Lagunas en la memoria y en la historia del maquis (2006).

Francisco Moreno Gómez
IES Getafe
HISPANIA NOVA Nº 6 - 2006.
Gaps in the memory and history of the maquis

RESUMEN
El fenómeno histórico de la guerrilla antifranquista, junto con diversos aspectos de la guerra civil española, se ha visto afectado hasta hoy por una mal entendida consigna de olvido,
tácita o expresa, con consecuencias de marginalidad académica. Sin embargo, el maquis español se correspondió en perfecta coherencia con los movimientos de resistencia antifascista europeos, con la única diferencia de que en Europa los maquis triunfaron y en España fueron derrotados. El objetivo político fue el mismo: la restauración del sistema democrático. Sin embargo, en España, al tratarse de una historia de vencidos, multitud de deformaciones y falacias han caído sobre la interpretación y escaso estudio de esta realidad histórica, en gran parte debido a que los archivos específicos aún siguen en manos de los herederos de los represores.

Palabras clave: Memoria, guerrilla, maquis, resistencia, franquismo, pacto de silencio.

ABSTRACT
The study of the historical phenomenon of the guerrilla against Franco, as well as different aspects of the Spanish civil war, has been affected until today by a misunderstood instruction of oblivion, tacit or expressed, with a consequence of academic marginality. However, the Spanish maquis was de equivalent of the antifascist European movements of resistance, with the only difference that in Europe the maquis won and in Spain they were defeated. The political aim was the same: to restore the democratic system. However, in Spain, as it was a history of the defeated, the interpretation and the rare studies of this phenomenon have been deformed and falsified, mainly because the specific archives still belong to the repressors’ heirs.

Key words: Memory, guerrilla, maquis, resistance, Franco´s regime, pact of silence.

1. Un largo y tortuoso camino.

Con la memoria de los hechos autorreprimida, con los archivos básicos en manos de la Guardia Civil y de los militares, fuera del control de los organismos culturales del Estado democrático, y con la falta absoluta de un discurso histórico homogéneo sobre el largo proceso de derribo de la República democrática de 1931, no pocos temas cruciales de esta historia han quedado orillados en la marginalidad del conocimiento, no sólo en la sociedad, lo cual es evidente, sino también en otros ámbitos, periodísticos y universitarios. Bien es verdad que, a pesar de todo, siempre existió un rescoldo de rebeldía minoritaria contra el silencio y la marginalidad de muchos aspectos en torno a la guerra civil.

Que un clima de silencio inamovible se ha instalado ya en la sociedad española sobre los hechos históricos que atañen sobre todo a las pérdidas humanas de la guerra y al sufrimiento de los vencidos, es algo fácilmente constatable y difícilmente remediable. Lo peor no es el silencio, que algún día se podría desvelar; lo más negativo es la deformación, los desenfoques de todo tipo, las simplificaciones, los análisis desorientados, las banalizaciones (en las que cine, literatura y periodismo son maestros) y las carencias de rigor e investigación detenida.

El tema histórico de la guerrilla antifranquista o maquis (no conduce a nada la discusión terminológica), en su larga etapa de unos 15 años, de 1939 a 1955, es donde más se han dejado sentir los males que nos ocupan, el silencio, la deformación y las banalizaciones. Pero hay excepciones contra el silencio, y a veces excepciones sorprendentes. Se acaba de publicar un documental, tanto más valioso cuanto que aparece como carente de pretensiones o sensacionalismo, titulado Muerte en El Valle, por la joven descendiente de leoneses Christina María Hardt1. El documental se revela como todo un acto de rebeldía contra el silencio imperante en la aldea leonesa de sus abuelos, El Valle, cerca de Bembibre, donde en 1948 fue asesinado por la Guardia Civil su abuelo Francisco Redondo. La lección del documental es magistral e insólita en este tipo de documentales, hasta ahora siempre descafeinados y llenos de tópicos.La fotógrafa Hardt decide un día rebelarse contra el silencio de toda su familia en relación a la muerte del abuelo, víctima de la ley de fugas, y dijo: “Le hice una promesa a mi abuela, que algún día el mundo se enteraría de lo que sucedió realmente, y la voy a cumplir”. Viajó desde Nueva York a El Valle. El rodaje estuvo lleno de problemas.

Sus propios tíos, hijos de la víctima, se enfadaron con ella. No querían que se removiera nada del pasado. Pero, contra viento y marea, Christina logró, no sóloaclarar las circunstancias del crimen, sino también dar con el paradero del guardia civilque lo mató y con el delator que llevó a los guardias a la casa de sus abuelos, dondese cobijaba un grupo de maquis de la guerrilla de Girón2. El esfuerzo contra la barreradel silencio es terrible, y ello en fechas muy recientes. La cineasta va obteniendo datos a cuentagotas, entre monosílabos y desdenes, sobre todo de la bisabuela Lucrecia, de 97 años, la madre de la víctima, que apenas declara nada. La figura de esta anciana es muy significativa: representa plenamente la autorrepresión de la memoria, la interiorización del silencio en los vencidos, que yo mismo he comprobado en muchas otras entrevistas, desde mis trabajos a partir de 1978. Esta pétrea interiorización del silencio se ha hecho fósil y estereotipo en múltiples hogares de la España profunda, desde 1939. Volviendo al documental, en pleno rodaje se produce la muerte de la bisabuela Lucrecia, y la autora llega a filmar su féretro y su rostro acartonado: la imagen de la muerte de esta anciana es todo un símbolo de la muerte de la memoria en la España de los vencidos. En su entierro van también multitud de acontecimientos que el actual sistema democrático no ha sabido, o no ha querido, recuperar.

Sin embargo, por otra parte, la figura de la joven cineasta es otro símbolo importante: la rebelión de una minoría frente al silencio y frente a la sepultura de la memoria; algo sentido además como una justa causa, teniendo en cuenta que lo que se oculta no es ni más ni menos que el referente inmediato o faro de identidad del actual sistema de valores democráticos. Considero que esta rebelión contra el silencio se ha dado sobre todo en la tercera generación, la de los nietos de los vencidos. La primera y la segunda generación de los vencidos se impusieron en gran medida la autorrepresión de la memoria y el olvido. Después, sobre todo a lo largo del segundo mandato del presidente Aznar, se ha observado en España un afán por recuperar el tiempo perdido, la historia perdida, la memoria perdida, la causa justa perdida, los heroísmos olvidados y las injusticias impunes. Y en esta tendencia, el protagonismo ha sido de una minoría de la tercera generación, tanto en los ámbitos social y cultural como político y académico. Una minoría siempre, insisto.

Hace un año ocurrió algo muy significativo que pasó totalmente desapercibido. En un programa de televisión declaró el juez Baltasar Garzón que “en los primeros años de la dictadura franquista se cometieron crímenes contra la Humanidad y sería conveniente la puesta en marcha de comisiones de la verdad”3, como se ha hecho en otros países. Yo esperé para el día siguiente una tormenta de comentarios en la prensa, ante tal declaración a la que jamás nadie relevante se ha atrevido en España. Mi espera fue en vano, ni siquiera en la llamada prensa progresista. Sólo a los dos días encontré en El Mundo estos cuatro renglones: “El magistrado de la Audiencia Nacional -siempre protagonista- propone ahora crear una comisión para investigar los crímenes de lesa humanidad del franquismo. Tal iniciativa es un despropósito que sólo contribuiría a reabrir las heridas que tanto ha costado cicatrizar”. Esta es la realidad: la España más o menos heredera de los vencedores se muestra como vigilante o árbitro en la administración del silencio, mientras que la España heredera de los vencidos, la del referente democrático, vive en el autosilencio interiorizado, asumido y transformado en esencia personal. Dejemos para otra ocasión el análisis de este fenómeno a escala internacional, algo insólito en otros países (Suráfrica, Guatemala, Argentina, Chile,...), donde han proliferado las comisiones de la verdad contra crímenes cometidos por las dictaduras, y la sociedad no se resigna ni al olvido ni a la impunidad. Sólo hallo ahora una posible similitud con el caso de España, que es la Camboya de Pol Pot, donde la matanza y la represión llega a tales niveles descomunales que el ser humano interioriza el terror de tal manera que sólo puede sobrevivir sumiéndose en el silencio absoluto y en la atrofia radical de la memoria, de manera que los verdugos pueden transitar felizmente en medio del silencio perenne de los supervivientes.

2.- Tópicos y deformaciones contra la historia de la guerrilla.

El tema histórico del maquis o guerrilla antifranquista es uno de esos temas de los que más se habla y menos se investiga. En consecuencia, la deformación, la banalidad y los tópicos hacen estragos. El anecdotario (en lo que es maestra la prensa) sustituye siempre a la historia. Pudiera aducirse una disculpa nada desdeñable: no se investiga, porque no se puede. En efecto, de los tres grandes archivos fundamentales para el estudio de la guerrilla, sólo uno, el del Partido Comunista de España, es plenamente accesible. Los otros dos (Servicio Histórico de la Dirección General de la Guardia Civil, y el Archivo del Tribunal Militar Territorial 1º, ambos en Madrid), aunque teóricamente accesibles, en la práctica no lo son o son inoperantes ante el investigador y hacen el trabajo inviable, o por ocultación de materiales (Guardia Civil) o por dilaciones, trabas y entorpecimientos sin fin (Tribunal Militar). Mientras estos archivos, o lo que quede de ellos, o lo poco que pueda escapar a la destrucción, no se hallen bajo el control directo de los organismos apropiados del Estado civil democrático, como pueda ser el Archivo Histórico Nacional, estamos perdidos. A menudo he clamado contra esta desgracia científica: el descuido, deterioro y falta de acceso de archivos básicos para nuestra historia. Pero he clamado en el desierto.

No hubo una guerrilla, sino muchas guerrillas

Se escribe a menudo sobre la guerrilla como fenómeno homogéneo, sin matices, con observaciones genéricas, que pueden ser válidas para algunas zonas, pero no para otras4. La guerrilla antifranquista de los años cuarenta no fue algo uniforme, sino bastante heterogéneo, en sus adscripciones políticas, en sus orígenes, en la cualificación de sus cuadros, en su duración o en el tipo de represión sufrida.

En cuanto a la adscripción política, la guerrilla fue en su mayoría de orientación comunista, pero con importantes excepciones. No puede olvidar que, en el monte, a partir de 1939, y sobre todo a partir de 1944, el concepto de resistencia no hace sino perpetuar el estado de cosas tal como había quedado en marzo de 1939, tras el golpe de Segismundo Casado, entre los partidarios de la resistencia a ultranza y los partidarios del armisticio5. En el primer caso están los comunistas y algunos socialistas, como los negrinistas, y alguna minoría más. Partidarios del armisticio son la mayoría de los socialistas, anarquistas y nacionalistas. La bandera de la “resistencia” estuvo básicamente en manos del PCE, en 1939 y después. Esta y no otra es la posición luego de los diversos partidos en los años de la guerrilla, en cuanto a sus núcleos de dirección. Bien es verdad que los militantes de base, bajo el imperativo del “sálvese quien pueda”, se echaron al monte con una pluralidad de militancias, y así, además de comunistas, aparecen socialistas y anarquistas, independientes y republicanos por todos los montes de España.

