El último maquis de la provincia fue enterrado en Quesada.

Luis Miguel Sánchez Tostado
Revista Cultural de Quesada, agosto 1998

En 1952 fue abatido por la guardia civil y enterrado en el cementerio de Quesada uno de los últimos guerrilleros antifranquistas.
Como cada año, para dar continuidad a mi compromiso de colaboración con la revista cultural de Quesada a través de una serie de artículos históricos, presento esta vez un curioso suceso que acaeció no hace demasiados años y que tal vez rescate de la sentina del olvido algunas páginas de nuestra historia reciente, deliberadamente calladas.

El grave conflicto bélico que sacudió a España entre 1936 y 1939 motivó que miles de represaliados políticos de uno y otro bando debieran abandonar sus provincias huyendo de una muerte segura. Pero fue a partir de la conclusión de la contienda cuando millares de excombatientes republicanos abandonaron el país con destino a otros Estados que facilitaron su asilo político, especialmente Francia donde con­cluyeron cientos de miles de refugiados.

Muchos de estos españoles, convencidos de su lucha contra el fascismo, se enrolaron con las tropas del general Degaulle colaborando con éxito, mediante la guerra de guerrillas, en la liberación de varias ciudades francesas que habían caído en manos de los nazis durante la 2ª Guerra Mundial. Estos guerrilleros fueron conocidos con el nombre de "Maquis", voz francófona asociada a monte, bos­que. Por tanto el maquis será el emboscado.

Mientras tanto, en España, aquellos que no tuvieron la fortuna de alcanzar el exilio fueron víctimas de una feroz represión durante los años cuarenta. Una década oscura y triste en la que se batieron todos los récords en hacinamiento penitenciario y número de ejecuciones[1]. El uno de abril de 1939 la población reclusa en España ascendía a 100.262 presos y a finales de ese mismo año a 270.719. Concluida la contienda se condenó a muerte a 22.000 españoles, según la cifra más moderada citada por el general Salas de Larrazabal. En 1941, sólo en la capital jiennense, se contabilizaron más de 6.000 reclusos[2].

Ello motivó que centenares de jiennenses pasaran muchos años emparedados en fosas, pozos, cuevas o falsos techos a la espera, infructuosa, de que una amnistía política pusiera fin a un odio exacerbado, que acabara con la angustiosa situación sufrida tras una guerra cruenta. Pero la esperada amnistía tardó nada menos que treinta años en pronunciarse (1969)[3].
A diferencia de los Maquis, estos huidos fueron conocidos como los "Topos" por vivir bajo tierra o entre paredes. En cambio, los primeros, con una rebeldía guerrillera basada en la defensa del régimen republicano, se adentraron en las fragosidades de las serranías más inaccesi­bles, donde ubicaron sus bases realizando una lucha de guerrillas que trajo en jaque a la Guardia Civil hasta bien entrados los años cincuenta.

Los hubo de variado perfil: exalcaldes, exconcejales, miembros del Frente Popular, representantes sindicales, ideólogos, reaccionarios o hui­dos de cárceles y campos de concentración. Incluso delincuentes comunes que se beneficiaron de la infraestructura guerrillera para cometer sus fechorías. Pero la sierra también acogió a pobres infelices que intentaron sobrevivir sumidos en una pobreza de solemnidad. Muchos familiares, vecinos o simplemente conocidos de los huidos debieron sumarse a ellos en un intento desesperado de escapar de las torturas de los vencedores de la guerra en su pretensión de localizar a toda costa el paradero de los resistentes. Continuos registros domiciliarios, requisas, detenciones y malos tratos fueron las armas más temidas por los enlaces y colaboradores de los huidos.
No se reparó en medios para acabar con la presencia de los ”bandoleros” en las sierras (nombre utilizado por el régimen para designar a los guerrilleros, pues siempre se ocultó su presencia en la sierra para evitar levantar la moral de los vencidos). Una metódica y escrupulosa censura moral y política sesgó durante décadas el derecho a la información general. Los sabotajes, atentados y golpes económicos pocas veces se dieron a conocer. Sólo una mínima parte de ellos llegaron a publicarse en los diarios bajo titulares de engrandecimiento a la eficacia policial en la captura de forajidos.

