La guerrilla antifranquista en la provincia de Huelva. Fuentes y estado de la cuestión.

Pedro Jesús Feria Vázquez
Universidad de Huelva
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Me llaman ladrón del monte
Porque robé a un millonario;
El rico roba al obrero
Con la plumilla en la mano
Cuál será más bandolero.

COPLA POPULAR DE HUELVA

Uno de los aspectos más desconocidos de la guerra civil española y de la posguerra ha sido sin duda el de la guerrilla antifranquista. Durante largas décadas, la vida y la muerte de los guerrilleros han permanecido inmersas en una gruesa capa de olvido, de la que están empezando a emerger trabajosamente. Difamados durante los años de la dictadura franquista, que los consideraba simplemente bandoleros, olvidados después de la transición por una sociedad que muy a menudo ha confundido amnesia con reconciliación,
sólo en los últimos años, sobre todo a raíz de los recientes movimientos ciudadanos tendentes a recuperar la memoria histórica, han comenzado a salir a la luz sus historias.
      En el ámbito espacial concreto de la provincia de Huelva también están comenzando a realizarse algunas acciones encaminadas a recuperar este capítulo tan desconocido de nuestra historia reciente, si bien todavía de forma aislada y fuera de los ámbitos académicos o institucionales. Estos esfuerzos han partido sobre todo de la sociedad civil, de historiadores que han decidido investigar por su cuenta (sin contar con ayudas oficiales de ningún tipo) y de colectivos ciudadanos dedicados a la recuperación de la memoria histórica, como la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) y el Foro por la Memoria de Huelva (FMH), amén de ciertos actos puntuales organizados por algunos ayuntamientos, como el de Valverde del Camino.
      Sólo hasta hace diez años el panorama de los estudios sobre la guerra y la posguerra en la provincia de Huelva, como en tantas otras áreas, era desolador. Salvo algunas memorias escritas por protagonistas del alzamiento en la provincia, dedicadas a justificar el golpe de estado y ensalzar el papel del ejército nacional y quienes lo mandaban1, los libros escritos sobre el tema eran casi nulos, y por supuesto no salían del ámbito estrictamente académico2. Generaciones enteras de onubenses habían crecido sin ningún conocimiento de lo que había supuesto para su provincia la guerra civil española, la posguerra y la dictadura franquista. Los conocimientos impartidos sobre esta materia en los centros educativos se limitaban al ámbito nacional o como mucho al andaluz, y no eran pocos los ciudadanos que pensaban que en Huelva durante la guerra civil “no había pasado nada”.
      Esta terrible carencia comenzó a subsanarse en 1996, cuando el historiador Francisco Espinosa Maestre publicó la primera monografía sobre el tema, la Guerra Civil en Huelva, publicada por la Diputación Provincial. Trabajo extenso y bien documentado, fruto de muchos años de investigaciones, lleva ya publicadas cuatro ediciones, todas rápidamente agotadas. En él Espinosa utiliza fuentes hasta ahora no investigadas, como la prensa local de la época, la propaganda, las publicaciones clandestinas e incluso algunas memorias personales que permanecían inéditas, amen de un buen número de entrevistas orales, realizadas por el autor entre finales de los 80 y principios de los 90 a vecinos de diversas localidades onubenses, muchos de los cuales ya han fallecido. En este trabajo también se incluía un capítulo dedicado a los huidos, es decir, a todas aquellas personas que se habían refugiado en los bosques y montes de la provincia huyendo de la virulenta represión franquista. Estos huidos serían los que más tarde formaron las partidas guerrilleras de la provincia.
      Este libro despertó el interés de la ciudadanía por aquel periodo histórico, y su éxito animó a otros historiadores a publicar títulos similares. El historiador Jesús Ramírez Copeiro publicó en 1996 Huelva en la Segunda Guerra Mundial3, interesante estudio apoyado por una ingente cantidad de material gráfico, que incluía un capítulo dedicado a la situación de la provincia durante la posguerra. También desde medios periodísticos comenzaron a publicarse algunos trabajos, como por ejemplo Historia de la provincia de Huelva, editada por el diario Huelva Información en 19994, y que incluía varios capítulos dedicados a la guerra civil y la posguerra, escritos por destacados investigadores como Juan A. Márquez Domínguez o los ya mencionados Francisco Espinosa y Jesús Ramírez Copeiro. Por primera vez este tema comenzaba a ser tratado de manera científica por historiadores profesionales.