El Partido Comunista tuvo hegemonía en las Agrupaciones Guerrilleras de Galicia, las cuatro que hubo, bajo la denominación de Ejército Guerrillero de Galicia6; en la Agrupación Guerrillera del Alto Aragón (Huesca); en la Agrupación Guerrillera de Levante (tardía, pero la mejor diseñada por el PCE desde Francia); en la guerrilla urbana de Madrid (muy temprana, con Vitini, Cristino García y Paco el Catalán) y en el resto del Ejército Guerrillero del Centro (diseñado en 1944 por Jesús Monzón, con Agustín Zoroa y José Isasa Olaizola “Fermín”), que comprendía las siguientes Agrupaciones: La I (Cáceres-Toledo), la II (Ciudad Real), la III (Córdoba), la V (Albacete), más la Agrupación de Gredos y la llamada “Zona Mirlo”, también en Gredos.

El PCE fue también hegemónico en Granada-Málaga. Los socialistas tuvieron hegemonía en la Federación de Guerrillas de León- Galicia, que era una mezcla de leoneses, como Girón, asturianos y gallegos de Orense. Luego se integraron en el Ejército Guerrillero de Galicia como II Agrupación, que entró en declive en 1947, a la espera de su salida a Francia, cosa que lograron en 1948 por el puerto de Luanco. Hubo también guerrillas mixtas, como la Agrupación “Fermín Galán”, de Cádiz (en la que coexisten los comunistas de “Manolo el Rubio” y los anarquistas de Bernabé López Calle); la Agrupación Guerrillera de Santander, en la que también coexisten ambas tendencias. En tercer lugar, la III Agrupación, la de Córdoba, en la que coinciden sin problemas los comunistas de Julián Caballero, los anarquistas de “Eugenio del Real” y los socialistas de Romera.

Por otra parte, existieron guerrillas dobles, con dos sectores ideológicos claramente separados en una misma zona, como ocurrió en Asturias: por un lado actuaba la guerrilla comunista (con Manolo “Caxigal”, Constante Zapico “Bóger”, Casto García Roza, Celestino Uriarte), y por otro lado, la guerrilla socialista (José Mata, Arístides Llaneza y “Comandante Flórez”). En Barcelona, por un lado actuaba la guerrilla comunista del PSUC, y por otro la lado, la guerrilla anarquista de Quico Sabater. También en Granada existió una doble pequeña guerrilla urbana muy temprana: por un lado, la guerrilla anarquista del “Comandante Villa” y los hermanos Quero, y por otro, la guerrilla comunista de Francisco Rodríguez “El Sevilla” y Francisco “El Yatero”. Caso curioso fue el de la II Agrupación, la de Ciudad Real: en el Valle de Alcudia actuaba la guerrilla anarquista de Norberto Castillejo “Teniente Veneno”7, con relaciones muy tormentosas con la guerrilla comunista que por Puertollano y resto de Ciudad Real acaudillaban Ramón Guerreiro y Francisco Expósito “El Gafas” o “Torrente”. Por último, hemos de mencionar una guerrilla independiente, que quedó en tierra de nadie, porque el PCE no envió allí cuadros para organizarla, que fue la guerrilla de Jaén, si bien predominaba la militancia comunista. Según su origen, las guerrillas echan sus raíces en diversos momentos históricos. En general, las guerrillas arrancan en el momento de la derrota de la República, en 1939, con un considerable contingente de huidos, que huyen de las represalias o se niegan a entregar las armas. Enseguida estos grupos se incrementaron sobremanera con evadidos de las prisiones, de los campos de concentración, de los batallones disciplinarios y desertores del servicio militar franquista, o bien enlaces que eran descubiertos. Esta fue la situación de todas las guerrillas de la zona centro, de Madrid al Guadalquivir. Pero hubo guerrillas que se alimentaron de fugitivos anteriores, de 1936 y 1937, como ocurrió en la zona norte:

León, Galicia, Asturias y Santander. La terrible represión gallega de 1936 echó al monte a varios miles de personas, de las que varios centenares pervivieron hasta la guerrilla propiamente dicha. Luego, la caída de los frentes del norte, en agosto y en octubre de 1937, volvió a empujar a fugitivos hacia los montes. Aún hubo otra provincia, Málaga (Ronda, Antequera) que contó con fugitivos de 1937 y prolongaron su existencia hasta cerca de 1950. Con un origen muy diferente hay que citar la guerrilla de Levante y el Alto Aragón, donde no existió una base previa de huidos, sino que estas guerrillas se gestaron “ex novo”, directamente programadas por el PCE desde Francia, y a partir de las infiltraciones de 1944-1945 por los Pirineos, quedando formalmente constituidas en 1946. Luego, se incrementaron con lugareños que previamente habían sido enlaces y eran descubiertos.

En cuanto al nivel de cualificación política y consistencia de sus cuadros directivos se dieron grandes diferencias entre unas guerrillas y otras. Hubo Agrupaciones con una nómina de cuadros directivos de alto nivel, la mayoría enviados por el PCE desde sus reservas en el exilio francés o hispanoamericano. Destacó enseguida la zona centro, con Madrid y Agrupaciones limítrofes, donde desembarcaron dirigentes de primera fila, empezando por Jesús Monzón en 1943, seguido de Casto García Rozas, Agustín Zoroa, José Isasa, José Vitini, Cristino García, Pedro Sanz “Paco el Catalán”, Pedro Rodríguez “Fedor”, etc., ayudados por varios evadidos relevantes de las prisiones de Carabanchel y Alcalá de Henares: Jesús Bayón, Ramón Guerreiro, Dionisio Tellado y Cecilio Martín Borja8. Luego, destacó Galicia por la importancia de sus cuadros directivos, empezando por los enviados desde fuera: José Gómez Galloso y Antonio Seoane, ayudados por lugareños de gran relieve como Marcelino Rodríguez Fernández “Marrofer”, Manuel Ponte, Francisco Rey “Moncho”, José Castro Veiga “El Piloto”, Ramón Rodríguez “Curuxas”, Mario Rodríguez Losada “Pinche” o “Langullo”, Benigno Andrade “Foucellas”, Samuel Mayo y otros muchos9. Destaca igualmente por su peso político la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, con Joaquín Arasanz “Comandante Villacampa”, Angel Fuertes Vidosa “Antonio”, Vicente Galarza “Andrés”, Florián García “Grande”, Jesús Caellas “Carlos”, Pelegrín Pérez “Ricardo”, Doroteo Ibáñez, entre otros, hasta la llegada del último enviado José Gros, emisario para el “cambio de táctica” en 195010. Y otra de las guerrillas de gran consistencia ideológica, de adscripción comunista, fue la poco conocida V Agrupación, de Albacete, organizada por Pedro Rodríguez “Fedor” y mandada por Alfonso Ortiz Calero y Cecilio Martín Borja, con buen número de guerrilleros cualificados11.

En cuanto al resto del norte, Asturias contó también con líderes muy preparados, tanto entre los comunistas como entre los socialistas, si bien la división entre ambos restó eficacia a aquella lucha guerrillera. En Cantabria, la fuerza de la represión frustró una guerrilla más influyente, cuando fue abortada por la dictadura la incipiente Brigada “Pasionaria”. Su resistencia la simbolizan Ceferino Roiz Machado, Santiago Rey y “Juanín”, entre otros. El panorama del norte se cierra con la socialista Federación de Guerrillas León-Galicia, que tuvo mucha iniciativa en los primeros años (1943-1946), con los asturianos Mario y Guillermo Morán, Marcelino Fernández “El Gafas”, Arcadio y César Ríos, más otros orensanos y el grupo de León: Manuel Girón, Marcelino de la Parra y Abel Ares. Pero, salvo el grupo de Girón, en 1947 la Federación entró en inactividad y quedó eclipsada por el auge del Ejército Guerrillero de Galicia, de signo comunista12.

El resto de las guerrillas de España aparecen más deshilvanadas, peor armadas y menos estructuradas, como es el caso de algunas de la zona centro y Andalucía. La guerrilla de Málaga contó con dos grandes líderes iniciales, pero pronto la represión los dejó fuera de combate: Ramón Vías y Alfredo Cabello Gómez-Acebo. Por otra parte, algunos grupos que databan de 1937 rechazaron integrarse en la guerrilla organizada. Por ello, Málaga pasó pronto a la órbita de Granada, bajo el mando conjunto del célebre “Roberto” (José Muñoz Lozano), que logró éxitos importantes hasta 1950, para caer luego en un desastre de traición y muerte. Desde Sevilla ejerció en Andalucía un mando un tanto teórico y poco conocido Ricardo Beneyto Sapena, fusilado luego en Granada en 1956, delatado por “Roberto”. Menos estructurada y apenas controlada por el PCE estuvo la guerrilla de Cádiz y Serranía de Ronda, la Agrupación “Fermín Galán”. Algunos de sus miembros perviven hasta finales de la década de los años cuarenta, y algunos más lograron pasar al norte de África13.

La guerrilla de Córdoba-Badajoz-Sevilla (III Agrupación) contó con varios dirigentes autóctonos cualificados, como Julián Caballero, pero con un único enviado por el PCE, que fue “Mario de Rosa”, oriundo de Madrid, y ningún enviado eficaz desde el extranjero. Esta Agrupación, con más de 300 guerrilleros, adoleció, sin embargo, de falta de cohesión, armamento elemental y débil estructura14. Bastante peor fue el caso de Jaén, que con sus dos centenares de huidos, la provincia quedó olvidada en el proceso constitutivo de las guerrillas. En cuanto a Ciudad Real, aquí sí hubo esfuerzos de organización desde Madrid y se enviaron cuadros directivos como Ramón Guerreiro, que cumplió su misión hasta la muerte, lo mismo que Luis Ortiz de la Torre, pero Calixto Pérez Doñoro no se adaptó al monte y marchó pronto a Francia. Las desavenencias de anarquistas y socialistas con los comunistas debilitaron esta Agrupación, que la represión deshizo en 1948, a pesar de sus grandes luchadores como “El Gafas” y “Veneno”. La I Agrupación (Cáceres-Toledo) empezó con mucha fuerza, con evadidos de prisiones de Toledo, Badajoz y Córdoba, como “Quincoces” y “El Francés”, “Chaquetalarga”, más el enviado de Madrid Jesús Bayón “Carlos”. Desde 1943 se sumó un aluvión de enlaces descubiertos, incluso familias enteras de campesinos, pastores o cabreros. El resultado fue una tropa bisoña, poco experimentada, que en cuanto estalló la represión de 1946, se derrumbó ese mismo año. Lo mismo le ocurrió a la pequeña Agrupación de Gredos y a la Zona Mirlo, de “Severo Eubel de la Paz”15. Finalmente, la guerrilla urbana de Barcelona, por un lado comunistas del PSUC, y por otro, anarquistas, se caracterizó por acciones dispersas, esporádicas y poca trama organizativa, aunque se dilataron en el tiempo las individualidades de José Luis Facerías, “Quico” Sabater y Ramón Vila “Caraquemada”.