El régimen franquista ocultó deliberadamen­te este problema político al que tuvo que hacer frente no sin esfuerzo y un coste humano que aún hoy es desconocido aún en toda su dimensión. Según fuentes de la guardia civil[4], más de 6.000 maquis recorrieron las sierras del país. Entre 1943 y 1952 fueron muertos en combates 2.302 guerrilleros y 3.846 fueron encarcelados tras haber sido heridos. La mayoría de éstos fueron posteriormente fusilados. Por parte de las fueras de seguridad dicha fuente contabiliza 339 muertos[5] y 658 heridos. Igualmente reconoce el encarcelamiento de nada menos que 20.000 personas. Sobrecogedoras cifras que, aún siendo escasas, pues insistimos en la minimización de las estadísticas por parte de la Benemérita, reflejan por sí solas la envergadura del fenómeno.
Al acabar la guerra el número de excombatientes huidos fue tal que era difícil no encontrar familias en el ámbito rural que no oculta­ron a alguno de sus miembros buscado por el hecho de haber combatido defendiendo a la República. Sobre todo en los pueblos serranos.

Las denuncias por dar albergue a los huidos rojos proliferaron en los primeros años de postguerra. Incluso se convirtieron en arma arrojadiza de taimadas venganzas personales. Tal es el caso del sacerdote coadjuntor de la Parroquia de Quesada, don Miguel Tíscar Tíscar, quien denunció en 1949, inducido por varios osenses, al farmacéutico de Huesa, don Alfredo Segura García del Río y a su hijo, el alcalde don Aurelio Segura Fajes, por haber dado cobijo en su casa a dos huidos rojos, uno de ellos sobrino del primero.[6]

El escándalo fue sonado. Se inculpó a dos de las personalidades derechistas más destacadas. El resultado: cuatro procesados y el coadjuntor arrestado en la parroquia de San Nicolás de Toledo. Un incidente curioso por el hecho de que tanto denunciante como denunciado, procedía del mismo círculo conservador lo que hizo sospechar que se trató de una trama para acabar con la figura del alcalde y la reputación del farmacéutico, hombre de una considerable influencia en Huesa durante los años cuarenta. El hecho de haber interpuesto la denuncia con diez años de retraso así parece demostrado.

Finalmente, como solía ocurrir con frecuencia en los procesos abiertos contra las "personas de orden" el sumario quedó sobreseído pero bien pudiera servimos como ejemplo de cómo el fenómeno del maquis inundó el ámbito jurídico-militar afectando incluso a personas de tendencia conservadora, si bien, en la mayor parte de las sentencias, a las que he tenido acceso la balanza de la justicia se inclinó abiertamente ante los antecedentes políticos de los encartados.

En los primeros años de la postguerra fueron numerosas las partidas de maquis que recorrieron la provincia. Las capitaneadas por los hermanos "Jubi­les" (procedentes de Córdoba), o las de "Vidrio" y "Torrente de Andalucía" localizadas en las estribaciones de Sierra Morena. Las partidas de "Salsipuedes" y "Cencerro" actuaron en la sierra sur de la provincia mientras que las de "Pajuelas", los hermanos "Chaparros" y el "Sargento Chamorro" lo hicieron en Sierra Mágina, por citar algunas de las más populares.

Pero el problema de la resistencia guerrillera adquirió verdaderas connotaciones bélicas a partir de 1945 cuando, una vez muerto Mussolini y reconquistados los últimos bastiones del nazismo por las tropas aliadas, el régimen totalitario del general Franco se quedó sin apoyos en Europa. El aislamiento internacional impuesto a España, la referida derrota de los países del Eje y el apoyo de Rusia al gobierno de la República en el exilio, dio lugar a una masiva entrada de eufóricos maquis españoles por el valle de Arán. Una estratégica de "reconquista" mal planeada y dirigida fundamentalmente por lo cuadros del PCE.

