Segunda Edición de "Juanín y Bedoya, los últimos guerrilleros".


Pueblos de Cantabria / 15 de noviembre de 2007.
Tras el gran éxito de ventas que le precede, este mes ve la luz la segunda edición del libro de Antonio Brevers: “Juanín y Bedoya, los últimos guerrilleros”, publicación que cuenta con el apoyo de la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria y del Ayuntamiento de Torrelavega.

Como nos adelanta el cineasta cántabro Manuel Gutiérrez Aragón en su prólogo, se trata de una obra fuera de lo común, en la que una impresionante colección de fotografías inéditas presta testimonio gráfico a los valiosísimos documentos verbales recogidos por el autor. Verdadera historia en vivo, testimonios únicos y en trance de desaparecer, a través de los cuales es como si pudiéramos asistir, casi en directo, a un trozo de nuestra historia reciente.

A través de sus más de 600 páginas de texto, y 64 de imágenes, Antonio Brevers consigue despertar la emoción, la tensión y el suspense a partir de la narración de la vida, de los acontecimientos y dramática muerte de esta pareja de leyenda; y de la de gran parte de sus compañeros: popularmente conocidos como “los del monte”. Y ello gracias a la meritoria y exhaustiva investigación llevada por él a cabo, basada en el estudio de documentos judiciales, policiales y privados, ratificados y complementados con testimonios de toda índole: antiguos guerrilleros y sus enlaces, víctimas de asaltos y secuestros, miembros de los Servicios Especiales de Información de la Guardia Civil, de sus agentes y confidentes, inspectores de las Brigadas Criminal y Político Social del desaparecido Cuerpo General de la Policía, y de personas que sencilla y llanamente se vieron de un modo casual inmersos en los hechos más relevantes.

Hechos que en parte nos resultarán totalmente desconocidos, no así otros, aún muy presentes en la mente de nuestros lectores, bien por haberlos conocido en primera persona, cuando estos tuvieron lugar, o por haberlos escuchado a sus mayores en cualquiera de las localidades sobre las que puntualmente nos ocupamos en nuestro periódico. Relatos contados muchas veces a media voz, junto al fuego, quien sabe si, precisamente, en cocinas que en otro tiempo fueron escenario de aquel acoso y fuga constante; de donde Antonio Brevers ha conseguido rescatarlos del olvido, y del silencio.

Asistiremos a las mil y una celadas policiales que les fueron tendidas desde Santander o Torrelavega, ciudad esta última en la que dicen que incluso vieron tomar un café a Juanín, en el Cántabro, un día de feria, disfrazado con una raída sotana... A complejos intentos de infiltración, como el nacido en el municipio de Cartes. A los múltiples encuentros armados, mantenidos con la Guardia Civil, en lugares como Cabezón de la Sal, sede del Subsector Interprovincial exclusivamente creado en su busca, o en el desaparecido puente del Peñuzo (Ruente), o en Carmona, o en el barrio de Pando (Ruiloba), donde perdió la vida el Cabo José García, amigo de la infancia de Juanín, o en Udías... por no hablar del interior y alrededores del Monte Corona, su bastión irreductible, del que aparecían y desaparecían, como por arte de magia, de sus recónditos escondrijos... A Sonados asaltos como el asestado a la Real Compañía Asturiana de Minas... A Represalias armadas por quebrantos del pacto de silencio, como la efectuada a un vecino de Cerrazo (Reocín), donde posteriormente llegaría a instalarse uno de los múltiples destacamento secretos creados tras sus pasos... A Secuestros y golpes económicos, realizados en pos de su supervivencia, como los acontecidos en la zona de San Vicente, de donde era natural Francisco Bedoya, Valdáliga, Mazcuerras, Suances... Incluso, a desesperadas e infecundas gestiones fronterizas, como la pretendida en Buelna... Lugares todos ellos en los que llegaron a contar con un importante entramado de enlaces y puntos de apoyo, que irremediablemente fueron cayendo hasta su desaparición, condenados al aislamiento, fue el caso del emblemático escultor Jesús Otero, acusado de fabricar refugios para Juanín y Bedoya en las proximidades de Santillana del Mar, con la excusa de realizar excavaciones arqueológicas...