El tipo de represión sufrida también fue un rasgo diferenciador entre unas guerrillas y otras. En todas partes la represión fue terrible, es decir, cumplió el objetivo de eliminar al resistente armado y privarlo de apoyo social mediante el terror en el medio rural. La represión en Madrid, por ejemplo, fue sangrienta, con centenares de detenidos, machacados literalmente en la Dirección General de Seguridad o en el Cuartel de la Guardia Civil, con numerosos consejos de guerra y fusilamientos, algo parecido a Barcelona, aquí con menos ejecuciones, pero en ambas capitales la represión quedaba un tanto difuminada por las circunstancias de la gran ciudad16. En cuanto a la represión durísima de la zona centro, se percibe una apariencia de contención por parte de su principal ejecutor el teniente coronel Eulogio Limia Pérez, que no dudaba en derramar sangre, pero más que muertos le gustaban los guerrilleros vivos, para convertirlos en traidores, cosa que consiguió a manos llenas. Así actuó en 1945-1946 en la I Agrupación (Toledo-Cáceres) y la deshizo rápidamente. Mucho peor fue su predecesor, teniente coronel Gómez Cantos, autor de horribles genocidios locales en la comarca de Las Villuercas, en 1940 y 1942. En 1947, Eulogio Limia pasó a Ciudad Real y siguió su misma táctica de fabricante de traidores, lo que consiguió hasta con el jefe de la II Agrupación, Dionisio Castellanos “Palomo”. En un año destruyó la Agrupación, sin ahorrarse desde luego algunos crímenes entre la población civil, como hizo con los hermanos “Sortijas” en El Viso del Marqués, entre otros casos17. Su táctica capciosa la llevó luego a Granada, a donde fue destinado en 1949, y llegó allí acompañado de sus contrapartidas de ex guerrilleros traidores de La Mancha. En dos años -aquí le costó más tiempo- derribó la poderosa y nutrida Agrupación “Roberto” y convirtió a su jefe en traidor. Entre los que lograron escapar estuvo “Pablo el de Motril” con varios compañeros, que en 1952 cruzaron España en una marcha nocturna de cien días y llegaron a Francia. Finalmente, la represión de la Agrupación “Fermín Galán”, la de Cádiz, aunque sangrienta y sin escrúpulos ante crímenes y torturas, como la de Cantabria igualmente, se mantuvieron dentro de las prácticas habituales de la dictadura.

Donde la represión rebasó todo límite, revistió caracteres de escándalo y debe incluirse en el catálogo de crímenes de lesa Humanidad, sin exageración ciertamente, fue en tres zonas de España: el ángulo noroeste (Galicia-León-Asturias), la zona de Levante (Valencia-Cuenca-Teruel) y sierra Morena (Jaén-Córdoba-Sevilla), además de otro punto negro llamativo en la costa de Málaga.

Empezando por la III Agrupación, la de Córdoba, en tema de represión iba pareja con la de Jaén, porque tomó la dirección sangrienta de ambas el coronel Santiago Garrigós Bernabéu, ex matarife de Queipo de Llano en Sevilla en 1937. A sus órdenes puso a los tenientes coroneles Luis Marzal Albarrán (educado en las matanzas de Badajoz de 1936) en Jaén, y a Angel Fernández Montes de Oca en Córdoba. Este se hizo rodear de otra tropa de matarifes, como el comandante Machado, el capitán Joaquín Fernández, el capitán Aznar Iriarte o el teniente Francisco Giménez Reyna. Sólo querían guerrilleros muertos. Los cercaron, los emboscaron, los acribillaron o los envenenaron. De los tres centanares de resistentes, quedaron vivos tres o cuatro. Sólo uno escapó a Francia. Apenas hubo traidores. Uno que lo intentó, “Perico el Manco”, la policía lo acribilló cuando hacía gestiones. Con todo, la peor matanza fue la del personal civil, la gente del llano. Se aplicó la ley de fugas a mansalva, se salpicaron de cadáveres las cunetas de los caminos, mataron a la madre y a la hermana de “Caraquemá”, a la madre de “Castaño”, al padre de “Carrete”, a los hermanos de “Álvarez”, al hermano de “Cristino”, al hermano de “Saltacharquitos”, a la esposa de “Ratón”. Por sospechas o rumores sufrieron la ley de fugas nada menos que 160 paisanos, en algunos casos familias completas. Giménez Reyna hizo estragos en Pozoblanco, el capitán Fernández en Hornachuelos, el capitán Aznar en Villanueva de Córdoba. En 1950, la matanza y la aplicación de la ley de fugas continuaba en los pueblos de la parte sevillana de sierra Morena (Cazalla de la Sierra, San Nicolás, Castilblanco, Guadalcanal)18.

La matanza de Jaén no iba a la zaga. Se llegó a incendiar y bombardear una casa (Valdepeñas de Jaén, 17-7-47) para eliminar a dos guerrilleros, “Cencerro” y “Crispín”, y cuatro enlaces. Se cercó y aniquiló a otros en cuevas y caseríos. Se aplicó la ley de fugas sin miramientos. Mató a dos mujeres en Andújar, mató a palos al padre de “El Gafas”, en Alcaudete aplicó la ley de fugas a un matrimonio, al hermano de “Cristo” y a otros enlaces en el cortijo Loma Serrano19. Fue el calvario de terror de sierra Morena, sin olvidar el punto negro de la costa de Málaga, donde en octubre de 1949 empezaron a actuar los que habían sembrado el terror en Córdoba: el teniente coronel Angel Fernández Montes de Oca, el capitán Joaquín Fernández y el teniente Giménez Reyna. Éste puso su cuartelillo en Nerja. En 1950 aplicaba a mansalva la ley de fugas contra familiares y sospechosos de ayuda a la guerrilla20.

En el noroeste de España (Galicia-León-Asturias) la guerrilla tuvo que actuar a la desesperada, en medio de un vendaval de represión, sangre y muerte. Aquí tampoco se pretendían nunca prisioneros, sino cadáveres. En esta zona había dos predilecciones: el incendio de caseríos para achicharrar a guerrilleros ocultos y la aplicación del garrote vil para infortunados prisioneros, como Gómez Gayoso, Antonio Seoane, “Foucellas” y tantos otros. En 1949 fueron abrasados cinco guerrilleros en uno de estos incendios en Silán-Orol (Lugo). En el mismo año, en Chavega (Orense) perecieron de la misma manera seis guerrilleros y una mujer. En mayo de 1948, cerca de Padrón (Pontevedra), sólo “Foucellas” logró escapar de un pajar incendiado, dejando atrás a sus compañeros acribillados o abrasados. En marzo del mismo año, en Cesures (La Coruña) la Guardia Civil ejecutó “in situ” a toda la familia de una casa que cobijó a la guerrilla: un matrimonio, la cuñada y el abuelo. En 1949, en Mugardos (La Coruña) se aplicó la ley de fugas al cuñado de “Pancho” y tres enlaces más. En el mismo año, en Orol (La Coruña) mataron a las tres mujeres de la casa, por auxiliar al guerrillero Temblas.

La matanza de León siguió los mismos derroteros. Los cuartelillos de Ponferrada y Bembibre, entre otros, destrozaron a palos a muchas personas. En 1947, la novia de “El Liebre” apareció cadáver cerca de Ponferrada. En Fornela (León) mataron en una cuneta al médico Lodario Gabela, por sospecha de ayuda a los guerrilleros. En El Valle (Bembibre) aplicaron la ley de fugas a los enlaces Fracisco Redondo y Florentino Fernández, después de incendiar la casa y escapar varios guerrilleros. Entre otros excesos, la Guardia Civil detuvo en mayo de 1951 al minero Elías Álvarez Carrera, lo llevaron ante el cadáver de Girón en la sierra de Molinaseca, lo mataron y le desfiguraron el rostro, para hacerlo pasar como el ejecutor de Girón, y alejar la sospecha del verdadero asesino, José Rodríguez Cañueto. La represión de Asturias revistió aún mayor gravedad y tintes dantescos. Se persiguió a muerte a la guerrilla, sobre todo a la comunista, y los dirigentes prisioneros acabaron en garrote vil. La Brigadilla de Gijón y los cuarteles de la Guardia Civil aplicaron todos los resortes de la guerra sucia, torturas, “paseos”, ley de fugas, infiltración de confidentes. Todo bajo la batuta del coronel Blanco Novoa, el teniente coronel Navarrete, el teniente Padilla, el sargento Fernández, el cabo Artemio, el inspector Claudio Ramos, entre otros. La guerrilla, desbordada, eliminó a cuantos chivatos pudo, 148, más que en ninguna otra provincia. Por su parte, los represores se valieron de un infiltrado, y el 27-1-48, tras aparotoso engaño, exterminaron a 13 guerrilleros y 6 enlaces en la playa asturiana. La matanza de enlaces se hizo sin piedad. El 14-4-48, la Brigadilla perpetró la matanza de 22 enlaces o sospechosos, cuyos cuerpos fueron arrojados al Pozo Funeres, en Peña Mayor, pero otros lugares de ejecución de personal civil: el Pozo Tárano (Villanueva-Taverga), el Pozo Grajero (montes de Lario, Turón), el Pozo del Rincón (valle de Turón), la Cueva de Sidrón (Infiesto) y otros lugares21.

Por último, la Agrupación Guerrillera de Levante hubo de actuar en otro infierno de represión y sangre, bajo los métodos de “guerra sucia” del general Manuel Pizarro Cenjor, desde su atalaya de Teruel, con varios peones de brega, como el cordobés comandante Roldán Écija y el teniente Mangas, entre otros, sin olvidar al jefe de Tarragona, teniente coronel José Garrigós Bernabéu. Se incendiaron los campos, se deportó a los campesinos y se aplicó la ley de fugas sin contemplaciones. En mayo de 1947 dieron el “paseo” a 6 campesinos de Santa Cruz de Moya (Cuenca), el mismo año hicieron lo mismo con otros 6 en Manzanera (Teruel), entre ellos el médico del pueblo y un muchacho de 16 años. En Mora de Rubielos (Teruel) acabaron con otros 10 vecinos, entre ellos el médico y el practicante. En octubre de 1947, el general Pizarro quiso dar un escarmiento y aplicó la ley de fugas a 12 personas en los Altos de San Rafael (Aliaga, Teruel), entre otros muchos crímenes de una guerra sin cuartel, en la que fueron cayendo casi todos los cargos que el PCE había ido enviando desde Francia, salvo los últimos 26 supervivientes que lograron salir a Francia en mayo de 1952, con la Guardia Civil pisándoles los talones22.