Con la entrada de más de diez mil guerrilleros se intentó el ambicioso proyecto de reclutamiento y adiestramiento de los huidos en las sierras así como una campaña de proselitismo dirigida a espolear un levantamiento popular contra el Caudillo. Pero los planes no salieron como se esperaban y los montes fueron sembrados de cadáveres. Si bien algunos de ellos consiguieron atravesar el país y coordinar diversas actividades clandestinas en algunas regiones de España que, finalmente, fueron contundente y progresivamente exterminados por la guardia civil. Instituto que capitalizó casi en exclusiva la lucha antiguerrillera.

Es a partir de 1949 cuando la guerrilla se desmorona abandonando su resistencia en los montes. Tal vez debido al estrepitoso fracaso de los batallones guerrilleros en la frontera pirenaica y al cambio de postura de Stalin que propuso a los representantes del PCE un cambio en la lucha antifascista optando por el abandono de la acción armada a favor de una paulatina introducción de cuadros en el sindicato vertical.

Con este panorama, la desilusión y el desaliento hicieron mella entre los huidos y muchas partidas se disuelven de motu propio. La red de enlaces comenzó a caer, lo que dio lugar a la captura, por delación, de un gran número de guerrilleros.

Andalucía asistió a las últimas acciones de los maquis en 1951. El teniente coronel Francisco Sánchez Aguado documenta la última refriega en la provincia de Jaén el 13 de mayo de 1951 en la que fue muerto "Vidrio" y "Quina" en el término de Andújar. En cambio, como veremos más adelante, no será este el último encuentro mortal entre maquis y guardia civil en tierras jiennenses.

Málaga y Granada fueron las provincias andaluzas donde se establecieron más sólidamente. En ellas se libraron sangrientos combates con centenares de muertos Y los robos y atracos se contabilizaron por miles. Uno de los grupos clandestinos que más resistencia ofreció fue el conocido como "Agrupación Roberto" que llegó a tener en sus filas a más de doscientos hombres.

En las postrimerías de los cuarenta las conti­nuas bajas producidas en los choques armados mermaron considerablemente la operatividad de esta agrupación la cual se vio obligada a abandonar las sierras malagueñas adentrándose en las granadinas. El 7° Batallón ocupó una amplia demarcación en torno a la sierra de Loja y, en 1950, se adentran en los términos de Gorafe, Fonelas, Villanueva de las Torres y Baza[7], muy próximos al término de Pozo Alcón con el que linda la provincia granadina.

La guerrilla de “Pablo el de Motril”

Supervivientes del grupo de Pablo “el de Motril” a poco de alcanzar el exilio francés. Agachado y a la derecha Pablo Pérez Rubiño, jefe de la guerrillaOtra unidad dependiente de esta agrupación fue la capitaneada por Manuel Pérez Rubiño, más conocido como "Pablo el de Motril" quien, con sus nueve hombres, se instaló, a finales de 1951 en la sierra de Cazorla recorriendo también los términos de Pozo Alcón y Quesada. Sierras, por cierto, muy despobladas de maquis pese a su vasta extensión, siendo más bien refugio de ermitaños e inactivos huidos que de verdaderos guerrilleros, pues la memoria de los mayores documentan hechos armados muy esporádicos en comparación con la frenética actividad en Sierra Morena o la Sierra Sur en la provincia de Jaén, o con los encarnizados choques acaecidos en las provincias de Málaga (sobre todo en la serranía de Ronda) y Granada (las Alpujarras y Loja), provincias en las que se llegó á declarar el estado de guerra en 1946.

