Manuel Zapico. Guerrillero en la memoria.

LA VOZ DE ASTURIAS 31/11/2004

”En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado".

En aquel primero de abril de 1939, el escueto comunicado emitido desde el cuartel general de Franco no puso punto final a la contienda española, sólo unos puntos suspensivos que alargaron el conflicto durante dos décadas más. Hubo muchos que, ni cautivos ni desarmados, sólo hambrientos de libertad, se echaron al monte. Uno de aquellos hombres que luchó en la clandestinidad acaba de fallecer. Con la muerte de Manuel Zapico, el Asturiano, se pasa una página más de uno de los capítulos más injustamente olvidados de la historia de este país. La lucha de Manuel y de decenas de hombres y mujeres que vivieron y murieron como maquis va saliendo a la luz poco a poco. El realizador Javier Corcuera se encargó hace tres años de darles voz en el documental La guerrilla de la memoria, donde el espíritu reivindicativo de El Asturiano permanecerá para siempre.

Manuel Zapico nació en el seno de una familia republicana represaliada. Con 15 años ya era minero y comunista, y organizaba sabotajes en los pozos desde los primeros años de la postguerra hasta 1946, año en el que es descubierto y se incorpora a la federación de guerrillas de Galicia y León. En La guerrilla de la memoria cuanta cómo fue su vida en esos años, hasta 1952, cuando pudo cruzar la frontera hacia Francia. Aunque sin mucho éxito porque allí fue capturado y deportado a España. Pero el destino de El Asturiano no era vivir de rodillas en la triunfal España del Caudillo. Cuando lo trasladaban logró huir arrojándose del tren que le devolvía a la represión.

Murió el sábado en París a los 79 años. En 2001 estuvo en Gijón con una decena de guerrilleros, presentando el documental de Corcuera en el Festival Internacional de Cine. En una emocionante rueda de prensa, Manuel Zapico reivindicó que la historia de la oposición activa al franquismo llegase a los más jóvenes, que fuera reconocida "como debe de ser" porque, se quejaba, "esta democracia lo ha silenciado tanto como la silenció el franquismo". El ya no está, pero queda su voz.

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