Carboneros, leñadores y maquis: Los guerrilleros españoles en Francia (1939-1950).


Estudios sobre la historia
del movimiento comunista en España

1. Los chantiers de preguerra y Vichy: Solidaridad y conscripción (1939-1941).
Tras la caída de Cataluña, en enero de 1939, miles de combatientes españoles fueron internados en los campos de concentración del sur de Francia. Durante los meses de la primavera y el verano, y ante los problemas derivados de la saturación de las instalaciones, las autoridades francesas ofrecieron a los internos la posibilidad de salir de ellas para emplearse como jornaleros en las explotaciones agrícolas vecinas.

Tras la ruptura de hostilidades entre Francia y la Alemania nazi, en septiembre de 1939, la administración gala instó a los extranjeros útiles para las armas a integrarse en los Batallones de Marcha de Voluntarios o en la Legión Extranjera. Los hombres de edades comprendidas entre los 20 y los 48 años que no contrajeron voluntariamente un compromiso militar se convirtieron en “prestatarios extranjeros”, obligados a contribuir a la defensa de Francia en los recién creados Cuerpos de Trabajadores Extranjeros (CTE), en actividades agrícolas o industriales a criterio del Ministerio de Trabajo, o en tareas de fortificación de la “línea Maginot”. Según Sixto Agudo, de los 380.000 españoles que se encontraban en tierra francesa cuando estalló la guerra, unos 55.000 fueron enviados a las CTE, agregados a las unidades de Ingenieros Militares, grandes obras públicas e industrias de guerra, y unos 6.000 se enrolaron en los Batallones de Marcha y la Legión, unos de forma voluntaria, y otros, forzados .
Los trabajadores asignados a las CTE tenían estipulado un salario de 0,50 francos diarios y unas condiciones laborales reguladas por el Ministerio de Trabajo, pero no siempre se cumplía la reglamentación al respecto. Una veces, porque los contingentes eran considerados “comandos de trabajo” bajo vigilancia, en aplicación de la legislación vigente sobre “extranjeros indeseables”, como ocurría, según relata Victorio Vicuña, con los trabajadores recluidos en el campo de Vernet ; otras, porque los empresarios imponían sus propias condiciones .
Entre los destinos a los que fueron adscritos los refugiados españoles destacaron los chantiers, lugares donde se llevaban a cabo obras de construcción, demolición o minería, y que abarcaban actividades que iban desde la tala de bosques para la venta de madera y la fabricación de carbón vegetal hasta la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas, pasando por la explotación de canteras.
Hubo chantiers que fueron creados por militantes o simpatizantes del Partido Comunista Francés (PCF) para prestar acogida a sus camaradas españoles y, en algunos casos, para contribuir solidariamente a la financiación de las actividades del Partido Comunista de España (PCE): En Manjou, en el departamento de Aude, funcionó una explotación cuyo titular, el doctor Delteil, pagaba de su bolsillo los salarios de los españoles empleados, a los que cedió el producto de la venta de todo el carbón que pudieran fabricar a fin de que lo destinaran al sostenimiento del aparato del PCE y, posteriormente, del XIV Cuerpo de guerrilleros. En Varilhes (Ariége), un propietario de bosques llamado Benazet cedió a los españoles el uso de una pequeña explotación y de un garaje. En otros casos, ciudadanos franceses, como un tal Valisou, aceptaron figurar nominalmente como titulares de explotaciones que, en realidad, pertenecían a comunistas españoles . Estos fueron haciéndose progresivamente con el control de un mayor número de enclaves, cuyos réditos se destinaban, en su mayoría, al sostenimiento de los gastos del partido. Los chantiers fueron adquiridos en unos casos con la reinversión de los beneficios obtenidos en los ya existentes, y en otros mediante el producto de operaciones –eufemísticamente denominadas “recuperaciones”- como la que Tovar relata en sus memorias:

“Un día nos informan que los contrabandistas van a hacer un pasaje con bastante tabaco desde Andorra, en ese momento el tabaco costaba caro, como conocíamos el itinerario preparamos una recuperación. Nos emboscamos y cuando los vimos cargados con mulos, en un sitio que no les quedaba más remedio que recular, tiramos algunos disparos con los fusiles, echaron la carga por tierra y pies para qué te quiero. La venta de este tabaco nos produjo mucho dinero, y creo que Vallador [sic] pagó el chantier de Prayols con este dinero, este lugar nos era de gran utilidad, pues era uno de nuestros pasajes para ir a España” .