El tópico de la guerrilla como error táctico

La guerrilla antifranquista, igual que la guerra civil en general, no puede ser analizada en modo alguno como un fenómeno doméstico o interno del país, sino en el contexto internacional europeo, dentro de una corriente europea de resistencia contra el fascismo imperante, como ocurrió con los partisanos italianos o yugoslavos o el maquis francés. Coincido en esta apreciación con Mercedes Yusta23, pero difiero de ella en que la raíz del maquis español sea de carácter social y agrario, sino que tuvo una motivación política por encima de todo: la instauración en España de una dictadura filofascista, con un programa radical de persecución y de exterminio de los vencidos. Este carácter inicial fugitivo frente a la represión franquista es la principal diferencia con la resistencia europea, donde no se dio ese carácter inicial de huida. Cuando el maquis español coincide con el europeo es en una segunda fase: cuando los grupos de huidos experimentan la reconversión guerrillera entre 1943-1946, una reconversión lenta, dirigida y hegemonizada por el PCE, no sólo desde Francia, sino también desde el interior. No se olvide que el impulsor de la guerrilla fue, antes que nadie, Jesús Monzón, que en septiembre de 1943 pasó de Francia a Madrid24 y comenzó aplicándose de lleno a poner en marcha el Ejército Guerrillero del Centro. Así pues, una vez que la masa fugitiva fue reconvertida en guerrilla organizada se puede afirmar que en España se estaban mimetizando los esquemas de la resistencia antifascista europea. Y así fue en efecto. Bajo la iniciativa del Partido Comunista de España, se fue llevando a cabo la transposición del modelo de lucha de los maquis franceses, que en realidad eran más españoles que franceses. Esta coincidencia es fundamental para la correcta interpretación de la guerrilla antifranquista: no fue ni más ni menos que la correspondencia española con los movimientos europeos de resistencia antifascista. Por esta vez se puede afirmar que España no fue diferente al resto de Europa. La iniciativa española fue coherente con el contexto europeo.

Con estos precedentes, no tienen ningún sentido muchas opiniones tópicas que se han vertido en las últimas décadas, incluso desde ámbito progresista, acerca de una supuesta “mala percepción de la realidad” por parte del PCE, a la hora de organizar las guerrillas, y se ha hablado de “aberrante análisis político”, sobre todo desde la pluma temeraria de Gregorio Morán25, que en modo alguno se le ocurrió pensar en el contexto internacional. Lo cierto fue que en España se hizo lo que se hacía en Europa. Y el proyecto guerrillero se llevó a cabo con una lógica aplastante: si los nazis se batían en retirada por el Sur de Francia, ante el empuje de la resistencia guerrillera, y estaban cayendo los grandes fascismos europeos, era coherente lanzar en España una guerrilla, con la esperanza de la caída de Franco. Que el régimen franquista era inamovible, eso lo sabemos hoy, a toro pasado, pero no se podía ni sospechar entonces.

El hecho de haber fracasado en el intento, eso no inhabilita una causa coherente. Muchas causas justas han fracasado en la historia, sin dejar de ser justas por ello. Y más aun, cuando la derrota no se debió a la propia guerrilla, sino a circunstancias ajenas de “real política” europea, a eterna política británica de hostilidad contra la República española, no ya desde 1945 ni desde 1939, sino desde 1936 y desde 1931, y a seguidismo francés de la política británica. Esta fue la clave. Hay que ir desechando los análisis en clave de “guerra fría”. Con guerra fría, tibia o caliente, Inglaterra hubiera mantenido siempre su política antirrepublicana y pro franquista.

También hemos leído interpretaciones extrañas de la guerrilla, en claves de lucha interna y en busca de parcelas de poder por parte del PCE, en 1946, según Joan Estruch26, lo cual no es más que una mera suposición sin fundamento. En realidad, el PCE no hizo otra cosa que mantener su opción de “resistencia” que ya defendió al término de la guerra y en la última fase del gobierno de Negrín. Además, ejerció esa misma posición en el exilio francés con su participación masiva en el maquis vecino. De manera que en este aspecto no hubo ni cambio de política ni supuesto oportunismo. El PCE decidió liderar, por un lado, lo que era un sentimiento unánime de los españoles en Francia, y por otra parte, lo que ya se empezaba a fraguar en España de manera espontánea.

El sentimiento unánime de los españoles exiliados era la “reconquista de España”. Ese, precisamente, era el título del periódico de la Agrupación de Guerrilleros Españoles (AGE) en Francia, de filiación comunista. Cuando los luchadores españoles, junto a los franceses, entraron en París el 24 de agosto de 1944, la voz unánime que surgía de todas las gargantas era: “¡Y ahora, España!” ¿Por qué no se podía derribar a Franco, si se había derribado a Hitler? Entonces no se podía comprender (ni ahora tampoco). Por otra parte, el PCE tampoco podía desentenderse de lo que ya en España empezaba a surgir espontáneamente. No se olviden los siguientes datos significativos: en 1941, en Granada, ya se hacían tanteos organizativos por los comunistas Francisco Rodríguez “El Sevilla” y Francisco “El Yatero”, y por el anarquista “Comandante Villa”. En 1942 se constituyó la Federación de Guerrillas de León-Galicia por los socialistas. En 1943 se crearon en Asturias las Milicias Antifascistas, con socialistas y comunistas. El mismo año en Cádiz-Serranía de Ronda, el comunista “Manolo el Rubio” creó la Agrupación “Stalingrado”. También en 1943, “El Tampa” dio forma en Santander a los “Guerrilleros del Norte”. En septiembre de 1943 ya estaba en Madrid Jesús Monzón. Y en 1944 empezaban a funcionar las primeras Agrupaciones del centro. Por consiguiente, los hechos aparecen muy diferentes a lo que pudieran suponer Gregorio Morán, Joan Estruch y algún otro.

Ya hemos señalado dos diferencias entre el maquis español y el del resto de Europa. Una, su origen fugitivo de la represión y su posterior reconversión en guerrilla organizada; otra, su derrota y fracaso final. Pero se ha de añadir una tercera diferencia: el olvido histórico. Ni siquiera la historiografía italiana o francesa ha prestado nunca atención al fenómeno español. Tras los Pirineos se ha escrito sobre una historia de vencedores, y sus luchadores han sido ampliamente recompensados e historiados. Pero a este lado de los Pirineos ha habido una historia de vencidos, y los vencidos no tienen historia. Pero no sólo son vencidos, sino que, mucho peor, son comunistas. Y aquí, el fantasma de la “guerra fría” sí tendría algo que decir, posiblemente. Vencidos, comunistas y, además, bandoleros. El régimen franquista se cuidó muy bien de denigrar a la resistencia armada, degradándola y presentándola como delincuencia común. Las dictaduras nunca tienen frente a sí a opositores políticos, sino a delincuentes. Todos estos ingredientes son más que suficientes para que sobre el maquis español caiga la mayor losa de silencio imaginable. Y así ha ocurrido: silencio y deformación en el interior de España, y olvido absoluto en el exterior. Y todo ello, a pesar de que la guerrilla antifranquista ni fue error táctico ni oportunismo ni incoherencia, sino pura coincidencia con los movimientos antifascistas europeos de aquel momento histórico.

El fantasma del supuesto estalinismo

Otro de los tópicos que ha habido que leer o escuchar “ad nauseam” es el de la guerrilla antifranquista como proyecto estalinista. Tópico que surge, no tanto desde el ámbito de los herederos de los vencedores (el tópico de éstos era el término “bandoleros”), sino, curiosamente, desde el ámbito de cierto sector que se reclama progresista. Esta posición, muy localizada, lejos de atenerse al rigor de los hechos, gusta colgar etiquetas sin fundamento. Igual que cuando se habla de maquis francés, de mayoría comunista, no se tilda de proyecto estalinista, sino de contribución a la refundación de la democracia francesa; igual que cuando se habla de partisanos italianos, de mayoría comunista, no se etiquetan de estalinistas, sino de importantes contribuyentes a la democracia italiana, lo cual no requiere mayor insistencia, por evidente; no se comprende que a la hora de hablar del PCE en la guerra civil española, haya que sacar el fantasma del estalinismo para desautorizar lo que fue un indudable esfuerzo en pro de la República democrática, frente al golpe militar. Y con la misma lógica y coherencia, la guerrilla antifranquista, en sus textos, en sus actuaciones y delcaraciones, no tuvo otro proyecto que la restauración de la República, la vuelta a la constitución y a las elecciones libres. Esto y no otra cosa es lo que puede leerse en los textos de la guerrilla, cosa probada ciertamente para quienes investigamos y estudiamos este fenómeno. Según esto, resultó sorprendente una anotación de Andrés Trapiello, en su libro sobre el sumario de Vitini, donde sin más justificación se refiere a la historia de la guerrilla como “la de unos cuantos débiles y la de unos cuantos pobres (...) defendiendo la libertad bajo banderas estalinistas”27. Esta apreciación no se ajusta en modo alguno a la realidad histórica.

Desde 1941 y 1942 la resistencia española en Francia y en España se artículó en un proyecto frentista, de búsqueda de pluralidad partidista, bajo la denominación de Unión Nacional, por impulso principal del comunista Jesús Monzón, un dirigente de talante abierto y en ningún aspecto definible como estalinista. Ni el proyecto de Unión Nacional lo fue tampoco, siendo este el referente político de la guerrilla antifranquista, “brazo armado de Unión Nacional”, con el objetivo prioritario de la “Reconquista de España”, la recuperación de la República, y la vuelta a la constitución y a las elecciones libres. Estas proclamas no son suposiciones, sino simple lectura de los folletos, pasquines, textos y panfletos que conservamos de los años de la guerrilla (documentación de consejos de guerra, archivo del PCE, el propio libro de Aguado Sánchez, El maquis en sus documentos, etc.). En la operación del Valle de Arán, del otoño de 1944, el periódico de la tropa guerrilla se titula, precisamente, Reconquista de España. En los recortes conservados, las proclamas y llamados son de indudable sello democrático.