Gracias al interés que en los últimos años ha alcanzado la recuperación de la memoria histórica a nivel nacional, se han publicado diversos estudios sobre el maquis, como por ejemplo los del profesor Secundino Serrano, quien se ha detenido ocasionalmente en la guerrilla antifranquista de Huelva5. Sin embargo, las monografías sobre la guerrilla onubense se hacen esperar. Salvo esporádicos reportajes publicados en la prensa6, por ahora el único trabajo aparecido hasta la fecha es un artículo del historiador barcelonés Alberto Bru titulado Huelva, agosto 1936: de la represión a la supervivencia en la Sierra. La Guerrilla en Huelva. Bru, que ya ha publicado diversas monografías sobre el maquis en varias provincias andaluzas como Granada, nos descubre en su estudio diversa bibliografía hasta ahora casi desconocida, como un libro del periodista Jacinto Toryho titulado Las guerrillas, salvación de España7, escrito en 1938 y donde por primera vez se mencionaban las actividades guerrilleras en la provincia de Huelva. Aparte de los anteriormente citados, está anunciada la próxima aparición de un libro del crítico de cine José Luis Losa sobre la figura del onubense Francisco Romero Marín, guerrillero y dirigente histórico del PCE.
      Al ser tan escasa la bibliografía aparecida, es necesario proceder a la búsqueda de nuevas fuentes. La prensa es una de ellas. En la época de la guerra civil se publicaban en la provincia varias cabeceras, como Diario de Huelva, La Provincia y Odiel8. Todos controlados por el régimen franquista, estos diarios daban cuenta en sus páginas de algunas acciones guerrilleras y de la captura y muerte de muchos de estos bandidos. Por otro lado, se hace necesario recuperar la prensa clandestina que se editaba en la provincia durante la dictadura, y que pueda encontrarse en manos privadas o hemerotecas.
      En cuanto a la documentación archivística, destaca el fondo conservado en el Archivo Histórico Provincial de Huelva. Recientemente se ha puesto a disposición del público parte del registro de la antigua prisión provincial, con los expedientes procesales de los internos, de entre los años 1933 y 1949. Entre éstos se encuentran multitud de consejos de guerra celebrados contra guerrilleros y sus familiares acusados de socorrerles, en lo que se castigaba como auxilio a la rebelión. Hemos de hacer notar que todavía permanecen sin investigar los archivos nacionales en lo que se refiere a la provincia de Huelva, como el de Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, o el del Archivo General de la Administración Pública de Alcalá de Henares.
      Necesariamente, hay que complementar estos documentos con la historia oral, que muchos investigadores siguen eludiendo con las más peregrinas excusas. Siempre, claro está, guardando las lógicas precauciones, es necesario entrevistar a los protagonistas del periodo, para obtener testimonios de primera mano de los hechos acaecidos en aquellos días. Sin embargo, el inexorable paso del tiempo hace que cada vez sea más difícil encontrar testigos directos. Por otro lado, en muchos lugares el miedo y la desconfianza aún perviven entre la población, y es que la brutalidad de la represión franquista en la provincia y los horrores padecidos por tantas personas serán muy difíciles de borrar, y buena parte de la ciudadanía todavía siente reticencias, cuando no miedo, a afrontar parte tan importante de su pasado histórico. Convencer a la sociedad para que se enfrente a sus fantasmas y asuma sin miedo su historia debe ser otro de nuestros principales objetivos como historiadores.
      En este aspecto ha sido muy importante la labor de concienciación llevada a cabo por las asociaciones para la recuperación de la memoria histórica. Si hasta hace pocos años era muy difícil encontrar personas que accedieran a hablar, hoy día son muchos los onubenses que se han puesto voluntariamente en contacto con estas asociaciones para ofrecer su testimonio. Fue el caso ocurrido en 2005, cuando los familiares del guerrillero Juan Ramón Maestre Bobero contactaron con el Foro por la Memoria de Huelva para intentar la exhumación del cuerpo de su padre, asesinado en 1939 por una partida de falangistas, y que desde entonces permanecía enterrado en una fosa a pocos metros del lugar donde cayó. El Foro por la Memoria de Huelva realizó una serie de investigaciones que permitieron la exhumación de Juan Ramón, la primera de un guerrillero realizada en España.