Otros chantiers, como los gestionados por el ingeniero George Thomas, servían de refugio estacional –una vez iniciada la ocupación- para los refugiados sobre los que recaían sospechas o para los amenazados de deportación. Estos chantiers, abiertos en septiembre de 1940, se repartían entre Saint Nicoulau, cerca de Foix ; la Peyregade, en Montferrier –ambos en el departamento de Ariège- ; y Mont Fourcat y Saint-Hilaire –en el departamento de Aude-. En invierno, el equipo de la Peyregade bajaba a Saint-Hilaire, y en primavera, los carboneros de Saint-Hilaire retornaban a Ariège, movimientos estacionales que resultaban útiles para obstaculizar las pesquisas policiales.
Sin embargo, no faltaban los chantiers explotados por oportunistas que veían en el aprovechamiento de una mano de obra que no podía revelar su estancia ilegal la oportunidad para la obtención de elevados beneficios. A cambio de esconder a los refugiados españoles, los satisfechos propietarios obtenían una sustancial plusvalía de la producción aportada por los trabajadores realmente existentes, cuyo número superaba sustancialmente al de operarios legalmente registrados:

“Existían otros también que, sin ser comunistas, nos dejaban hacer carbón, estaban encantados, pues declaraban tres obreros, y tenían el producto de diez o doce que teníamos allí escondidos, todos estábamos convertidos en leñadores” .

Por último, existieron chantiers de reclutamiento obligatorio, surgidos tras la instauración por el gobierno colaboracionista de Vichy de los Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE) en octubre de 1940. Obligado a entregar a Alemania buena parte de su producción industrial y agrícola para alimentar la máquina de guerra germana, el gobierno de la “zona libre” intentó paliar la falta de mano de obra -los prisioneros franceses continuaban aún cautivos- con la movilización de todos los extranjeros entre 18 y 55 años, y su adscripción a los GTE. Los trabajadores encuadrados mediante este sistema de conscripción eran entregados a las empresas que los precisaban o enviados a las fábricas alemanas y, a diferencia de los pertenecientes a las Compañías del periodo anterior a la rendición, no percibían retribución alguna. Muchos fueron destinados a la construcción del “Muro del Atlántico”, en las costas de Normandía; otros hubieron de trabajar en las bases de submarinos próximas a Burdeos o en el campo de aviación de La Rochelle, bajos los continuos bombardeos de la Royal Air Force (RAF) británica. Decenas de miles, por último, fueron remitidos a Alemania y, posteriormente, a Austria, donde un gran número dejaría sus vidas en los tristemente célebres campos de exterminio de Mauthausen, Gusen, Dachau, Buchenwald y Orianemburg
Los aún balbucientes grupos de la resistencia procuraron infiltrar a sus simpatizantes en las dependencias administrativas territoriales del los GTE, a fin de obtener información acerca de las necesidades de mano de obra de los alemanes y de sus movimientos para reclutarla –especialmente tras la instauración del Servicio de Trabajo Obligatorio (STO) en febrero de 1943-, dando aviso a los refugiados para que se pusieran a salvo:

“En San Juan de Verges, de donde dependíamos administrativamente, se encontraban las oficinas de un Grupo de Trabajadores Extranjeros, estaba empleado un camarada que se llamaba Aniceto Pérez, y nos facilitaba documentaciones, informándonos de todo aquello que nos interesaba, cuando los alemanes pedían obreros para ir a trabajar a Alemania podíamos evitar que los camaradas que se ocupaban de la organización fueran deportados” .