Desde 1942, el PCE impulsó la creación de comités de Unión Nacional por todas partes. En 1945 había 300 de estos comités en España28. Que la hegemonía de U.N. era comunista se corresponde con la lógica de las posiciones de posguerra antes expuestas, pero no es menos cierto que en ese proyecto había un claro objetivo de recomposición del Frente Popular y todo lo que, democráticamente, éste representaba. No podían adherirse plenamente a la resistencia armada ni socialistas ni anarquistas, porque la vía armada no era su posición oficial después de la guerra, pero sí se adhirieron a título particular y por la base gran número de socialistas y anarquistas, y se comprueba con sólo repasar el panorama antes expuesto sobre las guerrillas en el mapa ibérico. En 1944, se creó por éstos últimos otro organismo frentista, sin los comunistas, la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), en el que los comunistas solicitaron su ingreso y se aceptó en 1946. En este año se puede observar a los guerrilleros de Albacete, por ejemplo, creando en los pueblos comités locales de Alianza Democrática, como se decía en forma resumida. Cuando este organismo lo deshizo la represión en 1947, el PCE dio forma a otro similar, el Consejo de Resistencia, que tuvo especial repercusión en la zona de Levante.

En septiembre de 1943 constituyó Monzón en Madrid su Junta Suprema de Unión Nacional, más voluntariosa que real, ciertamente, pero lo suficiente para que no se hable de proyectos estalinistas. En su primer llamamiento ya se habla de “convocar en el más breve plazo elecciones democráticas”29. Enseguida se organizaban grupos guerrilleros, socialistas en Asturias y León-Galicia, anarquistas en Cádiz, comunistas en otros lugares. En marzo de 1946, Santiago Carrillo entró a formar parte del Gobierno del Dr. Giral, como “ministro sin cartera”. Por todas las sierras de España aparecían panfletos de apoyo al Gobierno Giral.

Hay que tener cuidado con determinados tópicos que están fuera del contexto español. Si se habla de temas de España, hay que atenerse a lo que ocurre en España. Perder el contexto en el que ocurren los hechos conduce a inevitables desenfoques y aberraciones. Aplíquese esto a otro libro reciente, donde Inmaculada de la Fuente incurre en este desenfoque. Refiriéndose a Constancia de la Mora y a su hermana Marichu, nietas de Antonio Maura, destacadas en los años de la guerra civil, no se le ocurre otro comentario que este: “... atrapadas en las convulsas corrientes ideológicas que hicieron temblar el mundo: el fascismo y el comunismo”30. Esto, aplicado a Constancia de la Mora, no es cierto. Esa equipación de conceptos, situados en España, no es rigurosa en modo alguno. Desde luego, en España, ni José Díaz ni Dolores Ibárruri ni Rafael Alberti ni otros se puede decir que hicieran temblar al mundo, a no ser algún insomnio al inquilino de El Pardo. Y los que conocemos la trayectoria de Constancia de la Mora, sabemos que su vida no fue en nada “atrapada” por nada, a no ser por su lealtad y fidelidad a la República española, por cuya defensa lo sacrificó todo, dentro de su militancia comunista por supuesto. La autora va más lejos y llama a Constancia de la Mora “estalinista con toda la fe de los conversos”. Tildar de estalinista la coherencia de esta mujer demócrata y luchadora es, sencillamente, insultante contra aquella generación de mujeres activistas de la República.

En cuanto a la guerrilla se refiere, debe cuidarse en extremo no introducir en el estudio de la realidad española ni esquemas ni prejuicios que son ajenos a este país, así como tampoco puede analizarse un fenómeno de los años cuarenta con iterios extemporáneos del presente. Los contextos espaciales y temporales son fundamentales, y esto se olvida demasiado a la hora de opinar sobre el tema que nos ocupa.

Una derrota, no por causas intrínsecas, sino extrínsecas

Contrariamente a lo que a menudo se opina, la guerrilla antifranquista no sucumbió por causas internas, aunque hubiera errores, sino por causas externas fundamentalmente. Ocurre lo mismo que en la derrota de la República. Quienes han querido explicar su derrota por factores intestinos no han estado en lo cierto, ya que lo decisivo fueron las circunstancias internacionales. La derrota de la guerrilla no se debió ni a errores de apreciación, ni de análisis, ni de programa, ni de táctica. La actuación de la guerrilla fue siempre subsidiaria de una esperada intervención internacional. La inhibición y desidia de las democracias europeas fue la primera causa de la derrota. La segunda causa, ajena a la guerrilla, la gran represión impuesta por la dictadura.

De la dureza y magnitud de esta represión, llama la atención uno de los aspectos: la exhaustividad. Es decir, “que agota hasta el límite”, “que apura por completo”. Aquello de “al enemigo, puente de plata”, para dejarlo escapar, el régimen jamás lo consintió. Fue un afán de eliminación radical, sin excepción de ningún tipo, sin tablas de salvación ni vías de escape. Nunca como entonces, al enemigo no se le quiso exiliado, sino cadáver. El por qué de esta exhaustividad y radicalidad en la persecución es algo difícil de explicar. Podrían hallarse rasgos de esta exhaustividad en el transcurso mismo de la guerra y en el final de la misma, impidiendo la escapatoria de los vencidos. Centrándonos en el fenómeno de la guerrilla, sobresalen tres aspectos: uno, se impidió a toda costa el exilio de la guerrilla; dos, se impidió por todos los medios la reinserción de los guerrilleros en la vida civil; tres, se intentó todo lo posible la extradición de los pocos que pasaron al extranjero.

En cuanto al boicot a la salida del país, la situación de muchos guerrilleros derivó en una lucha desesperada y en tragedia. La posición del régimen fue la antítesis del perdón y de la amnistía. Cuando 6 guerrilleros, al mando de “Pablo el de Motril” (Manuel Pérez Rubiño) decidieron salir de Granada camino de Francia en el verano de 1952, y cruzaron toda la península en una marcha de 100 días, enterado de ello el teniente coronel de Granada, no dudó de destacar al capitán Caballero Ocaña en Barcelona, a ver si los fugitivos pasaban por allí y podía interceptarlos. Se salvaron y consiguieron su objetivo, porque se desviaron y pasaron por Huesca. Otros no tuvieron esa suerte. Los registros civiles de Navarra, Huesca, Lérida y Gerona contienen una buena muestra de caídos “desconocidos” o con nombre, liquidados en la última fase de su viaje. Cuando en abril de 1950, se tuvo conocimiento de que un grupo de Badajoz (“Hocino”, “Cuquillo”, “Perdiciones” y “La Golondrina”) emprendía marcha hacia Francia, la Guardia Civil los esperó en la choza del último de sus enlaces, en Mina de Santa Quiteria (Toledo), y allí los liquidaron a los cuatro. Incluso la gente derechista del Norte estaba aleccionada para abortar el paso de fugitivos.

Cuando Antonio Lara “Jardinero” y Félix Escribano llegaron a Navarra desde Extremadura, cerca de la frontera pidieron a un pastor que los guiara. Este los llevó a un amigo “que los guiaría mejor”, el cual les abrió la puerta arma en mano. Los dos guerrilleros fueron más listos, dispararon primero, “el guía” murió y al lo despacharon a bofetadas. Así superaron el último obstáculo en la Navarra fronteriza. La evacuación de los 27 últimos de la guerrilla de Levante, en mayo de 1952, fue un milagro, con la Guardia Civil pisándoles los talones, que en la misma jornada de la salida les mató a uno de los líderes, “Paisano”, cuando hacía los preparativos, y horas después, al guerrillero que hacía de guía, Juan Badía “Emilio”.

En segundo lugar, se impidió a toda costa la reinserción de los maquis en la vida civil. Los intentos fueron numerosos, pero siempre frustrados. Cuando terminó la guerrilla de Albacete en 1947, Alfonso Ortiz Calero “Vicente” buscó refugio en Madrid, para pasar desapercibido en el bullicio de la gran ciudad, pero unas cartas camufladas a su esposa en Villarrobledo, pusieron a la Guardia Civil en su pista, lo capturaron en mayo de 1948 y lo fusilaron en Albacete. Al célebre “Chichango” le pasó lo mismo. Buscó el camuflaje en la ciudad de Silla (Valencia), pero siguiendo el hilo de una carta a su novia, también sufrió la emboscada a finales de marzo de 1948 y acabó en el paredón del cementerio de Albacete. Sorprende resultó la peripecia de Adolfo Lucas Reguilón, el pomposo “Severo Eubel” de la Zona Mirlo (Ávila). En 1947 buscó refugio en Galicia, junto con “El Formal”. Se establecieron en Foz (Lugo), y allí Adolfo se dedicó a dar clases particulares; pero he aquí que en 1956 “El Formal” organizó allí su boda y se leyeron amonestaciones en la iglesia de su pueblo, Santa Cruz de Retamar (Toledo), con tan mala fortuna que las escuchó un mando de la Guardia Civil, que recordó el nombre. Se puso en marcha la emboscada, y los dos camuflados fueron detenidos y condenados a 30 años. El 23 de marzo de 1952 también se frustró la vida camuflada de varios guerrilleros asturianos en una calle de Sevilla, donde se habían ocultado en busca de salvación, pero la omnipresente fuerza represora los olfateó, los cercó y tiroteó, cayendo muertos “Antonio el Andaluz” y su cuñado, dueño de la casa, más tres guerrilleros heridos. Otro huyó, “El Alarido”, junto con su mujer, y también los mataron cuando saltaban de casa en casa. Tampoco pudo reinsertarse el cordobés José Murillo “Ríos”. Herido en el verano de 1947 en un cortijo de la sierra de Sevilla, durante meses lo cuidó y lo curó una familia de pastores. Una vez restablecido, decidió quedarse de pastor con aquella familia en una finca cercana a Guadalcanal. Pasaban los años y ya se tenía por un ciuadano normal, pero una delación de un exguerrillero echó sobre él al teniente González de las Heras, el 31-10-1949. Al menos sobrevivió a una pena de muerte conmutada. También quisieron reinsertarse como modestos campesinos los últimos dirigentes de la Agrupación de Córdoba, “Godoy del Pueblo” y “Eugenio del Real”, el primero en el cortijo Costalero (Calera de León, Badajoz) y el segundo, en el patrimonio forestal de Aznalcóllar, en 1950. Todo parecía ya encauzado para su futuro, pero en el verano de 1951 fueron descubiertos y acabaron en 1953 en el cementerio de San Fernando de Sevilla. Por toda España, intentos similares de reinserción en la vida civil. Muy pocos lo consiguieron.