      Gracias a estos trabajos, ya podemos trazar, aunque sea grosso modo, las líneas generales de la historia de la guerrilla antifranquista en Huelva, tal como veremos a continuación.

De huidos a guerrilleros
La provincia de Huelva presenta una gran variedad paisajística y orográfica. Dentro de ella se pueden distinguir cuatro grandes áreas: una litoral, llena de largas playas arenosas y pinares, donde la principal ocupación de sus habitantes ha sido tradicionalmente la pesca; el Andévalo, una zona seca y pedregosa donde la ganadería era la actividad más importante; el Condado, una comarca fértil limítrofe con el Valle del Guadalquivir famosa sobre todo por sus viñedos, y la zona montañosa del norte, dominada por las estribaciones más occidentales de Sierra Morena, donde estaban situadas algunas de las más importantes explotaciones mineras de España, como las de Riotinto.
      A lo largo del siglo XIX, en esta última zona se establecieron diversas compañías mineras francesas y británicas, que trajeron tecnología moderna y relaciones de producción capitalistas, mientras que el resto de la provincia permanecía anclada en sistemas económicos casi feudales. Sería la sierra la única comarca de Huelva donde aparecería un proletariado industrial. Ya desde principios del siglo XX, esta zona se convertiría en uno de los núcleos más importantes del anarquismo, del republicanismo y del socialismo andaluz, con una gran actividad sindical y unos círculos obreros muy combativos. Sería también la zona de la provincia que mostró una mayor oposición al avance del ejército franquista, donde las luchas fueron más cruentas y prolongadas, y donde la actividad guerrillera fue mayor.
      La provincia de Huelva fue rápidamente conquistada por las tropas sublevadas, quedando totalmente bajo su control el 19 de septiembre de 1936. Al quedar muy pronto aislada de la zona leal, quedaron atrapados en sus sierras un buen número de republicanos. El número de personas que se encontraban fugados y ocultos en los campos de la provincia llegó a ser muy alto, debido sobre todo al miedo producido por la crueldad de la represión, que se saldó con miles de muertos (al menos 3000 reconocidos con nombres y apellidos por Espinosa Maestre, bastantes más sin identificar) y encarcelados sólo en los primeros meses de guerra. Como entregarse a las autoridades equivalía prácticamente a la muerte, no les quedó otra salida que formar partidas guerrilleras. Huelva se convertiría así una de las primeras zonas de España donde se organizaría la guerrilla.
      En un principio, los fugitivos de la ola represiva de agosto del 36 sólo pensarán en sobrevivir. Desorganizados y carentes de armamento y víveres, trataban de evitar cualquier enfrentamiento con las fuerzas nacionalistas. Su situación era muy precaria; únicamente se mantenían con vida gracias a la ayuda de familiares y amigos, quienes, con gran secreto, les enviaban víveres a sus escondites, y cuando carecían de personas que les pudieran alimentar, vivían simplemente de lo que el medio natural llegase a proporcionarles: caza, frutos del bosque, etc.
      En esos primeros días, su obsesión será huir a la zona republicana, pero más tarde, tras la conquista de Badajoz, las líneas republicanas se hicieron prácticamente inaccesibles, y la represión que continuaba con toda su furia les hacía imposible volver a sus pueblos. Así, al eternizarse su situación, muchos de ellos decidieron formar partidas de guerrilleros para continuar la lucha, con la esperanza de que la guerra diera un vuelco y las tropas republicanas reconquistaran la provincia.