De todos los tipos de chantiers, los dedicados a la fabricación de carbón vegetal, que proliferaron en las regiones pirenaicas (en particular en Aude –Languedoc-Rosellón-, Ariége y Alto Garona –Midi Pyrénées), adquirieron una importancia significativa a medida que la escasez de hidrocarburos hizo aumentar la demanda de este combustible para los vehículos a gasógeno. El Estado Francés decidió enviar a ellos a una parte importante de los trabajadores extranjeros que aún esperaban destino en los campos de internamiento. Pero lo que las autoridades contemplaron como una oportunidad para rentabilizar y controlar al “número excesivo de extranjeros para la economía nacional” se convirtió, en virtud de la estructura dispersa y recóndita de los chantiers, en un factor crucial para el surgimiento y desarrollo de la actividad de los maquis. Los numerosos grupos de leñadores y carboneros, que en un principio resultaron excelentes refugios para los perseguidos por la Gestapo alemana y sus colaboradores de Vichy, acabaron por erigirse en la base de la organización armada contra los ocupantes nazis.

2. Los chantiers y la Resistencia (1941-1944).

Durante los primeros tiempos de la guerra mundial, los chantiers funcionaron fundamentalmente como refugio . Los activistas internados en los depósitos creados por las autoridades del nuevo Estado Francés para albergar a los miembros dispersos de las compañías de trabajo difundían la consigna de solicitar “trabajos de bosque” para evitar la entrega a la policía franquista o eludir el envío a las obras de fortificación o a las factorías y campos de Alemania . Los comunistas, tanto franceses como españoles, se encontraban en la clandestinidad, pero aún se abstenían de participar activamente en la resistencia en virtud del seguimiento del pacto germano-soviético. Sin embargo, el hostigamiento al que fueron sometidos tanto por los alemanes como por la administración colaboracionista francesa llevó a los leñadores y carboneros a albergar a perseguidos por la Gestapo o por la policía de Petain, a los que ayudaban a pasar a España para que, desde allí, alcanzaran Londres . Los refugiados comunistas españoles, acostumbrados a la militancia en condiciones de ilegalidad y fogueados por la experiencia de la guerra de España, fueron pioneros en activar las redes de solidaridad que ya habían entretejido desde la época de su internamiento en los campos del sudoeste francés. Es en este periodo cuando se dieron los primeros pasos desde la improvisación y las acciones aisladas a formas de resistencia que implicaban el surgimiento de un cierto nivel de organización . En concreto, se crearon tanto el aparato de pasos, denominado “de cara a España”, como el de falsificación de documentos . Los carboneros también se dedicaron a ocultar armas y explosivos de los que los aliados lanzaban en paracaídas sobre el territorio ocupado. Las armas iban destinadas, en principio, a la Armée Sécrete (AS) que obedecía órdenes de De Gaulle. Los militantes de la AS se ocupaban de ocultarlas hasta que pudiesen ser empleadas en apoyo de los aliados. Cuando los comunistas, tras la invasión alemana de la URSS en junio de 1941, se implicaron en los combates contra la ocupación, se originaron enfrentamientos entre la AS y los maquis españoles, que “recuperaron” algunas partidas con la intención de emplearlas de inmediato:

“[En febrero de 1944] me traen información de que se va a efectuar un aterrizaje de armas y que es la AS la que va a recibirlo, y esconderlo como de costumbre. Esperando el día X. Nos informamos del día, hora y lugar, y preparamos la recuperación de esas armas que nos hacían mucha falta. Llegó el día esperado y bien escondidos, dejamos que cargaran el camión y empezamos a tirar tiros al aire, cogimos el camión y lo escondimos en el bosque” .

Entre las primitivas acciones de resistencia se encontraba la práctica del sabotaje. Muchos chantiers de los GTE se dedicaban casi en exclusiva a la producción de carbón vegetal para los vehículos alemanes, lo que motivó que grandes cantidades del combustible destinado a los gasógenos se entregasen húmedas y mezcladas con piedras. A Valledor, en concreto, los alemanes acabaron pagándole el carbón a mitad de precio, e incluso le amenazaron con la deportación, debido a la mala calidad del material que suministraba .
A medida que aumentaba la presión sobre los trabajadores extranjeros, los chantiers fueron llenándose de huidos y hubo problemas para mantenerlos. No resultaba fácil conseguir recursos para alimentar a una población laboral muy por encima de la legalmente declarada sin delatar su presencia, lo que dio lugar, en ocasiones, a episodios insólitos:

“La llegada de nuevos camaradas aumentaba y estábamos un poco justos, cuestión comida, teníamos hambre y decidimos comprar un cerdo. Estábamos en una casita y solo circulábamos de noche, para que los campesinos no nos vieran, por esta causa decidimos matar el cerdo por la noche. Vaya problema para matar al pobre cerdo, aquello fue peor que la inquisición, golpe de martillo por aquí, golpe de hacha por allí, cuchillazos por todos lados, a tal extremo que el animal lleno de sangre y enloquecido se nos escapa. Quince o veinte de nosotros detrás del cerdo, en plena noche, los campesinos que encienden las luces; en fin, una verdadera catástrofe. Al día siguiente se dio la orden de evacuar, por si a los campesinos se les ocurría comentar esta famosa noche y llegaba a malas orejas, vale más prevenir lo que pueda ocurrir” .

