El debate sobre la despoblación en Teruel: Despoblación y Memoria.

Pedro Peinado
Presidente de la Gavilla Verde
TRIBUNA ABIERTA
DIARIO DE TERUEL 28/10/2009

He leído con interés la Tribuna Abierta por el colectivo Sollavientos en DIARIO DE TERUEL y no quería dejar pasar esta oportunidad para
terciar, por ser este un motivo de reflexión en numerosos foros rurales y del que no somos ajenos en La Gavilla Verde. Quisiera arrancar diciendo que coincidimos con el escrito de Alejandro J. Pérez Cueva. Su conclusión es demoledora por certera: “estamos ante la desaparición de una forma de habitar el territorio”.

Aceptar esa visión nos lleva a un nuevo escenario que obliga a preguntarnos ¿por qué ha sucedido este proceso de desintegración de las sociedades rurales y cómo queremos que sea esa nueva forma de poblar el medio rural? Otro día hablaremos de esto último. Antes debemos hacer memoria.

La propiedad y la tardía mecanización. Dos son las causas motrices de la actual situación de crisis demográfica: La propiedad de la tierra y la tardía mecanización del campo. A la primera, se quiso poner solución en el pasado, solo hace falta recordar los procesos de desamortización y la Ley de Reforma Agraria republicana. Ambos procesos perseguían la creación de una burguesía agrícola y frenar el poder y la mala gestión que la Iglesia, los aristócratas y los terratenientes hacían de sus discutibles pertenencias mientras la gente pasaba hambre. Ahora, hay más tractores que gente en los pueblos y como titula Julia Escorihuela su artículo, era muy duro vivir en el medio rural, podemos discutir, como ella hace, si ahora es duro, pero en el pasado convenimos que lo fue para los agricultores, ganaderos y trabajadores del campo, de la mina y del monte que no podían afrontar esa mecanización pues sus recursos económicos eran escasos, cuando los había. La única arma era llenar la casa de hijos, pero cuando estos marcharon se abandonó la agricultura productiva para dar paso a la agricultura de subsistencia. La emigración económica sería el factor determinante, pero deberíamos detenernos en analizar si hubieron otras causas y nosotros afirmamos que antes o a la par de la económica hubo una emigración política.

La república, el franquismo y la resistencia. Consideramos que se debe incluir en nuestros argumentos tres procesos políticos acaecidos en el siglo pasado que aún determinan nuestro presente y nuestro futuro: El advenimiento de la II República, la Guerra y la resistencia a la dictadura. El primer proceso, es emblemático pues supone el mayor esfuerzo para modernizar y democratizar nuestra sociedad. Nuestra guerra fue el primer episodio provocó el colapso de nuestra sociedad y destruyó, a parte de todas las ilusiones republicanas, la pérdida de numerosos medios humanos y materiales de los que se tardó en recuperarse décadas a nivel cuantitativo y nunca cualitativamente. La resistencia a la dictadura, protagonizada por los guerrilleros antifranquistas en nuestras tierras y las técnicas represivas para aniquilarlos, acabó por demoler a la sociedad rural. Se generó un nuevo escenario donde sólo podían gobernar los vencedores. A ellos, hay que atribuir la responsabilidad de la situación actual pues contando con todos los recursos y sin oposición alguna fueron incapaces de modernizar las sociedades rurales.

El poder, tras la guerra, no nace de la convención social, sino de la imposición. No es representativa del marco social de posguerra, sino del terror. Aunque no es una ley general, convendríamos que las personas afines a los valores republicanos, representaban el ansia de cambio que nuestro país necesitaba y formaban una red social innovadora e intelectualmente avanzada en los pueblos. Los que vencieron, representaban el inmovilismo, el mantenimiento de los privilegios de unos pocos y el carácter tradicionalista que ha gobernado nuestro país secularmente. Una élite rancia y holgazana incapaz de asumir que la educación y el voto debían ser universales y que todos debían tener acceso a la propiedad y al trabajo. La guerra condenará a los perdedores a la cárcel y al exilio y en las poblaciones rurales a una vigilancia asfixiante que les obligará a buscar nuevos horizontes.