En tercer lugar, la obsesión persecutoria de la dictadura llevó a una continua petición de extradiciones al gobierno francés, el cual, contra lo que pudiera pensarse, claudicó y cedió en bastantes ocasiones. Cuando Antonio Lara “Jardinero” y Félix Escribano entraron en Francia el 8-7-1948, enseguida llegó petición de extradición del gobierno español, según cuenta el propio “Jardinero” en una carta a un paisano, el 18- 4-1952:
«Amigos, después de algún tiempo de mi silencio, me pongo a explicaros el motivo de ello y los amargos días que me han hecho pasar por las siguientes razones. El 12 del pasado mes fui detenido a causa de una denuncia del Gobierno español, en la que, después de acusarme de nuestra vida anterior, me solicitaban al Gobierno francés, para que les fuera entregado, poniendo como preámbulo que estaban convocado a pasar un Tribunal Militar en Pamplona. No os podéis figurar en las apreturas que me metieron, y gracias a que el Chantier donde trabajo se manifestó en protesta, tan pronto como se enteraron de mi detención, echándose encima de las autoridades protestando enérgicamente, a esar de eso, después de permanecer varios días en Privais, me condujeron como un borrego a Nimes, donde fui presentado al Procurador General, el cual me dijo que tendría que pasar un Tribunal, el cual comprobaría si debía o no ser entregado a Franco. Para dicho caso los compañeros me buscaron dos abogados para mi defensa, los cuales, después de cercionarse de que era un refugiado político, hicieron comprender al Tribunal el crimen que suponía mandarme a merced de los asesinos franco-falangistas. Faltó muy poco para haberte llamado, a fin de justificar que yo había estado en las guerrillas... Como ves, amigo Yamba, el fascismo no perdona ni olvida que somos enemigos y trata por todos los medios de eliminarnos»31.
En este caso se salvó, pero sabemos que la extradición se llevó a cabo bastantes veces. La salvación ni siquiera estaba en conseguir la carta de refugiado político, que no siempre se conseguía, porque antes que nada el gobierno francés ensayaba otra estrategia, poniendo a los maquis recién llegados en este dilema: o ingresaban en la Legión francesa o los devolvían a España. Y no era una simple amenaza, sino que las devoluciones se cumplieron con frecuencia. Cuando el grupo de Francisco “Veneno”, junto con “Viriato”, “Eléctrico” y “Parachuta”, entraron en Francia a primeros de julio de 1955, y se negaron a firmar el enrolamiento en la Legión, los trajeron a la frontera, y ya a punto de ser entregados, unas gestiones desesperadas. Sabemos que el grupo de “Los Mozos” y “Calandrio”, de Ciudad Real y sierra Morena, fueron devueltos a España y vinieron a morir a su tierra de origen.

Como consecuencia de la estrategia de represión exhaustiva y radical se produjeron diversos hechos colaterales, como el fenómeno de los topos, de lo que hubo casos en todas las provincias, hombres que, al desmoronarse la guerrilla buscaron la salvación en la ocultación en oquedades o emparedados, como hicieron “El Piloto” y otros en Galicia, “Manolo el Rubio” en Málaga, “El Perdiz” en Bailén, o “El Benítez”, cuya circunstancia acabo de conocer: Juan Francisco Benítez Ramiro formó guerrilla con paisanos de Talarrubias (Badajoz) en mayo de 1945, pero quedaron desarticulados por la represión en el verano de 1946. Entonces “Benítez” se ocultó en un segundo techo de la cámara de su casa en Talarrubias, durante cuatro años, al cabo de los cuales consideró que era el momento de escapar a Francia. Se despidió de su mujer y dos hijos pequeños, una noche de septiembre de 1950, se puso en camino y desapareció para siempre. Posiblemente lo mataron antes de cruzar la frontera. En segundo lugar, la represión radical llevó a muchísimos casos de claudicación de muchos guerrilleros detenidos que, acosados hasta el límite, se convirtieron en delatores y confidentes. En tercer lugar, la conciencia de aquella represión sin piedad llevó a buen número de guerrilleros a suidarse, al verse heridos o cercados sin escapatoria, antes que caer en manos del enemigo. Por último, una represión exhaustiva de tal magnitud llevó a otros a buscar la salvación en la ocultación de su identidad con nombre falso. Asi hizo la madre de Francisco “Veneno”, huyendo de su pueblo a Valencia, donde rehízo su vida con otra identidad, lo mismo que el único superviviente de “Los Jubiles”, José Moreno Salazar, de Bujalance (Córdoba), al que conocimos en 1980 como agente de seguros en Osa de la Vega (Cuenca), con el nombre de Antonio Pérez Sánchez. Hoy ha recuperado su nombre, pero sus hijos siguen llamándose Pérez. Toda España está salpicada de estos pintorescos o trágicos fenómenos, para escapar de una represión total, absorbente y omnipresente. Quedan por estudiar otros muchos los aspectos, matices, además de tópicos y falsas creencias que sobre el tema de la guerrilla antifranquista convendría puntualizar, estudiar, investigar o deshacer. Ello será posible cuando este estudio camine fuera de la marginalidad académica, cuando los archivos especializados dejen de estas militarizados y pasen a la jurisdicción civil y a la profesionalidad archivística que es propia de un estado democrático. En cuanto a la memoria testimonial hemos perdido años preciosos y llegamos ya un poco tarde. Tal vez algo pueda aún salvarse. Sea como fuere, los temas de la guerra, la posguerra y la guerrilla han de superar cualquier tipo de lagunas en cuanto a la memoria y a la historia.

APÉNDICE.- Documento testimonial

Como aportación de memoria viva a este trabajo se incluye el siguiente testimonio inédito, obra del testigo presencial Antonio Montilla Cordón, hoy anciano, residente en Calafell (Tarragona). Su testimonio de memoria fidedigna es todo un ejemplo de lo que debemos entender como recuperación de la memoria, como base para la historia. Cuando el ejercicio de memoria el algo depurado y cualificado, su valía, como en este caso, es fuente insustituible para la historia. Ninguna fuente podría haber igualado jamás la exactitud de este testimonio para conocer los entresijos de la tragedia de 1936 en un rincón de la España rural profunda, como es el caso de esta aldea cordobesa de El Remolino, pedanía de Iznájar, donde se crió la familia Montilla. La valía de este documento nos lleva a sopesar la magnitud de la pérdida histórica sobre la España vencida -la demócrata-, porque tras la muerte del dictador se estimuló muy poco este ejercicio de recuperación de memoria en nuestro país. He aquí el loable ejercicio recuperador, a pesar de sus datos cruentísimos, obra de Antonio Montilla:

El Remolino
(La tragedia de una aldea cordobesa, bajo la sublevación militar de 1936)

Transcurría el verano de 1936. La situación social y política cada día preocupaba más y hasta en los núcleos pequeños de población, como la aldea de El Remolino, se seguían muy de cerca y con la máxima preocupación los continuos llamamientos que se hacían a diario desde amplios sectores de la derecha española. Pretendían que el Ejército se levantara en armas contra el Gobierno de la República, legalmente constituido, para terminar con los demonios de siempre y con los que, según ellos, estaban dispuestos a destruir la unidad de la patria, la religión, la propiedad privada, el orden y la familia. La rebelión fascista se podría producir en cualquier momento, tal y como ocurrió el 18 de julio, cuando se confirmó la noticia de que Franco se había sublevado en Marruecos y Queipo de Llano se hacía hecho con el control de la ciudad de Sevilla. En las demás ciudades andaluzas y en el resto de España la situación no podía ser más confusa. Estas informaciones sembraron la natural inquietud en todo el país y también en El Remolino, lugar donde centraré mi doloroso y trágico testimonio, ya que en aquella fecha fui testigo de la violencia y de la brutal represión ejercida por los guardias civiles y los falangistas de Rute e Iznájar contra todos los que allí habitábamos.

Unos días después de la sublevación fascista, llegaron un camión de Rute y otro de Iznájar cargados con falangistas y guardias civiles. Se dieron cita en un lugar conocido como El Cuchillo, una curva muy cerrada protegida por un muro de hormigón. Era un punto muy estratégico, donde se ejercía un dominio pleno de El Remolino y de todo su entorno a un tiro de fusil. Desde esa posición de privilegio comenzaron a disparar. Al enterarse de la llegada de los derechistas los vecinos huyeron, por lo que no hubo víctimas. Cuando estuvieron seguros de que no encontrarían ninguna resistencia (en El Remolino había sólo unas pocas escopetas viejas, sin munición), los atacantes cruzaron el río Genil en la barca y ocuparon la aldea durante unas pocas horas. Al atardecer se marcharon, pero antes prendieron fuego a las casas de Blas Alarcón, de Miguel “El Zopo” y de Cristóbal Montero, que no ardió. A partir de esta fecha llevaron a cabo otras incursiones, siempre de día, en las que disparaban durante unas horas y después incendiaban de manera indiscriminada, sin tener en cuenta la ideología de los vecinos. Quemaron las casas de Pepe Quintana, Mª Carmen, “La Melliza”, Patricio Ropero Lopera, Camilo, María “La Zapatera”, Encarnación “ del Tajo”, Juan Rey, Francisco Guerrero, “La Marota” y Leonardo; también le metieron fuego a la de Diego Ayora Sánchez (al que fusilaron en Córdoba en 1937), donde encontraba el Centro Socialista. Al quedarse sin viviendas, los vecinos se refugiaron en las casas de campo de los alrededores o en las de sus familiares.

Para prevenirse de los ataques de los derechistas, en el lugar conocido como La Loma, un punto donde la vista dominaba casi por completo la carretera de Rute a Iznájar, los vecinos de El Remolino montaron un puesto de vigía permanente. En aquellos días, la autoridad militar de Málaga dispuso la entrega de algunos fusiles a las autoridades de los pueblos de la provincia que permanecían fieles al Gobierno de la República. De los que asignaron a la localidad vecina de Cuevas de San Marcos, destinaron tres para la defensa de El Remolino. Cada día al amanecer llegaban de Cuevas de San Marcos tres milicianos armados y a caballo, a los cuales se les había confiado la defensa. Sólo dos días más tarde aparecieron de nuevo los camiones de derechistas, seguro que con la “sana” intención de quemar las casas de Urbano y las de los Reinas, que eran las únicas que quedaban en pie en el barrio de Los Cortijillos. Pero al escuchar los tiros de los milicianos se dieron a la fuga y en su precipitada huida dejaron abandonados una pistola, varios cargadores de fusil con munición y unas gafas.

Al día siguiente, en una de sus famosas charlas a través de Radio Sevilla, Queipo de Llano dijo que El Remolino estaba lleno de rojos bien armados y que pensaba mandar la aviación para que los bombardeara. La amenaza no se llegó a cumplir, pero lo que estaba por llegar fue peor que un bombardeo.

El 10 de agosto, tropas del ejército republicano lanzaron dos proyectiles de mortero que impactaron en el campanario de la iglesia de Iznájar y ocuparon el pueblo en seguida, sin que los falangistas y los guardias civiles que lo defendían dispararan ni un tiro (se comentó después que algunos de ellos se habían escondido en las alcantarillas). Sin embargo, lo abandonaron esa misma noche sin que sepamos la razón. Después, todos los años, en dicho aniversario, se llevaba la Virgen en procesión a la cuesta Colorá, lugar desde donde se habían arrojado los proyectiles, para agradecerle el milagro de que no la hubieran alcanzado y, sobre todo, que los republicanos se hubieran retirado del pueblo.