A finales de 1941 los refugiados comunistas españoles decidieron pasar a la resistencia armada. En agosto de ese año el Comité Central del PCE había lanzado el manifiesto de “Unión Nacional”. El objetivo, de cara al interior de España, era unir a toda la nación -desde la clase obrera a la "burguesía nacional"- para evitar que Franco entrara en la guerra al lado de Hitler; y, en el exilio, contribuir a la lucha activa para la derrota del nazismo en el marco de la alianza con las potencias occidentales.
En una reunión convocada en Carcassonne por Jaime Nieto, miembro de la delegación del PCE en Francia, se decidió la organización de los guerrilleros en la zona sur, que tomó el nombre de "XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles" en homenaje a la unidad homónima creada por el Ejército Popular de la República Española en 1937. La lucha de los republicanos aparecía así enlazada, sin solución de continuidad, con la guerra de España, conforme a la línea mantenida por los comunistas bajo los “gobiernos de la resistencia” del doctor Negrín. Nieto celebró otra reunión en la presa en construcción de Larroquebrou (Cantal), en la que se acordó organizar los primeros núcleos de guerrilleros de la zona central. Entre noviembre de 1942 y mayo de 1943 el PCE impulsó las guerrillas de Pirineos Orientales, Altos y Bajos Pirineos, y la consolidación de sus organizaciones urbanas en Toulouse, Foix, Pamiers, Tarascón y Lavelanet .
El principal teatro de operaciones de los guerrilleros españoles estuvo comprendido en el territorio de los departamentos de Ariège y Aude, y entre sus responsables se encontraban Jesús Ríos, Cristino García, Luis Walter (a) “Manolo el mecánico”, Luis Fernández, Vicente López Tovar y José Antonio Valledor . Las primeras acciones se llevaron a cabo en mayo de 1942, y consistieron en “recuperaciones” de dinero y armas lanzadas por los aliados, y en el sabotaje de vías férreas. Al mismo tiempo se produjo el lanzamiento de un órgano de expresión propio, “Reconquista de España”, editado con una pequeña imprenta “Minerva” por un grupo de carboneros en el departamento de Vaucluse .
Valledor y López Tovar fueron encargados de visitar los chantiers existentes para unificar la acción de los maquis residentes en ellos. Se trataba de combinar el mantenimiento de la vida legal de los leñadores, carboneros, mineros y constructores de presas, cuya integración con la población francesa no planteaba problema alguno, con las actividad clandestina, que exigía una ejecución rápida de las misiones asignadas y el retorno al lugar de trabajo antes de que la ausencia fuera percibida. Al contrario que sus camaradas franceses, que incurrieron en ocasiones en el error de formar grandes unidades partisanas para buscar la confrontación frontal con el enemigo, los españoles, según Sixto Agudo, cultivaron “el arte de reunirse y de dispersarse. Reunirse, condensarse, para caer como la lluvia sobre un objetivo dado. Dispersarse, desparramarse, para escapar a la persecución” . La preocupación por preservar al máximo tanto la integridad de los grupos de combatientes como su independencia orgánica no era ajena a la concepción de la resistencia que tenían los comunistas españoles, para quienes la lucha contra el ocupante nazi era no solo una continuación de su combate anterior en España, sino un episodio que presagiaba la lucha por la liberación de su propio país que habría de producirse en el porvenir .
La estructura de los maquis españoles en del Midi francés antes de 1944, era sumamente flexible y articulada en tres niveles:
- Los maquis “de primer nivel”, “maquis blancos” o “maquis del llano”, que, dispersos por los chantiers, aún no habían participado abiertamente en acciones de la resistencia. Entre ellos se encontraban los capataces de las explotaciones, que aparecían como la cara legal del entramado, encargados de la contratación de las obras y de la administración de los recursos.
- Los maquis “de segundo nivel” o “de nivel intermedio”, que eran los amenazados o puestos bajo sospecha que debían cambiar frecuentemente de localización.
- Los maquis “de tercer nivel” o “maquis verdadero”, guerrilleros móviles que se mantenían habitualmente alejados de los chantiers para llevar a cabo sus acciones .
El paso de un nivel a otro era dinámico, pero procurando no romper nunca el cordón umbilical que unía a los guerrilleros con el centro de trabajo de procedencia. Como afirma Victorio Vicuña, “en cualquier momento un destacamento guerrillero podía verse obligado a dispersarse. Entonces escondíamos las armas y la ropa, y cada guerrillero se fundía con leñadores, los mineros o los constructores de embalses” .
Con la creación del Comité Militar de la Mano de Obra Inmigrada (MOI) a finales de 1943 , y sobre todo a partir de la formación de la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE) en mayo de 1944, la mayor parte de los maquis pasó a integrase en el tercer nivel, el del “maquis verdadero”, jugando un papel fundamental en la liberación del sur de Francia, desde Oloron, en los Pirineos Atlánticos, a Dordogne, el Ariége y Aude .
3. Una empresa para la “Reconquista de España”: la Enterprise Forestier du Sud-Ouest (1946-1950).