      La guerrilla estaba compuesta en un primer momento por los supervivientes de la lucha contra el avance de las tropas nacionales, que se habían refugiado en los bosques y montes tras la derrota; más tarde se unirán a ellos vecinos de los pueblos cercanos que escapaban de la represión o del reclutamiento forzoso para el frente, y también muchas mujeres que huían de la fama de violadores y asesinos de las tropas moras y regulares. El elevado número de huidos, la desorganización de las fuerzas represivas y el apoyo masivo de los vecinos de los pueblos, donde tuvieron lugar incluso bodas y nacimientos entre guerrilleros y muchachas de los pueblos, tuvo mucho que ver en la proliferación de las guerrillas.
      Estos hombres no eran militares profesionales; era mineros, jornaleros, obreros, tenderos e incluso maestros, y sin embargo su valentía compensó con creces su falta de preparación militar y supieron mantener a raya durante muchos meses a tropas bien entrenadas y pertrechadas. Poco a poco, llegaron a contactar con otros grupos guerrilleros, sobre todo los que actuaban en la sierra de Córdoba, y con la zona republicana, lo que les permitió acceder a material bélico más sofisticado, como prismáticos, ametralladoras y aparatos de radio. Se dice que los guerrilleros llegaron incluso a construir en la sierra una pista de aterrizaje siguiendo instrucciones del gobierno republicano. Fue a través de Sierra Morena como llegaron a Huelva en junio de 1937 los componentes del XIV cuerpo de ejército, también conocido como Cuerpo Guerrillero o Niños de la Noche, que lograron vertebrar a los huidos y convertirlos en guerrilleros.
       Las actividades de la guerrilla onubense variaron en intensidad según cada zona. Ésta fue casi inexistente en las comarcas costeras del sur, debido a su paisaje llano9, pero en el norte la actividad llegó a ser muy grande, aprovechando el relieve abrupto y boscoso de Sierra Morena. Partidas que se hicieron famosas en los primeros años de guerra fueron las de el Cerreño, creada en el verano de 1936, al igual que la de Flores; la de el Zorro, constituida en 1937 y destruida en 1938; la de Saca Húnto, también creada en 1937 y que se mantuvo activa hasta bien entrados los 40, y la de los Malpuro, formada en su mayor parte por guerrilleros de Valverde y Zalamea la Real, y mandada por los hermanos Ignacio y Juan Manuel Silgado Castilla.
      Poco a poco, sus acciones fueron haciéndose cada vez más audaces. Ya desde fines del verano del 36 la carretera Huelva-Badajoz, a la altura de Zalamea la Real, era una pesadilla para las tropas nacionales, que sufrían constantes emboscadas. Las actividades del maquis comenzaron a preocupar seriamente a las autoridades a partir de la primavera de 1937, cuando tuvieron lugar sus primeras acciones importantes: el asalto a Nerva en febrero de 1937 y el ataque, en abril de ese mismo año, a la estación de ferrocarril del Cerro del Andévalo, cuando una partida guerrillera logró cortar momentáneamente el tráfico ferroviario con Extremadura. Jacinto Toryho, en su libro Las guerrillas, salvación de España, reconocía que en las sierras de Huelva había más de 1000 guerrilleros y 5000 antifascistas huidos, y que algunas vías importantes, como la carretera Huelva-Sevilla, eran casi intransitables para las fuerzas nacionales.
      La actividad guerrillera onubense alcanzó su máximo apogeo en el verano de 1937, cuando su dinamismo era tal que para los derechistas los campos y caminos de la provincia se vuelven extremadamente inseguros, y los enfrentamientos entre guerrilleros y fuerzas nacionalistas llegaron a ser más que frecuentes. Las acciones favoritas de los guerrilleros, el asalto y saqueo de cortijos, tiendas de comestibles, camiones y autobuses de línea, la ocupación de aldeas (como la de Fuente de la Corcha, dirigida por el guerrillero valverdeño Antonio Carmona Correa) y el secuestro y asesinato de propietarios y falangistas que se habían destacado en la represión estaban a la orden del día. El 6 de agosto unos guerrilleros asaltaron la aldea de Santelmo de Cortegana, ocasionando 9 víctimas entre los guardias civiles apostados en la localidad, y el 13 atacaron un autobús en Aracena, causando 6 muertos. Esto hizo que los nacionalistas se decidiesen a tomar medidas drásticas. El 6 de agosto Queipo de Llano volvió a declarar “zona de guerra” a buena parte de la provincia. En octubre de 1937 fue nombrado gobernador militar de Huelva el coronel de carabineros Joaquín Ibáñez Alarcón, que impulsó definitivamente la lucha guerrillera.