El 15 de noviembre de 1951 abandonó el grupo Francisco López Pérez ("Polopero") que fue lugarteniente de "Pablo" en el pueblo granadino de Charches. Después de colaborar con la guardia civil y delatar a varios compañeros, le fue aplicada la "ley de fugas" en enero 1952. Su puesto lo ocupó "Ramiro". Finalmente dicha unidad, tras permanecer algunos meses en la cortijada de el Raposo (Baza), decidieron establecer su base en la sierra de Cazorla donde su búsqueda era menos enconada. Se instalaron en el Torcal del Lobo, junto al río Guadalentín. Y es precisamente de este grupo de donde surge el protagonista de nuestra pequeña historia.

Durante los meses de enero y febrero de 1952 el grupo visitó con cierta frecuencia las aldeas quesadeñas de Belerda y Don Pedro donde se ganaron la confianza de algunos pastores a los que entregaron gratificaciones económicas por sus servicios. El día 8 de enero se presentaron en el Cortijo del Tío Inocencio de Belerda con el fin de hacerse con el dinero de la venta de ovejas del vecino Antonio Guerrero (más conocido por "Largueras") el cual se resistió defendiéndose con un hacha y recibiendo un disparo de los asaltantes. Sin conseguir su objetivo optaron por secuestrarlo junto a otros tres más, uno de ellos fue Juan Pastor, médico de Quesada, con el que se cruzaron los huidos. Por el rescate consiguieron 50.000 pesetas, considerable botín para la época.
Alertada la Guardia Civil envió a sus efectivos sin conseguir más que la detención de algunos pastores acusados de no denunciar la 'presencia de malhechores". Uno de ellos, Antonio Quiñones, fue sometido a intensos interrogatorios y, según los testimonios recogidos, fueron estas presiones las que le condujeron al suicidio cuando fue llamado a un nuevo interrogatorio.

El grupo de "Pablo" permaneció oculto hasta el 25 de febrero en que fueron avistados. Pero, veamos cómo sucedieron los hechos.
En la tarde de dicho día el guardia forestal del Carrascalejo avistó el campamento en el Torcal del Lobo, en el término de Cazorla. Moviéndose con gran sigilo para no ser visto, dio aviso a la guardia civil. Ya de anochecida, fue requerido el vecino de Quesada Francisco Martínez Zamora para poner su camión Ford a disposición de la benemérita. Así, a primera hora del día siguiente Francisco, acompañado del ayudante conocido como "Galleguito", condujeron hasta la caseta forestal del Hornico (próxima a la Nava de San Pedro) a un grupo de ocho guardias.[8] Allí se les unió otro grupo procedente de Pozo Alcón con los que emprendieron el camino a pie hasta llegar al campamento. Con gran precaución, los guardias rodearon a los huidos quienes, viéndose descubiertos, trataron de huir. Se inició entonces un violento tiroteo con el resultado de un guerrillero muerto aunque el resto del grupo consiguió escapar abriéndose paso con granadas de mano. Acto seguido se dispersaron.

El fallecido fue identificado como Manuel Calderón Jiménez, alias "Cubano" aunque en la sierra cambió su apodo por el de "Ramiro". Se le intervino un viejo fusil soviético que tal vez fuera responsable final de su muerte pues se pudo comprobar que intentó defenderse infructuosamente. Se dice que su arma se encasquilló o que los proyectiles estaban en mal estado pues no consiguió abrir fuego.

Su cuerpo inerte fue cargado en una mula y trasladado al camión en el que fue conducido hasta Quesada donde, una vez practicada la autopsia, fue enterrado, evitando indiscretas miradas, en la oscuridad de la noche del día veintiocho. Manuel Calderón era natural de Ítrabo, un pequeño pueblo situado en la granadina sierra de los Grájares. Estaba soltero y tenía treinta años. Fue sepultado en una fosa común en el "corralillo de los ahorcados" del cementerio quesadeño. Una porción de tierra separa del campo santo y reservada, en aquellos tiempos de fundamentalismo católico, para los suicidas, niños sin bautizar, ateos y apostatas en general que no eran dignos de mezclarse con los creyentes.