Tras la liberación del Mediodía francés y la fallida intentona de invasión del valle de Arán, en octubre de 1944, el PCE se encontró con miles de militantes en Francia que, una vez desmovilizadas las unidades de la resistencia, carecían de recursos propios. El partido adquirió bosques en la zona pirenaica, con el objetivo de financiarse y de proporcionar, al mismo tiempo, entrenamiento a los militantes cuyo destino era engrosar las filas de la guerrilla antifranquista en el interior de España.
En 1946 se fundó la Enterprise Forestier du Sud-Ouest, conocida por la policía franquista como “Fernández, Valledor y Cía” . Su origen se encontraba en la empresa forestal abierta el 20 de diciembre de 1940 por José Antonio Valledor en Saint Hilaire (Aude), y que desde 1942 se había convertido en el primer centro político militar del maquis español. La política de adquisición de propiedades forestales había continuado durante la guerra, favorecida por la galopante devaluación del franco, cuya cotización se aproximaba cada vez más a la sardónica definición dada por Goering: una divisa que “no tenía más valor que un cierto papel reservado para cierto uso”.
La empresa había adquirido unas importantes dimensiones y, a la finalización del conflicto, sus tajos se situaban en diferentes municipios (Mirepoix, Quillan, Brassac, Millau, Izaut, Pamiers,…) de los departamentos de Aude, Ariège, Alto Garona, Altos y Bajos Pirineos. Contaba, además de con los chantiers propiamente dichos, con depósitos, almacenes, serrerías y garajes, donde trabajaban unos doscientos cincuenta encargados y mil empleados .
La actividad de la empresa, en sus inicios, se repartió entre la corta de pinos, el carboneo y el aprovechamiento de pastos. De hecho, la primera contrata la obtuvo del ayuntamiento de Toulouse para la provisión de carbón destinado a la calefacción de sus dependencias . Pero el verdadero empuje lo recibió con la obtención del contrato para suministro de traviesas de ferrocarril por parte de la Société Nationale des Chemins de Fer (SNCF), que precisaba reconstruir los miles de kilómetros de vías férreas destruidas por las acciones de sabotaje y los bombardeos. La competitividad de los chantiers administrados por Valledor le permitió convertirse en la proveedora prácticamente en exclusiva, merced al bajo precio ofertado por sus traviesas, consecuencia a su vez de los bajos salarios que pagaba a sus empleados, la mayoría militantes comunistas españoles.
Pero, evidentemente, los chantiers de Valledor no constituían una empresa fabril al uso. Se trataba de la cobertura legal para la consolidación de un aparato de entrenamiento y apoyo a la penetración guerrillera en España desde territorio francés. Miembros del Comité Central del PCE con responsabilidades sobre el aparato de pasos, como Antonio Beltrán (a) “El Esquinazau” –a cuyo control estaba encomendada la región fronteriza del Pirineo Central- aparecían como empleados de la Enterprise Forestier du Sud-Ouest . Amparándose en ella, el PCE abrió una escuela de capacitación guerrillera, donde se instruían durante uno o dos meses los militantes que iban a ser enviados a España. Los alumnos recibían instrucción de campo -topografía, aprovechamiento del terreno y táctica-, ejercicios de tiro, manejo de explosivos - las municiones y explosivos provenían de depósitos ubicados en Toulouse, Pau, Nimes y Perpignan-, y técnicas de sabotaje . La formación política consistía en teoría (historia del Partido Comunista de la Unión Soviética) y actualidad de España (donde no se descuidaban temas relativos a la vida cotidiana extraídos de la lectura de la prensa ), y las clases corrían a cargo de Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, Ignacio Gallego, Fernando Claudín, Modesto, Líster, Luis Fernández y Manuel Azcárate .