La represión
Para erradicar los grupos guerrilleros, los nacionales habían organizado en un principio partidas compuestas sobre todo por guardias cívicos (cuerpo de civiles voluntarios) y falangistas, que fracasaron ya que los guerrilleros eran mejores conocedores del terreno y además, contaban con la ayuda de familiares y amigos, que les proporcionaban información y escondites. Así que el gobernador Ibáñez decidió llamar en su ayuda a un gran número de tropas de refuerzo, que incluían un millar de efectivos de tropas Regulares de África, habituados a la lucha en terrenos agrestes. También se constituyeron las brigadas móviles de la guardia civil y las contrapartidas o harcas, como por ejemplo la tristemente famosa del capitán de la guardia civil Robles Alés, formada en su mayoría por antiguos presos y huidos obligados a combatir a sus antiguos camaradas a cambio del perdón. Según cuenta el guerrillero Manuel Salas, era común que los falangistas hiciesen llegar a los fugitivos panfletos donde se les pedía que se entregaran a cambio de recibir un trato justo, pero aquellos que lo creyeron y se entregaron fueron asesinados sin piedad por las contrapartidas.
      Entre las diversas medidas tomadas por los nacionales para erradicar la guerrilla, destacó por su impopularidad la que obligaba a la población a entregar todas las armas de fuego en el cuartel de la guardia civil. Esta medida encontró fuertes reticencias, ya que la caza era un aporte importante en la alimentación diaria de la población, más aún en unos años de tanta hambre. Para no quedarse sin las tan necesarias escopetas de caza, muchas personas utilizaban la picaresca, adquiriendo un arma nueva y entregando la vieja en el cuartel. Los registros de viviendas y cortijos por parte de las fuerzas represivas buscando armas escondidas eran constantes, aplicándose a los infractores consejos de guerra y fuertes penas de cárcel.
      Pero el bando nacional acabó comprendiendo que no acabaría con las guerrillas sin eliminar antes a los enlaces, a todos aquellos familiares y amigos que ayudaban a los huidos, ya que éstos dependían en buena medida de las provisiones, dinero, medicinas e informaciones que les proporcionaban. Acabando con los enlaces, la guerrilla caería por su propio peso. Para conseguir este objetivo, los nacionalistas volverán al clima de terror de un año atrás. Se decidió practicar una táctica de “tierra quemada” y encerrar o exterminar a todas las personas susceptibles de ayudar a los guerrilleros. Así, miles de personas fueron encarceladas e incluso fusiladas, acusadas de “Auxilio a la Rebelión”. Se calcula que en la segunda mitad de 1937 fueron ejecutadas por este delito al menos setecientas personas.
      Esta segunda oleada represiva tuvo varias cabezas visibles en la provincia, como el comandante Federico Alcázar, destinado a la localidad de Valverde del Camino a mediados de 1937 y más partidario de la rápida eliminación física de los opositores que de los lentos consejos de guerra. Se supone que él fue el responsable directo de las grandes sacas de los días 5 y 6 de agosto de 1937, cuando, de madrugada, fueron sacados de sus camas un buen número de presuntos opositores al régimen y, hacinados en camiones, llevados al vecino pueblo de Beas, fusilados en el cementerio, y enterrados en una fosa común. Alcázar llegó al extremo de dirigir personalmente los fusilamientos, y su brutalidad le llevó a ser apodado por propios y extraños como La Guadaña de Valverde. Sus desmanes terminaron cuando el antiguo diputado conservador José Limón, molesto por el poder omnímodo que estaba alcanzando el comandante consiguió, gracias a sus contactos con el general Cabanellas, destituir a Alcázar en octubre y que se liberara a buena parte de los detenidos de la cárcel municipal. A partir de este momento la represión continuó, si bien no con el salvajismo que alcanzó bajo el mandato de la Guadaña.
