Antonio Brevers en la "memoria de los nietos" de Gijón.

«Juanín y Bedoya fueron los últimos guerrilleros activos y a pie de monte».

Antonio Brevers, ayer, en el centro integrado Gijón-Sur, en Pumarín (marcos león).
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ANTONIO BREVERS Historiador, autor de «Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros» J. L. ARGÜELLES.
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Antonio Brevers (Torrelavega, 1960) está considerado uno de los más concienzudos conocedores de la lucha guerrillera antifranquista. Autor del libro de referencia «Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros», participó ayer en el congreso «La memoria de los nietos», que organiza en la ciudad la asociación «Todoslosnombres».
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-Maquis, huidos, los del monte, los emboscados, los fugaos... ¿Qué término es el más exacto?
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-La palabra maquis viene de la Resistencia francesa, donde había muchos guerrilleros españoles. Las expresiones son todas correctas, aunque desde la prensa franquista se les llamaba bandoleros.
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-¿El maquis fue la principal preocupación de Franco tras la guerra?
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-Sobre todo a medida que avanzaba el tiempo y España fue saliendo de su aislamiento internacional. Tener resistentes en el monte era el testimonio de dónde venía el régimen franquista.
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-Usted comparte la división cronológica de la guerrilla en cuatro etapas, desde 1936 a 1957.
¿Los guerrilleros llegaron a inquietar en algún momento al franquismo?
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-Quizás cuando la invasión del valle de Arán, donde se reunieron miles de guerrilleros. Fue una acción que podía tener repercusión internacional y ganar la adhesión de alguna de las potencias que habían ganado la II Guerra Mundial. Fue el momento más desestabilizador para el franquismo. En 1957 aún había guerrilleros en los Picos de Europa, y el hecho de que la prensa de otros países hablara del asunto causaba inquietud. Por eso se decidió acabar con ellos a cualquier precio.
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-Hay quien afirma que la operación del valle de Arán no tenía ningún sentido militar.
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-No soy experto en estrategia militar, pero lo que sí ocurrió es que los servicios de inteligencia del franquismo funcionaron y estaban preparados para repeler la invasión, en la que tuvo mucha participación el PCE. Fue el partido que tomó la bandera de la guerrilla y el que decidió en 1948, también, su disolución y pasar a la lucha política. Fue un problema, porque miles de guerrilleros se quedaron aislados, abandonados a su suerte.
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-¿Qué supuso la guerrilla asturiana?
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-Fue una de las más importantes, y también la cántabro-asturiana. Es algo explicable por la orografía.
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-¿La guerrilla generó, sin querer, mucha represión entre la población civil?
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-Quienes mayor represión sufrieron fueron quienes sustentaron a la guerrilla. Familiares y amigos de los guerrilleros eran, sin duda, el eslabón más débil. Fue un gran drama con el que, a veces, se trasladó la culpa hacia la guerrilla, cuando la culpa era del régimen represor.
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-¿El papel que tuvo la llamada contrapartida en esa represión está suficientemente estudiado?
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-Tuvo un efecto devastador. Generalmente eran especialistas de la Guardia Civil que, además, en muchas ocasiones, lograron infiltrarse en la propia guerrilla.
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-Usted ha dedicado especial atención a la historia de Juanín y Bedoya. ¿Fueron los últimos guerrilleros?
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-Se puede decir que sí, al menos a pie de monte y activos. Quedaba algún guerrillero en Cataluña, pero que entraba y salía de Francia, o los llamados «topos». Tanto es así que el Estado puso especial interés en su captura, con cientos de guardias desplazados a Cantabria sólo para cogerlos. Se llegó a ofrecer medio millón de pesetas por ellos.
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-¿El movimiento guerrillero está suficientemente estudiado?
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-Aún quedan muchas cosas por estudiar y hacer.