Los chantiers de Valledor ocultaban también una cara menos épica: eran los lugares donde se llevaban a cabo las depuraciones –y, en ocasiones, la ejecución- de quienes en aquel periodo de paranoia estalinista, liquidación de disidentes y obsesión por la infiltración policial eran juzgados y condenados por el partido. La segunda mitad de la década de los 40 conoció un rebrote de las purgas en el campo comunista. La guerra fría se desplegaba en toda su intensidad (bloqueo de Berlín en 1948, imposición del rechazo al Plan Marshall en Europa oriental, “golpe de Praga” e instauración de los gobiernos de partido único en las “democracias populares”, revolución en China y guerra entre las dos Coreas…) con el telón de fondo de un conflicto nuclear. Bajo el pretexto de garantizar el monolitismo en el campo socialista, se desencadenó una redistribución brutal del poder en el interior de los partidos comunistas, con la purga de los dirigentes que habían encabezado la resistencia antifascista, y su sustitución por funcionarios de acreditada fidelidad estalinista. Lo que algunos militantes desengañados bautizaron como “espionitis” y los dirigentes más conspicuos calificaban como “vigilancia revolucionaria” llevó al enjuiciamiento y a la liquidación física de camaradas a los que se consideraba –especialmente tras la ruptura entre Tito y Stalin- como “esbirros del imperialismo”, “perros titistas”, o simplemente “agentes provocadores enviados a nuestra filas por el enemigo” . En sus memorias, Enrique Lister hace alusión en varias ocasiones a sucesos de esta índole, llevados a cabo en los chantiers fronterizos: eliminaciones de antiguos resistentes y ex deportados de los campos nazis, como Luis Montero; de guías del aparato de pasos, entre quienes cita a los conocidos como Lino y José el Valenciano; o de militantes caídos en desgracia, como José San José (a) Juanchu, antiguo alumno de la escuela del partido enviado desde México en misión especial. Él mismo, según cuenta, recibió de Vicente Uribe la confidencia de que en 1948 se manejó la posibilidad de su liquidación, junto con Modesto, durante una visita de inspección –como responsables del aparato militar - a uno de los chantiers, so pretexto de un accidente durante el examen de algún arma o explosivo .
Los historiadores franquistas se empeñaron en presentar a la “Valledor y cía.” como un boyante emporio del “terrorismo comunista” , pero lo cierto es que la empresa, regida por criterios políticos mucho antes que económicos, se encontraba sumida en una gravísima crisis, económica y política, mucho antes de que la ilegalización del PCE en Francia, en 1950, le asestara el golpe de gracia. Crisis económica derivada de que el excesivo tamaño de la red de chantiers –motivado por la voluntad política de cubrir la mayor extensión posible de frontera- llegó a suponer una pesada carga económica para el PCE. Se enviaban numerosos militantes a trabajar en las explotaciones, pero la carencia de buenas vías de comunicación y de sistemas eficaces de transporte del material producido contribuyó a su falta de rentabilidad . Asimismo, según Tovar, se extendió el descontento entre los empleados debido a las numerosas cotizaciones que se deducían de las mensualidades, y al elevado número de liberados del partido que había que mantener:

“Esta empresa no fue ni mucho menos un ejemplo de administración socialista (…) Los obreros no estaban contentos, los sueldos no eran en relación con el esfuerzo consentido, es verdad que en ese momento era difícil encontrar trabajo, pero a medida que el tiempo pasaba los obreros desaparecían, pues estaban mejor pagados al exterior. Cuando llegaba el momento de cobrar era un escándalo: la cotización al Partido, al Socorro Rojo, ayuda a la Juventud, a la Unión de Mujeres, a los presos de las cárceles en España, a las Guerrillas, etc. […] Esta empresa murió falta de mano de obra, malos salarios, y muchas cotizaciones a pagar, y sobre todo la mucha gente que comía de ellos sin trabajar” .

Los beneficios, sin embargo, apenas daban para mantener a los propios gerentes de la empresa. Según el propio Tovar, “Valledor y yo teníamos una miserable habitación, y cada semana estábamos cada uno de cocina, pues no teníamos bastante dinero para ir al restaurant, esto ocurría en los años 1946, 1947 y 1948” . Como en otros casos, el entramado diseñado para la captación de recursos no sirvió para el objetivo de nutrir económicamente a la guerrilla, sino para subvenir a los gastos de sostenimiento del aparato político del partido . Cuando en 1948 Valledor fue trasladado a Checoslovaquia, Tovar apenas podía sostener a su familia con su salario de supervisor de la Enterprise Forestier, y hubo de agenciarse una cámara fotográfica de ocasión para completar sus parcos ingresos haciendo retratos por calles y ferias. A medida que la caída del franquismo se postergaba en el horizonte, los chantiers fueron vaciándose de hombres que buscaban, a partir de ese momento, integrarse en la vida civil en el que suponían iba a ser durante mucho tiempo su país de acogida.
La otra cara de la crisis de los chantiers fue política. Desde que la agudización de la guerra fría dejó constancia de la nula voluntad de las potencias occidentales por derribar a Franco, muchos dirigentes y cuadros comunistas atisbaron la evidencia del fracaso de la táctica guerrillera en el interior de España. Beltrán “el Esquinazau”, responsable de pasos del Pirineo central, constataría desde 1946 la fragilidad de un movimiento guerrillero erróneamente orientado, falto de apoyo y arrasado por la represión de las fuerzas policiales franquistas. Ello le costaría la marginación dentro del partido y hasta un frustrado intento de liquidación . No sería el único desengañado: Vicente López Tovar daba un paso más y culpó a la dirección del partido de enviar a un sacrificio inútil a decenas de los militantes más valiosos por desconocimiento culposo de las verdaderas condiciones políticas en el interior de España:

“Era la desaparición sistemática de todos los Jefes y responsables que se habían distinguido en Francia. Faltos de puntos de apoyo, sin dinero, sin enlace con otras fuerzas, que no existían nada más que en los papeles de Carrillo. Así murieron atacando estancos, almacenes, pagadores y otras operaciones de ese género para poder subsistir, porque de Francia no recibían nada” .

A esta situación de marasmo habría que sumar las depuraciones que los responsables del PCE, encabezados por Santiago Carrillo y Fernando Claudín, llevaron a cabo con quienes habían liderado la delegación en Francia durante la época de la Resistencia. El aterrizaje de los dirigentes procedentes de Sudamérica y la URSS tuvo como consecuencia el desplazamiento de quienes habían sido los impulsores de la “Unión Nacional” y de la resistencia española contra el nazismo, materializado en la desautorización y expulsión de Jesús Monzón, la liquidación de Gabriel León Trilla, la penitencia impuesta a Manuel Azcárate y la marginación de Vicente López Tovar.
La salida del PCF del gobierno francés, en 1947, dejó desprotegida a la organización del PCE en el país galo. Arruinada, desmoralizada y debilitada por las purgas, la estructura política y económica del PCE en Francia sería desmantelada en julio de 1950, mediante un operativo en el que no faltaron los ingredientes (oscuros ajustes de cuentas, inspectores de policía narcotizados y armas escondidas obedeciendo a un supuesto plan de apoyo a la toma de los Pirineos por tropas paracaidistas soviéticas…) de una paradigmática historia ambientada en la guerra fría .

BIBLIOGRAFÍA
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• RODRÍGUEZ, Mikel: Maquis, la guerrilla vasca (1938-1962), Txalaparta, Navarra, 2001.
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