      Debido a estas feroces medidas represivas, que privaron al maquis de sus enlaces, a los guerrilleros no les quedó otro camino que entregarse o morir. La actividad guerrillera fue debilitándose durante el otoño de 1937 y el invierno de 1938 hasta casi desparecer en la primavera de ese año, cuando entre marzo y abril fueron asesinados, capturados o se entregaron la mayor parte de los guerrilleros que aún quedaban, mientras que algunos supervivientes optaron por huir a la zona republicana en pequeños grupos para no levantar sospechas. Terminó así la época de las grandes acciones guerrilleras en Huelva.
      Hay autores, como el ya mencionado Alberto Bru, que achacan la desaparición de la guerrilla en Huelva no sólo a la represión, sino también a la dejadez del gobierno republicano, que no la apoyó todo lo que hubiera podido. Los guerrilleros de Huelva pretendían formar lo que llamaban el “Primer Frente Serrano”, que comprendía el norte de las provincias de Huelva y Sevilla y el sur de la de Badajoz, para lo cual pidieron ayuda al gobierno, principalmente material bélico e instructores de combate, pero la República desperdició esta oportunidad, dedicando la mayor parte del esfuerzo de guerra al ejército regular. Muchos guerrilleros, cansados del olvido en el que los dejó su gobierno, optaron por abandonar la lucha y alcanzar a las líneas republicanas, pereciendo muchos en el intento.
      Dentro del apasionante capítulo de estas luchas, sobresalieron multitud de historias personales. Un guerrillero onubense que se hizo famoso fue Manuel Salas, alias “el Canillo”, natural de Bollullos del Condado. Comisario político del PCE en el frente de Madrid, fue propuesto al alto mando republicano para una misión de apoyo y aprovisionamiento de las guerrillas que por aquel entonces operaban en el paraje de la Pata del Caballo, ya que al ser de Huelva conocía bien la zona. Llevando bestias de carga con material para los guerrilleros, atravesó clandestinamente las líneas franquistas, y, para no llamar la atención de las fuerzas represivas, optó por alcanzar nuestra provincia a pie campo a través, evitando las rutas principales. Tras cumplir su misión, regresó a Alicante, donde permaneció hasta el final de la guerra.
      Tras la derrota republicana, fue internado en un campo de concentración. Aprovechando el caos indescriptible de aquellos días, logró fugarse junto con otro onubense, y ambos decidieron entonces volver a Huelva para reintegrarse en la guerrilla. Manuel y su compañero, este último en muy mal estado de salud debido a las penalidades del camino, lograron llegar a Huelva y enlazar con los guerrilleros. Gracias a su experiencia, Manuel se convirtió en uno de los elementos más activos del maquis onubense.
      Muy pronto las autoridades franquistas tuvieron noticias de El Canillo y sus hazañas, llegando a estar considerado por éstas como “peligrosísimo". Durante dos años tuvo en jaque a las fuerzas represoras, que fracasaron en todos sus intentos de capturarle. Al no poder atraparlo por la fuerza, lo intentaron a través de su familia, que sufrió crueles represalias. Algunos de sus parientes fueron detenidos y torturados para que revelaran su paradero, cosa que no hicieron. Sin embargo, la diferencia de número y medios entre los guerrilleros y sus perseguidores era muy grande y Manuel fue detenido en 1941. Trasladado a la prisión de Huelva, fue condenado a muerte por rebelión militar, pero le conmutaron la pena por treinta años de cárcel.
      Comenzó entonces un largo peregrinar por cárceles y campos de trabajo, que no terminó hasta 1946, cuando le fue concedida la libertad condicional, siendo amnistiado definitivamente en 1949. Manuel siguió trabajando para el PCE durante la clandestinidad y tras la legalización del partido, hasta su fallecimiento el 19 de julio de 2005, a los 91 años.
