octubre, fueron abundantes, destacando una firmada conjuntamente por las juventudes comunistas y socialistas de Madrid, dirigidas a los "jovenes trabajadores", que parece indicar un desbordamiento de las segundas por las primeras o, al menos, un mayor control de recursos propagandísticos por los comunistas, ya que utiliza un lenguaje que no era el de las Juventudes Socialistas, sino que refleja aquellos elementos que éstas rechazaron en las reuniones con la UJCE que hemos visto y que los comunistas mantenían a ultranza: soviets, comités de barriadas, alianzas obreras y campesinas. Contamos también con otra octavilla, más cercana a la política de las organizaciones socialistas, y que recuerda las convocatorias de la huelga de septiembre, ya que, dirigida también a los "jóvenes trabajadores de Madrid", está firmada "por las organizaciones madrileñas, el comité ejecutivo". Pedía "radicalizar la huelga e impedir que se restablecieran los servicios" (que, según varios miembros de las milicias socialistas, fue la consigna que se les dio)[11]. Con todos sus errores, improvisaciones e incoherencias, octubre de 1934 fue el principal fenómeno miliciano en Madrid anterior a la guerra civil y fue obra principalmente de los jóvenes.

Fueron también jóvenes principalmente los que llevaron a cabo la reacción social contra la movilización obrera: ya el viernes cinco de octubre, las autoridades encargaron diversos servicios de abastecimiento de hospitales, asilos y mercados a las juventudes radicales, de Acción Popular, de Renovación Española y carlistas, que durante todos los días de huelga, prestaron servicios en tranvías, transporte y aprovisionamiento de mercancías, fabricación de pan y aprovisionamiento a colegios. El domingo siete, se ofrecieron a las autoridades los miembros de las juventudes del Partido Agrario para prestar servicios municipales, y Falange Española, un partido caracterizado por su juventud, organizó una manifestación de apoyo al gobierno que culminó en la Puerta del Sol. Los periódicos que se publicaron fueron vendidos por jóvenes simpatizantes de la ideología de éstos: así las JAP vendieron El Debate, mientras que las escasas juventudes de RE hicieron lo mismo con ABC.

Tras los sucesos de octubre, el enfrentamiento dentro de las organizaciones socialistas entre el sector "centrista" e "izquierdista" aumentó y tuvo su reflejo también en la juventud. Aunque los miembros de las organizaciones madrileñas y de las milicias mantuvieron su apoyo al sector izquierdista (como se refleja en una comparación de las listas de apoyo publicadas por Claridad y El Socialista, tras la dimisión de Largo Caballero de la presidencia del PSOE, en diciembre de 1935), los jóvenes socialistas presos en la cárcel de Oviedo dirigieron una carta a su comité ejecutivo nacional en la que le pedían explicaciones por los sucesos de Madrid: "los jóvenes que hemos luchado en las barricadas necesitamos saber por qué habeis sido detenidos antes de estallar la revolución; por qué 90.000 (sic) brazos del Metropolitano de Madrid han quedado petrificados; por qué mientras permanecíamos los asturianos empuñando el fusil se ordenaba la vuelta al trabajo donde los trabajadores podían contar con suficientes medios de lucha ... ", a la vez que criticaban su propuesta de bolchevizar el partido y pedían una alianza electoral con los partidos republicanos de izquierda, lo que muestra que la división existente en el PSOE se daba también en su organización juvenil[12].

La represión afectó en mayor o menor medida a todas las organizaciones juveniles progresistas: como cuenta Tagüeña, "las asociaciones profesionales de estudiantes habían sido expulsadas de sus locales universitarios y los falangistas, prácticamente, eran los dueños de la Universidad. El fracaso de la revolución de octubre resolvió la pugna entre la FUE y la Falange en provecho de esta última". A la vez, acercó aún más a las organizaciones juveniles obreras. La FJS y la UJCE crearon un comité de enlace a nivel nacional y también uno específicamente madrileño, como sitúa una octavilla de la Juventud Comunista de Madrid, de fecha muy cercana a los sucesos de octubre. Finalmente las juventudes socialistas y las comunistas se unieron en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), en un proceso poco estudiado. Las organizaciones madrileñas celebraron su congreso provincial de unificación el 2 de julio de 1936, con representantes de 7000 militantes. Aunque, según Tagüeña, "la fusión de las Juventudes Marxistas en la Juventud Socialista Unificada (JSU) no fue acompañada de la de sus milicias que siguieron independientes", aunque las milicias socialistas "en realidad, no eramos más que unos pocos centenares de hombres apenas armados" en julio de l936".

Notas
[1] Decreto de 28 de agosto de 1934. Se puede ver tanto en EL Debate como en El Sol del 29/8/34, en el primero en la página 2, en el segundo en la p. 4. Este trabajo ha sido posible gracias a una beca de formación de personal investigador de la Comunidad de Madrid.
[2] Renovación, órgano de la FJS, 2/12/33, p. 2; la carta de la Federación Provincial en Fundación Pablo Iglesias (FPI), AH 62-57, f. 3.
[3] Renovación, sobre las otras "corrientes" del PSOE ver 23/12/33 y 7/7/34, p. 1; el papel de la juventud en 9/12/33, p. 2 y 18/4/34, p. 1; la valoración de la Ejecutiva del PSOE en FPI, AH II-1, Actas CE PSOE, 1934.
[4] Renovación, la primera cita del 4/11/33, p. 3; la segunda, del 6/1/34, p. 4; la tercera del 2/12/33, p. 1, el resto del 14/7/34, p. 4. La camisa roja era el uniforme de las juventudes socialistas.
[5] Renovación, 1/9/34, p. 1. Las Juventudes Socialistas se habían reunido también con las Juventudes Libertarias, pero esta reunión no tuvo consecuencias prácticas (Ver Renovación, 22/9/34, p. 4).
[6] Los heridos de organizaciones socialistas se reparten de la siguiente forma: 2 UGT, 2 FJS, 1 FUE (aunque lo hemos incluído aquí, también puede ser comunista); los muertos son 1 de la UGT, y otro de la FJS.
[7] La fuente principal para el conocimiento de las milicias socialistas de Madrid es la causa judicial que se siguió contra parte de sus miembros por los sucesos de octubre de 1934 en Madrid, conservada en el Archivo Histórico Nacional, Salamanca (AHN (S), sección militar (SM) carpetas 343 a 347, la cita en 343, f. 499. TAGÜEÑA, M., Testimonio de dos guerras, México, Oasis, 1973, p. 61 [8] Ver El Socialista y El Sol, 12/6/34, p. 2 en ambos.
[9] AHN, Madrid (M), Fondos Tribunal Supremo, Reservados, Expediente 53, Largo Caballero, f. 173, circular nº. 2 del 7/2/34; Renovación, 28/7/34, p. 1.
[10] AHN (S), declaración de A. Martín, SM 343, f. 250 recto; de S. Calvo, SM 343, f. 180 y de F. de Rosa, PS MADRID, 1908, 7ª.pieza, f. 10.
[11] Archivo Histórico del PCE (APCE), la primera octavilla comentada en film X (130); la segunda en film X (125). [12] FPI, AH 26-11, correspondencia PSOE-CE, JSE-CE.

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