Y en eso llegó el maquis. La aparición de la guerrilla marcará otro capítulo de violencia política. Independientemente de la simpatías que despierte la resistencia armada al franquismo, los guerrilleros representaran un peligro eminente para los que favorecían la dictadura, pero también a los que habían luchado contra ella. Las personas que apoyaron a los guerrilleros serán víctimas de unas políticas represivas de gran envergadura. Pero la represión no tenía ojos ni corazón y con la aparición del Decreto Ley de Bandidaje y Terrorismo y el nombramiento del General Pizarro como Gobernador de Teruel, con supremacía sobre los gobernadores de las provincias vecinas, abrirán un periodo de despoblación forzosa de incalculables consecuencias.

Hemos asistido a relatos de víctimas de la represión en los que se repetía el consejo que recibían de los guardias más humanitarios: Váyanse, busquen otro lugar para vivir, aquí es imposible y la muerte acecha. Y eso ocurrió. Las personas de izquierdas, aquellas que contestaban la implantación de la dictadura y la desaparición de sus derechos, hubieron de huir de sus pueblos, cuando no fueron encarcelados o murieron por “auxiliar a los bandoleros”. No pocas personas conservadoras siguieron su ejemplo, a pesar de contar con los medios necesarios para seguir trabajando hubieron de huir pues faltaba la seguridad para realizar sus tareas con normalidad. La fiscalización de la producción y el estraperlo serán también determinantes. El racionamiento se mantuvo más allá de lo razonable por los beneficios que obtenían de él las autoridades y estraperlistas y por la coherción que significaba para el campesinado sin herramientas para organizarse y defender sus derechos. Se podría aceptar la mayor o menor importancia de este hecho. No puede aceptarse que debamos obviar estos procesos para analizar las causas de nuestra actual despoblación. Habría que añadir el nulo interés que el franquismo tuvo por el campesinado, por las provincias de interior, las que seguimos huérfanas de infraestructuras y servicios, si no eran para realizar tareas de control social. El franquismo gastará todos sus desvelos en la necesaria industrialización del país y en el olvido del sector primario.

La democracia. Llegada la democracia nos encontramos con diversas paradojas. La primera es que en treinta años de ayuntamientos democráticos y de políticas europeas de desarrollo rural, se han mostrado incapaces de parar este proceso de consecuencias terribles. La otra paradoja, es que contamos con unos servicios impensables treinta años antes, cuando los pueblos son una especie de geriátricos autogestionados y donde el llanto de un niño es motivo de alegría. En los pueblos no se vive mal, se vive de lujo en comparación con los problemas de desarrollo personal y laboral que los ciudadanos pueden encontrar en los suburbios de la ciudad estado. Pero, claro, pueden ir al cine.

Existe la sospecha que no hay interés institucional por la repoblación, al contrario, existen fuertes intereses para que nuestros pueblos acaben vaciándose. Por un lado, ahorraría cantidades importantes de servicios y, por otro, habría un fácil acceso a nuestros recursos sin resistencia para poderlos explotar o como mínimo para levant ar vallados que generaciones futuras deberán tumbar. Víctor Manuel Guíu, lo escribía en esta páginas “En nuestra mano está, al menos, alzar la voz para impedir que se esquilmen los últimos recursos que contiene. En nuestra mano está, al menos, alzar la voz para impedirlo.” Podemos dar por muerta una cultura, una forma de vivir que si no estamos atentos y la registramos, perderemos una riqueza brutal: toponimia, oficios, artes, gastronomía, silvicultura e incluso la propiedad de la que se adueñan avezados amigos de lo ajeno con la manipulación de catastros y registros. Ya saben que cuando un cadáver entra en descomposición, aparecen los carroñeros. Resistiremos, en eso no hemos cambiado ni debemos.

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