      Hay otras historias menos famosas que las de el Canillo pero igual de conmovedoras, como la del recientemente fallecido Joâo Goçalves Carrasco, habitante de Santana de Cambas, un pueblecito del Alentejo portugués, a escasos kilómetros de la frontera con Huelva. Joâo, que era tendero, ofreció su propia casa a muchos onubenses que huían de la represión franquista, proporcionándoles comida y refugio. Su hija Maria Julia Carrasco recuerda: En mi casa siempre había españoles; por aquí pasaron muchos huidos. Los fugitivos llegaban de noche, mi madre dejaba la puerta entreabierta para que entrasen sin hacer ruido. Mis padres les daban de comer y les ofrecían sitio para dormir. Muchos a los que ayudaban recuerdo que lloraban de agradecimiento. Esta actividad era conocida por sus vecinos, pero, al ser un pueblo pequeño donde todos se conocían, nadie lo denunció. A pesar de ello, tuvo algunos problemas con la PIDE, la policía política del régimen salazarista portugués.
      Otro caso individual salido recientemente a la luz y de un final menos feliz es el del ya mencionado Juan Ramón Maestre Bobero, que formó parte de la partida guerrillera de los Malpuro. Nacido en 1886 en la localidad de Valverde del Camino, Juan Ramón era barrenero, y debido a su gran experiencia con explosivos, fue movilizado en julio de 1936 por el ayuntamiento republicano de su localidad natal para realizar voladuras de puentes y así entorpecer el avance nacional. Enterados de estas actividades, los falangistas lo detuvieron en Agosto de 1936 y lo condujeron a la cárcel municipal de Valverde. Después de quince días fue puesto en libertad, pero prefirió por seguridad no regresar a su casa, huyendo al monte junto con su yerno y varios compañeros más. Un año después, durante la oleada represiva contra la guerrilla y sus apoyos, volvería a ser detenido y encarcelado. Entonces, la noche del 5 de Agosto de 1.937, fue llevado en la primera “saca” de hombres, de la que hablamos anteriormente. Todos los prisioneros fueron pasados por las armas, excepto Juan Ramón y otro compañero que consiguieron saltar del camión en marcha antes de llegar a su destino. Durante unas horas se ocultaron en un zarzal, hasta que más tarde pudieron huir al bosque.
      Tras permanecer un tiempo solos, sobreviviendo de lo que encontraban, Juan Ramón y su compañero pudieron unirse a una partida de fugitivos, en la que estaban, entre otros, su yerno Ignacio Silgado Castilla, su hermano Juan, “el pinche” y el hijo de éste, Pepe “el roncha”, junto con varios huidos de Zalamea la Real, siendo en total algo más de una veintena de hombres. Tras sobrevivir un tiempo en esta comarca, la presión de los nacionales les hizo dirigirse hacia la sierra, donde unieron sus fuerzas a otras partidas que actuaban por la zona. Un día, en un puente del término de Zufre, sufrieron una emboscada. Tras un violento tiroteo lograron huir hacia Peñarroya, en Córdoba, desde donde pudieron alcanzar la zona republicana. Una vez allí, se integraron en el ejército regular republicano y participaron, entre otras, en la batalla de Teruel.
      A principios de 1939, una vez consumada la derrota republicana, los componentes del grupo que sobrevivieron a la guerra decidieron dirigirse de nuevo a Huelva. Solos, sin ayuda y acosados por los nacionales, carecían casi por completo de esperanzas de sobrevivir. La razón de su vuelta a Valverde era quizás la de ver de nuevo a sus familias.
      A su vuelta a Huelva, Juan Ramón y sus compañeros sobrevivieron de forma muy precaria, dependiendo de la ayuda que les proporcionaban los campesinos. Éstos se apiadaron de la situación de muchos fugados y les proporcionaban ocasionalmente alimentos. Entonces, el 18 de febrero de 1939, una partida de falangistas asesinó en una emboscada a Juan Ramón, en un cortijo situado en el paraje conocido como “Majada de la Atalaya”, en el término municipal de Niebla, cuando se dirigía al mismo con otro compañero conocido como “el pinche” para pedir comida.
      Tenemos la inmensa suerte de que aún exista un testigo directo de aquellos hechos, Conrado Herrezuelo Mora, de setenta y tres años. Conrado residía en el cortijo donde sucedieron los hechos, y recuerda que Juan Ramón intentó huir, pero fue alcanzado por varios disparos. Sus perseguidores lo capturaron vivo, pero murió desangrado esa misma madrugada. Al día siguiente sus propios captores avisaron a su hermano Martín, que residía en el cercano poblado de El Guijo, para que le diera sepultura. Martín enterró el cuerpo en una fosa situada unos metros al norte del cortijo. El resto de los compañeros de Juan Ramón no tardaron en ser atrapados y encarcelados.