Tras el enfrentamiento que mantuvieron con los milicianos, los falangistas y los guardias civiles no volvieron más por El Remolino hasta pasados unos días. Vivíamos una tensa calma que se interrumpió bruscamente hacia el mediodía del 12 de septiembre con la llegada de un mensajero, procedente de Cuevas de San Marcos. Ordenó a los milicianos que regresaran de inmediato a Cuevas porque estaba amenazado por los fascistas, ya que en aquel momento se libraba un combate muy duro entre ambos bandos en el puente de hierro sobre el río Genil. También trajo la noticia de que las tropas fascistas avanzaban hacia Antequera con el objetivo de dejar aislados a todos los pueblos de la comarca que aún permanecían en manos republicanas.

En El Remolino, esa misma noche, los hombres jóvenes se reunieron y la mayoría acordaron encaminarse hacia Málaga para alistarse en el ejército republicano. Entre los que se marcharon, abandonando a sus familias, figuraban Gabriel Caballero Cano (casado, con tres hijos), Pepe Rey (casado, con un hijo), Francisco Romero Sereto (soltero) y su hermano José, Patricio Ropero, Miguel Guillén “El Villo” (soltero), Camilo Puerto (casado), Francisco José Morales Guillén, Francisco Rama Collado (casado) y sus hermanos (soltero) y Diego, Aurelio “El de la Barca” (soltero), Blas Alarcón (casado), Juan Romero (casado), Francisco Orgaz (casado), Cantero (hijo de Vicente), Manuel Montilla Luz (soltero) y su hermano José Joaquín (casado, con cuatro hijos), que había sido alcalde pedáneo durante la República.

Algunos, razonando con toda lógica, como no afiliados a ningún partido político ni a ninguna organización obrera o sindical y no habían hecho nada a nadie pensaban que no tenían nada que temer, por lo que decidieron quedarse confiando en la suerte. Ésta no les acompañó porque dos días después llegaron de nuevo los falangistas y la Guardia Civil de Rute y de Iznájar y fusilaron a todos los que encontraron.

Los que huyeron a zona republicana tuvieron la suerte de volver al terminar la guerra, excepto Juan José Montero Rama, que murió en el frente de Madrid; Patricio Ropero Lopera, que cayó en un enfrentamiento armado con los derechistas en El Chorro (Málaga); Diego Rama Collado, que falleció en un bombardeo en Andújar (Jaén); y Francisco José Morales Guillén y José Romero Sereto, que desaparecieron tras su huida a Málaga. Blas Alarcón fue hecho prisionero en Málaga y conducido a El Puerto Santa María, donde fue juzgado y condenado a la última pena. La sentencia no se llegó a cumplir porque su sobrino “El Niño”, camisa vieja muy influyente que vivía en la aldea de Salinas, le salvó la vida y lo sacó de la cárcel. Otros, como Juan Romero y Manuel Montilla Luz, fueron detenidos y trasladados a Rute y más tarde a la cárcel del convento de San Francisco de Lucena, sin saber de qué se les acusaba.

Cuando los juzgaron supieron que Víctor “El de los Simones”, vecino de la aldea de Las Huertas de La Granja, los había denunciado por haber formado parte de una patrulla que le había requisado una escopeta. No obstante, en el juicio el acusador reconoció su error y los liberaron. Algunos, a consecuencia de las heridas y penalidades sufridas en la guerra murieron a los pocos años. Todos sufrieron la humillación de tener que presentarse a diario al alcalde pedáneo, Cristóbal Ordóñez, durante mucho tiempo.

Las primeras noticias de que un vecino había sido fusilado nos causó una gran conmoción. Se trataba de Francisco Guerrero. Llevaba varios años jubilado, había sido guarda de campo y vivía en el cortijo de Los Galanes. Una patrulla de falangistas y guardia civiles lo detuvo en su propia casa, en presencia de su mujer, su nuera y unas vecinas. Lo sacaron a empujones y a unos doscientos metros, en la cima de la vertiente de cara a la finca Las Laderas, lo fusilaron y además mutilaron su cuerpo cortándole los testículos y las orejas. Se encuentra enterrado junto a un olivo de la misma vertiente, en la finca que fue de María Aguilera, más conocida como María “Batas”. Su hijo Francisco le dio sepultura ocho o nueve días después de que hubiera sido rociado con gasolina y quemado, ya que la Guardia Civil y los falangistas de Rute e Iznájar no permitieron que los familiares de los fusilados pudieran enterrarlos.

Francisco Aguilera Ramírez, de 36 años, casado y con cuatro hijos, de profesión agricultor, vivía con sus padres en El Remolino. Se encontraba trabajando en las faenas de la era, en el cortijo de Las Lobas. También fue detenido, tal vez por la misma patrulla que mató a Francisco Guerrero, porque mediaba muy escasa distancia entre los dos asesinatos. En su mismo lugar de trabajo, un tiro en la frente acabó con su vida. Junto al cadáver estaba el sombrero marcado con el agujero por donde la bala había penetrado. Se encuentra enterrado muy cerca del lugar de donde fue asesinado, detrás de la casa de Las Lobas, entre un olivo y una higuera.

Juan Pacheco Pacheco, apodado “Harina”, estaba casado y tenía tres hijos. Había sido guarda de campo y vivía en El Remolino. Lo detuvieron en su casa y lo trasladaron para fusilarlo al lugar que se conocía como La Loma. Se encuentra enterrado en la misma vertiente de cara a lo que se conocía como La Mezquita y el Pamplinar, en los olivos de la finca de La Cacería, que fue propiedad de Paco Benítez, a sólo dos pasos de donde hoy se encuentra la escuela.

Igual triste suerte corrieron los hermanos Rey, ambos agricultores. Diego Rey Martos, de 41 años, casado, con cinco hijos, vivía en la casa de campo conocida como Galán. Su hermano Antonio, de 43 años, viudo y con cuatro hijos, habitaba en la casa conocida como El Tajo, hasta que fue incendiada por los fascistas. Los dos hermanos se encontraban en compañía de sus respectivos hijos mayores, de 14 y 16 años, trabajando en las faenas de la era, en un sitio llamado La Colada del cortijo del Membrillar. Allí los detuvo una patrulla al frente de la cual figuraban un guardia civil de Iznájar llamado Rodrigo y dos falangistas. Uno de ellos era su cuñado, conocido en términos coloquiales como Frasquillo “El de las Beatas”. Sin tener en cuenta la presencia de los hijos se los llevaron con el pretexto de dar un paseo. Los hijos quedaron un poco tranquilos porque los acompañaba su cuñado y porque desconocían el significado que los derechistas le daban a la palabra paseo. Cuando iban por el cortijo del Hoyo, los hijos observaron cómo los maltrataban. Salieron corriendo y al poco tiempo escucharon tres tiros. Cuando llegaron a la altura de la casa del Tomillar, junto al camino se encontraron los cuerpos ya cadáveres. La familia mantuvo siempre, con toda razón, que el cuñado también les había disparado. Una semana después de haber sido fusilados yo acompañé a José, el hijo mayor de Diego (uno de mis mejores amigos), al lugar donde se encontraban los cadáveres para cubrirlos con una manta. Cuando estuvimos junto a ellos el escenario que contemplamos no podía ser más espantoso. Los cuerpos, tras permanecer expuestos durante una semana al sol de septiembre, estaban hinchados y descompuestos. Junto a los cadáveres había un hombre con la cara y la cabeza totalmente cubiertas con una máscara. En la mano llevaba unos trapos y una lata y en el brazo lucía un brazalete amarillo. Este distintivo se lo habían puesto los falangistas para que pudiera salir de su casa sin que fuera detenido. Cuando estuvimos cerca se adelantó hacia nosotros, se la máscara y era Francisco López, al que le habían dado el trabajo de quemar todos los cadáveres a cambio de perdonarle la vida. Nos convenció para que nos volviéramos a nuestra casa diciéndonos que ya no hacía falta la manta, porque al día siguiente iban a autorizar a los familiares para que los enterraran en el mismo sitio del fusilamiento. Cuando nos marchamos, Francisco López hizo el trabajo que le habían ordenado y les prendió fuego. Al día siguiente volvimos de nuevo. Los cuerpos no habían ardido y lo que vimos nos causó más horror si cabe que el día anterior. Tras el asesinato de Antonio Rey Martos, que era viudo, sus cuatro hijos quedaron al cuidado de su abuela Encarnación, una mujer anciana a la que los derechistas habían quemado la casa en una de las primeras incursiones que hicieron en la aldea.

Unos días más tarde, los guardias civiles y los falangistas de Rute e Iznájar fueron relevados por los de Priego y Cabra, y estos permitieron sepultar a los muertos en el sitio en el que habían sido asesinados. En ese mismo lugar se encuentran todavía los restos de Diego y Antonio, junto al camino situado frente a la casa del Tomillar. Quiero dejar constancia de que el trato dado a la sepultura por parte del dueño de la tierra no fue el más adecuado, pues cada vez que araba pasaba por encima de las piedras y la cruz que habían colocado las familias para señalar el enterramiento.

En El Remolino había una central eléctrica en el río Genil que abastecía a los pueblos de Rute, Priego e Iznájar, que se encontraban en poder de los fascistas. Con la finalidad de cortarles el suministro, los republicanos habían mantenido levantada la compuerta del aliviadero, que se conocía como el ladrón, para que el agua siguiera su curso río abajo, y habían abierto algunos agujeros en la presa que de piedra y tierra se hacía cada verano, cuando bajaba el nivel del río, con la intención de encauzar el agua hasta el punto de toma del canal y de aprovechar mejor la producción de energía eléctrica. La Guardia Civil y los falangistas detuvieron para fusilarlos a los agricultores Antonio Hinojosa Pacheco “Talego” (sobrino del fusilado Juan Pacheco Pacheco “Harina”), que tenía a su mujer embarazada, a Antonio Conde Grande “Sol y Moscas”, viudo y con dos hijas, y a José Ojeda, soltero. Antes, los obligaron a reparar la presa. Cuando terminaron el trabajo los trasladaron al camino de la fábrica. A su paso por el barrio de Los Cortijillos, dos hijos de “La Viuda”, Francisco y Manuel, vieron desde su casa cómo les pegaban con los fusiles. Uno de los que les golpeaba vivía en la aldea de La Celada, pero era conocido en El Remolino. Había sido novio de Elena (hija de Juan Jurado). Se le conocía como “Picardías” y en las fiestas le gustaba lucir una corbata roja donde tenía bordada la hoz y el martillo…

Junto a la casa que había sido incendiada de Diego Ayora, fusilaron a los tres, aunque José Ojeda consiguió escapar, con un tiro en la mandíbula, corriendo por entre los olivos. Los hijos de “La Viuda”, al escuchar los disparos, se asomaron y vieron a Antonio Hinojosa y a Antonio Conde, heridos, lanzando quejidos de dolor antes de que los remataran. José Ojeda tuvo la suerte de que no le alcanzó ningún disparo más. Se tiró al río y permaneció escondido en unos zarzales hasta que se hizo de noche. Ya de madrugada, se dirigió a casa de Ramón Aguilera (cuyo hermano Francisco había sido fusilado en Las Lobas). Allí lo curaron de las heridas y estuvo escondido cerca de la casa de Moreno, donde la mujer de Ramón le llevaba la comida. En su escondite permaneció hasta que relevaron las fuerzas de Rute e Iznájar por las Cabra y Priego. José Ojeda tuvo la valentía de salir corriendo y burlar a sus verdugos, lo que le salvó la vida, pero su rostro quedó marcado para siempre y su persona seguro que también. En los años sesenta, el alcalde pedáneo José Castellano, que se había casado con una hermana de Antonio Hinojosa, ordenó que se trasladaran los restos de él y de Antonio Conde al cementerio, ya que el lugar donde estaban enterrados iba a quedar cubierto por las aguas del pantano de Iznájar.