El juez comarcal, Francisco Sánchez Pérez, decidió darle entierro en Quesada por ser el munici­pio "mejor comunicado y más cerca del lugar de su muerte"[9]. Actuaron como testigos los policías muni­cipales Pedro García Revueltas y José María Uclés Palomeque.

Para concluir, quisiera llamar la atención del lector sobre un detalle que pude apreciar en la ins­cripción registrar de su muerte. En el apartado en el que debíanse consignar los motivos de la defunción se escribió literalmente: "el finado falleció al hacer a la guardia civil cuando ésta lo perseguía como malhechor y fugitivo de la pasada guerra de 1936". Todo este párrafo fue tachado posteriormente desconociéndose hasta ahora el motivo de esta decisión. Tal vez repararon que en 1936 "Ramiro" era sólo un niño de trece años. De ser así se estaría reconociendo la ineficacia de las fuerzas del régimen para capturar a este joven que durante catorce años luchó clandestinamente contra las tropas sublevadas.

El resto del grupo fue perseguido con insisten­cia y algunos de ellos no tardaron en ser pasados por las armas. En abril, dos de ellos fueron muertos en el término de Santiago de la espada. En junio "Jerónimo ", "Duarte" y "Martín" fueron abatidos en sierras de Albacete.

A mediados de año los últimos guerrilleros supervivientes de la famosa "Agrupación Roberto" decidieron terminar la lucha y alcanzar el exilio francés. Guiados únicamente por la estrella Polar y un pequeño mapa escolar, recorrieron más de mil kilómetros en agotadoras marchas nocturnas. Una inagotable marcha a pie de cien días. Una frenética huida que se inició en la sierra de Lújar y que concluyó el 14 de octubre de 1952, fecha en que "Pablo", "Gómez", "Villena". "José", "Viñas" y el "Duende" alcanzaron la libertad salvando definitivamente sus vidas.[10]

A pesar de todo "Pablo el de Motril" murió al poco (1955) en un accidente rodeado de extrañas circunstancias. Se dijo que unos franquistas de Motril marcharon a Francia para organizar su muerte.
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Notas:
(1) Sólo en Jaén capital, durante el periodo comprendido entre 1939 y 1949 fueron ejecutadas 1.276 personas.
(2) Durante ese año se ha constatado la presencia de cuatro mil reclusos en la prisión provincial de Jaén, un millar en la prisión habilitad del Monasterio de Santa Clara e igual cantidad en la Pri­sión Militar de Santa Ursula. A todos estos había que sumar todos los recluidos en las prisiones de partido de Linares, Martos, La Carolina, Villacarrillo, Úbeda, Baeza, Orcera, Mancha Real, Cazorla y Huelma, así como los arrestos municipales de los demás pue­blos de la provincia. Cfr. SÁNCHEZ TOSTADO, L.M. «1940-41: Hacinamiento sin precedentes en la prisión provincial. Una aproxi­mación al preso-tipo de la postguerra» B.I.E.G. nº. 157
(3) Decreto Ley de 31 de marzo de 1969 por el que se declaran prescritos todos los delitos anteriores al1 de abril de 1939.
(4) Vid. SÁNCHEZ AGUDADO, F. «Los Maquis en España», edit. San Martín, Madrid 1975.
(5) De ellos, 257 eran guardias civiles, 59 militares y 12 policías. Vid. SANCHEZ AGUADO, F. ob. cit. pp. 253-254.
(6) AHPJ Sum. nº 598/49. Exp. Proc. de Alfredo Segura García del Río.
(7) SÁNCHEZ AGUADO, F. Ob. cit. p. 600-601.
(8) Testimonio de Francisco Martínez Zamora
(9) Registro Civil de Quesada, Tomo 74, folio 136.
(10) AZUAGA RICO, J.M. «La guerrilla antifranquista en Nerja», edit. Izquierda Unida, Nerja 1996, pp. 193-207.

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