      A mediados de 1938, se puede decir que la guerrilla había dejado de constituir un problema serio para las autoridades franquistas de Huelva. Sin embargo, hasta el 15 de noviembre de 1939 no se levantaría el estado de guerra en la provincia, y la represión no se suavizaría ni con la llegada de la paz. Las detenciones y consejos de guerra continuarían en algunos casos hasta principios de los 50.
      A pesar de todo, aún continuaría hasta bien entrados los 40 una actividad guerrillera residual, que trataba de evitar enfrentamientos directos con las fuerzas del orden, y que en algunas ocasiones llegó a degenerar en simple bandolerismo común. Después de la guerra, se crearon partidas como la de los Alacranes, formada en 1941 y mandada por el Chato de Huelva (Lorenzo García Romero), y que actuó hasta 1945, cuando cayó el Chato junto con su compañera en el término de Valdelamusa, y la de el Gato, organizada por José Rodríguez Brito también en 1941 y que se mantuvo activa hasta el final de la década.
      Desde la perspectiva actual, la lucha de estos hombres nos puede parecer desesperada e incluso suicida, pero debemos considerarla según su punto de vista. Mientras duró la guerra, pensaban que ésta podría dar un vuelco a favor de los republicanos y, tras el fin de la contienda, pusieron sus esperanzas en un posible levantamiento armado de la población, o en una virtual intervención de los aliados. Cuando a principios de los 50 los aliados occidentales pactaron con el franquismo, los maquis comprendieron que su lucha ya no tenía sentido, y optaron por abandonar la táctica guerrillera. Comenzó entonces una nueva etapa en la lucha contra la dictadura, pero ésa es ya otra historia, que merecería un trabajo aparte.

BILIOGRAFÍA
-ÁLVAREZ REY, L. y LEMÚS LÓPEZ, E. (Eds.): Historia de Andalucía Contemporánea. Universidad de Huelva. Huelva, 1997.
-BRU, Alberto: Huelva, agosto de 1936: de la represión a la supervivencia en la Sierra. La Guerrilla en Huelva. Edición electrónica en http://es.geocities.com/eustaquio5/huelva.html
-ESPINOSA MAESTRE, Francisco: La Guerra Civil en Huelva. Diputación de Huelva, Huelva, 1996.
-GARCÍA GARCÍA, Cristóbal: Partidos y elecciones 1933 en Huelva. Diputación Provincial, Universidad, Huelva, 1996.
-JURADO ALMONTE, J.M. (Coord.): Artes, costumbres y riquezas de la provincia de Huelva. Ed. Mediterráneo, Madrid, 1997.
-Historia de la provincia de Huelva. Ed. Mediterráneo, Madrid, 1999.
-MÁRQUEZ DOMÍNGUEZ, Juan A. (Dir.): Los pueblos de Huelva. Ed. Mediterráneo, Madrid, 1995.
-COPEIRO DEL VILLAR, Jesús: Ingleses en Valverde. Imprenta Jiménez, Huelva, 1985.
-Valverde a través de la fotografía (1840-1940) Imprenta Jiménez, Huelva, 1987.
-VV.AA.: Memoria Viva 1936-1939. Comisión Ciudadana Pro Recuperación de la Memoria Histórica. Valverde del Camino, 2005.
- Revistas y publicaciones periódicas:
-Facanías, nº 382, mayo 2005.
- Entrevistas orales:
- Conrado Herrezuelo Mora (testigo presencial)
- José silgado Maestre (nieto de guerrillero)
- Ana Maestre Pulido (hija de guerrillero)
- Pedro Maestre Pulido (hijo de guerrillero)
- Emilio Maestre Pulido (hijo de guerrillero)
- Maria Julia Carrasco Raposo (hija de enlace de la guerrilla)
- Joâo Gonçalves Carrasco (enlace de la guerrilla)

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