Antonio Montero, casado y con dos hijos, vivía en el cerro de Las Lobas. Unos días después de la sublevación fascista, junto a Juan Tejero y Mariano Ojeda, que vivían en El Remolino, fue a comprar tabaco a la pedanía de Las Huertas de la Granja. Ninguno de los tres regresó jamás. Se comentaba que el maestro Miguel Torres y el estanquero los habían denunciado y los falangistas de Rute se los habían llevado detenidos. Nunca se supo dónde habían sido fusilados. A Francisco Sánchez Guerrero (casado con Patricia Arrebola, con la que tenía tres hijos), que vivía en el arroyo de La Gata, a poco más de un kilómetro de El Remolino, lo asesinaron en una finca próxima. Juan Higinio, esposo de Mercedes (hija del fusilado Antonio Conde), desapareció también, pero un falangista llamado Maroto tuvo la osadía de decirle a Mercedes que él mismo había matado. Este falangista y otro llamado Frasquillo “El de las Beatas una vez terminada la guerra, despreciados hasta por los suyos y muertos de hambre porque en el oficio de matarifes ya había paro, se marcharon como trabajadores voluntarios extranjeros a la Alemania nazi. Maroto murió en un accidente en una mina belga. “Picardías” volvió de la División Azul con una pierna menos. Disfrutó de dos pensiones, le cubrieron el pecho de medallas y fue jefe de la Policía local de Iznájar hasta que murió.

Antonio Montilla Cordón Calafell, 20 de octubre de 2005

Nota: El Remolino era en 1936 una de las 22 pedanías del municipio de Iznájar, en la provincia de Córdoba, y tenía unas 50 casas y unos 300 habitantes. Tras la construcción del pantano de Iznájar, en los años sesenta, quedó inundado y todos sus habitantes hubieron de emigrar. De los 13 fusilados que se nombran en este testimonio, todos con nombres y apellidos, sólo 3 (Francisco Aguilera, Diego Rey y Diego Ayora) están inscritos en el Registro Civil. Según Francisco Moreno Gómez, en su libro La guerra civil en Córdoba 1936-1939, página 117, el número de fusilados de Iznájar anotados en el Registro Civil es de 27 (24 en el pueblo y 3 en Córdoba), pero estima que el número de asesinados llegó a los 50. Con los datos aportados en este relato y los publicados por Arcángel Bedmar en su libro Desaparecidos. La represión franquista en Rute (1936-1950), página 80, sobre los 6 fusilados en la pedanía de Las Huertas de La Granja (entonces perteneciente al municipio de Iznájar y hoy también sepultada por las aguas), es muy posible que las cifras de Moreno Gómez haya que revisarlas al alza, ya que sólo en las 2 pedanías nombradas ya se alcanzan los 19 asesinados (un 38 % de los que este historiador señalaba para todo el municipio). (Nota del historiador cordobés Arcángel Bedmar, a cuya amabilidad se debe el rescate de este valioso testimonio)

NOTAS:

1 HARDT, Christina María, Muerte en El Valle, C.M. Pictures, New York, 2005, documental de 165 minutos, rodado en Nueva York y en la aldea leonesa El Valle, cerca de Bembibre. Una investigación de la fotógrafa Christina Mª. Hardt, sobre el asesinato de su abuelo Francisco Redondo por la Guardia Civil en torno a 1948, por haber ayudado a unos guerrilleros de Manuel Girón.
2 Francisco Martínez-López “Quico” perteneció a la guerrilla del leonés Manuel Girón. Tras el asesinato de éste logró escapar a Francia en septiembre de 1951. Tras un largo exilio, hoy vive en España, dedicado a difundir la causa, la memoria y la historia que le tocó sufrir, con un libro de memorias titulado Guerrillero contra Franco. La guerrilla antifranquista de León (1936-1951). León Diputación Provincial, 2002.
3 La declaración de Baltasar Garzón se emitió en TVE, el 26 febrero 2005 y publicó breve reseña El Mundo, 28 febrero 2005.
4 En un acto público en Madrid, en 1999, cité como uno de los orígenes de huidos en el monte la deserción del servicio militar franquista por parte de reclutas desafectos al régimen. En el coloquio, un ex guerrillero de Levante, Manuel Pérez Cubero “El Rubio” se levantó y contradijo tal cosa, sosteniendo que la gente del monte o había sido enviada por el Partido o por los Consejos de Resistencia locales. Ignoraba que los esquemas de la guerrilla de Levante no se correspondían con los esquemas de otras guerrillas en España.
5 El final de la guerra y los orígenes del golpe de Casado están perfectamente estudiados por BAHAMONDE MAGRO, A. & CERVERA GIL, J. Así terminó la guerra de España. Madrid, Marcial Pons, 1999.
6 El mejor estudio sobre la guerrilla en Galicia-León es el de HARTMUT, H., A guerrilla antifranquista en Galicia. Vigo, Xerais, 1980.
7 En Ciudad Real existieron dos “Veneno”: Norberto Castillejo, de Santa Eufemia, anarquista, y Francisco Blancas Pino, de Adamuz, comunista.
8 MORENO GÓMEZ, F., La resistencia armada contra Franco. Tragedia del maquis y la guerrilla. Barcelona, Crítica, Barcelona, 2001.
9 HEINE, H., A guerrilla..., op. cit.; ASTRAY RIVAS, M., Síndrome del 36: La IV Agrupación del Ejército Guerrillero de Galicia. La Coruña, Do Castro, 1992; TÉLLEZ SOLÁ, A., A guerrilla antifranquista de Mario de Langullo “O Pinche”.Vigo, A Nosa Terra, 2000.
10 SÁNCHEZ CERVELLÓ, J. & et. al., Maquis: el puño que golpeó al franquismo. La Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Barcelona, Flor del Viento, 2003; ROMEU A. & ROMEU, F., Más allá de la utopía: La Agrupación Guerrillera de Levante. Cuenca, Univ. de Castilla-La Mancha, 2002 (1ª edición, Valencia, 1987); YUSTA RODRIGO, M., La guerra de los vencidos. El maquis en el Maestrazgo turolense. Zaragoza, Diputación Provincial, 1999.
11 MORENO GÓMEZ, F., La resistencia ..., op. cit., y “La oposición armada a la dictadura” en CASANOVA, J. (Coord.), Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2002.
12 HEINE, H., A guerrilla..., op. cit., & SERRANO, S., La guerrilla antifranquista en León (1936- 1951). Salamanca, Junta de Castilla y León, 1986, y Maquis. Historia de la guerrilla
antifranquista. Madrid, Temas de Hoy, 2001.
13 AGUADO SÁNCHEZ, F., El maquis en España. Madrid, San Martín, 1975.
14 MORENO GÓMEZ, F., La resistencia..., op. cit., y Córdoba en la posguerra (La represión y la guerrilla, 1939-1950). Córdoba, Francisco Baena, 1987.
15 MORENO GÓMEZ, F., La resistencia..., op. cit. y en “La represión en la posguerra” en
JULÍA, S. (Coord.), Víctimas de la guerra civil. Madrid, Temas de Hoy, 1999.
16 HEINE, H., La oposición política al franquismo. Barcelona, Grijalbo, 1983; y en MORENO GÓMEZ, F., La resistencia..., op. cit.
17 MORENO GÓMEZ, F., Historia y memoria del maquis. El cordobés “Veneno”, último
guerrillero de La Mancha. Madrid, Alpuerto, 2006.
18 MORENO GÓMEZ, F. La resistencia..., op. cit. Testimonios orales de José Murillo “Ríos”, e
informes recopilados por el médico sevillano José Ramón Seco.
19 MORENO GÓMEZ, F., La resistencia..., op. cit.; y SÁNCHEZ TOSTADO, L. M., La guerra no
acabó en el 39 (Lucha guerrillera y resistencia republicana en la provincia de Jaén, 1939- 1952). Jaén, Ayuntamiento de Jaén, 2001.
20 AZUAGA RICO, J. Mª., La guerrilla antifranquista en Nerja. Nerja, Izquierda Unida, 1996; y
ROMERO NAVAS, J. A., La guerrilla en 1945. Málaga, Diputación Provincial, 1999.
21 SACALUGA, J. A., La resistencia socialista en Asturias. Madrid, Fundación Pablo Iglesias, 1986; ROZADA, N., Relatos de una lucha. La guerrilla y la represión en Asturias. Oviedo, edic. del autor, 1993; GÓMEZ FOUZ, J. R., La Brigadilla. Gijón, Silverio Cañada, 1992.
22 GROS, J., Abriendo camino. Relatos de un guerrillero comunista español. Barcelona, A.T.E., 1977 (1ª edic., París, Ebro, 1971).
23 YUSTA RODRIGO, M., La guerra de los vencidos..., op. cit.
24 MARTORELL, M., Jesús Monzón, el líder comunista olvidado por la historia. Navarra,
Pamiela, 2000.
25 MORÁN, G., Miseria y grandeza del PCE, 1939-1985. Barcelona, Planeta, 1986. 26 ESTRUCH, J., Historia oculta del PCE. Madrid, Temas de Hoy, 2000.
27 TRAPIELLO, A., La noche de los cuatro caminos. Una historia del maquis. Madrid, 1945.
Madrid, Aguilar, 2001. Texto de la contraportada.
28 Declaraciones de Jesús Monzón, recogidas en el libro citado de Joan Estruch, pág. 165.
29 AGUADO SÁNCHEZ, F., El maquis en sus documentos. Madrid, San Martín, 1976, pág. 25.
30 FUENTE, I. de la, La roja y la falangista. Barcelona, Planeta, 2006, contraportada. Unos datos de interés que quedan ensombrecidos por la presencia de consignas contrarias a la realidad histórica.
31 Carta facilitada por la familia del “Yamba”, Josefina Caballero, Madrid.

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