Conoceremos un gran número de sucesos históricos, imposibles de reseñar aquí en unas pocas líneas, también historias más cercanas, e increíblemente emotivas, como la de “Maelín”, el hijo de Francisco Bedoya, enviado a la Argentina tras la fuga de su padre de la prisión de Fuencarral ante el temor a que pudieran cumplirse las amenazas de su reclusión en un hospicio. Todo ello relatado por sus propios protagonistas, tanto del movimiento guerrillero como de otros muchos estamentos sociales, que reflejarán un modo de vivir, y pensar, sin cuyo conocimiento nos sería imposible situarnos adecuadamente en la época en que sucedieron. En especial a las generaciones que no la vivieron.

Precisamente el próximo día 1 de diciembre se cumple el 50 aniversario del intento de evasión a Francia de Francisco Bedoya Gutiérrez, ocurrido en el año 1957, a bordo de una moto Derbi que sería interceptada por la Policía en un tramo de carretera situado entre las localidades del Pontarrón e Islares, cerca de Castro Urdiales.

Aquel muchacho de tan solo 27 años, que al igual que otros protagonistas aparecerá en el libro en su auténtica dimensión humana e histórica, “de gran corpulencia, como esos superhombres que salen en las películas” —que dijo de él el forense—, con tres heridas de bala que le entraron por la región lumbar y le atravesaron el vientre, más otras tres que le penetraron por la región glútea, otro impacto que le atravesó el hombro izquierdo, dos más le causaron heridas en la pierna derecha, dos más en el brazo izquierdo... escaló la montaña y “con un esfuerzo supremo de su hercúlea humanidad —como llegó a reconocer el propio gobernador Roldán Losada—, logró inexplicablemente escalar una escarpadura de cuatrocientos metros de cota, donde se refugió”. En vano, cabría añadir. Ya que allí perdería la vida a primeras horas de la mañana siguiente, en el transcurso de la descubierta llevada a cabo por la Guardia Civil con la ayuda de perros adiestrados.

De este modo ponía fin a sus días “el Bedoya”, inseparable compañero durante cinco interminables años de Juan Fernández Ayala, “el Juanín”; igualmente abatido el 24 de abril de ese mismo año en la localidad de Vega de Liébana, de donde se había echado al monte, harto de palizas, en el verano de 1943. Juntos llegaron poner en jaque a todo un Estado, en especial durante su última etapa de existencia, muy lejana ya del final de la Guerra Civil, hecho del que se hizo eco la prensa internacional, para menoscabo de la imagen del Régimen en el exterior y, por tanto, para el recrudecimiento de la persecución de la célebre pareja de emboscados, hasta extremos impensables.

¿Qué sabíamos hasta ahora realmente de las vidas de Juanín y Bedoya? ¿Y del sentido de su dramática lucha por la supervivencia? ¿O de sus extrañas muertes?... ¿Que fue verdad, y que leyenda? Preguntas que, como tantas otras, tendrán cumplida respuesta en esta obra narrativa realmente apasionante, de cuidada edición y de gran riqueza literaria. Un libro que no debería de faltar en ningún hogar de Cantabria; y más dada la filosofía del mismo: “el encuentro”. Aunque al menos sea el de testimonios, de uno y otro lado, como afirma su autor, sin alterarlos ni dulcificarlos.

Historia, pura y dura, contada con refinada claridad y desde la perspectiva que dan los cincuenta años transcurridos, entendida sobre todo desde el lado más humano, sin complejos ni estereotipos. Con la intención final de que cada cual llegue a sus propias conclusiones, sin imposiciones. Porque conocer la Historia es evitar que se repitan sus mismos errores.
Inmejorable regalo de cara a estas navidades, tanto pensando en nuestros mayores como en nosotros mismos. Un obsequio para todos, se mire como se mire.