Fosas comunes/ los desaparecidos de Franco. La Guerra Civil no ha terminado.

Ildefonso Olmedo - Eloy Alonso
EL MUNDO 07/07/2002

QUEDAN por enterrar las más de 35.000 personas que, asesinadas por el bando nacional, siguen desaparecidas en fosas comunes.CRONICA, que desveló y siguió este capítulo de la Historia de España nunca cerrado (ver ediciones de 17 de marzo y 30 de junio de 2002), acompañó hasta León a los familiares en su búsqueda.De las zanjas han asomado los primeros huesos y las últimas lágrimas.

El reloj de la arqueóloga Mari Luz González marcaba las seis y media de la tarde cuando, el miércoles, la tierra abierta dejó entrever el primer hueso, un fémur. La huella de una sangrienta historia ocurrida 65 años atrás hizo temblar las piernas de quienes se arremolinaban alrededor de la fosa excavada en Piedrafita de Babia, en León. La gente, venida alguna de lejos, enmudeció para empezar a escribir, en sus adentros, el epílogo de una vieja guerra sin fin. Que tras el 39 sólo llegó la victoria. A Manuel Pérez, el gallego que busca a su padre, un escalofrío le recorrió la espalda de abajo a arriba. A su lado, Isabel González Losada, con dos deudos -hermano y cuñado- bajo la tierra que pisaba, derramaba lágrimas sobre el hombro del veterano brigadista francés Theo Francos, que ha querido volver ahora a España. Tantos años pasados y la anciana sin olvidar aquellas malévolas palabras con las que el cura del pueblo quiso sepultar malamente la memoria de los 37 republicanos ejecutados a las bravas en noviembre de 1937. «Si serán demonios esos rojos que ni la tierra los quiere», sermoneó cuando un vecino anunció que su mascota, de manera casual, había desenterrado junto a la carretera lo que parecía un cuerpo humano.

El olor de la sangre puso en la pista a la perra de Ricardo, llamada Tania. La historia corre a viva voz entre los participantes en el primer campamento internacional para la recuperación de la memoria histórica, que comenzó este lunes y concluirá, tras excavar siete fosas, el próximo fin de semana con la exhumación del cuerpo del maestro de 72 años Victorino Vega.

Cuando lo del perro, allá por 1937, sólo hubo más tierra para los fusilados. Ahora, en aquel mismo lugar olvidado la memoria asomaba con la desnudez de una osamenta. Asunción Alvarez, pelo blanco y traje negro, se tapaba la boca para callar el dolor que nunca, en sus 87 años de vida, mostró en público por sus hermanos Porfirio y Joaquín. También acudió raudo a la zanja el paisano Alejo Ordás. Él busca a su bisabuelo, un asturiano que cuando la Guerra Civil era sastre en Asturias pero que con frecuencia cruzaba los montes de León para trabajar en las comarcas de Villablino y el Bierzo. ¿Era quizá suya aquella calavera que empezaba a emerger?

Hasta este rincón fronterizo del Bierzo está llegando gente de toda España. De Galicia. De Asturias... Dispuestos todos a limpiar de telarañas la memoria de los otros caídos, los que nunca ocuparon panteones. «La gente del Bierzo está pacíficamente revolucionada», dice Santiago Macías, portavoz de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (apartado de Correos nº7 de Ponferrada.24.400 León; web memoriahistorica.org). Tras organizar la primera identificación por ADN de víctimas de la guerra rescatados en Priaranza, Macías y el periodista Emilio Silva, nieto de fusilado, están empeñados en que España busque a sus desaparecidos. Estiman que más de 35.000 personas siguen en fosas ilegales abiertas hace más de seis décadas en caminos y cunetas. En el Bierzo, el pueblo supo dar con una sentencia para explicar lo que a todos resulta inexplicable cuando ocurre lejos (Yugoslavia, Chile...): «Más muertos fuera que dentro del cementerio».

Las abuelas

DOLOR: Isabel González y Asunción Alvarez se han convertido en las dolientes abuelas de la fosa de Piedrafita. Tienen enterrados allí a cuatro familiares.

«Los quiero tener en el cementerio, el único lugar donde no hay bandos», repite Isabel. Tiene 85 años y a dos parientes en la fosa: su hermano Eduardo y su cuñado Francisco. Desde 1947, cuando supo del lugar de enterramiento, es habitual verla merodear con su luto por la zona. La localización de la tumba se la mostró Asunción, con quien estos días comparte lágrimas y silencios emocionados. Encanecida por sus 87 años, Asunción confía también en rescatar de la tierra a sus hermanos Porfirio y Joaquín. El martes, al aparecer el primer hueso, contaba con la voz entrecortada cómo las malas lenguas se habían maleado durante años con su madre, la difunta Carmen: «De qué le habrá servido», decían, «tanto rezar y tanto ir a misa si ha terminado con sus hijos varones asesinados en una cuneta». Sacarlos de allí se convirtió en la meta de la vida de Asunción, vecina de Palacios de Sil, donde la calle principal sigue llamándose Francisco Franco. La mujer pintó un mapa para que, aunque ella muriera, alguien en un futuro rescatara a sus parientes y les diera un entierro digno.

La hija

ESPERANZA: María Fernández, asturiana, confía que entre los cuerpos rescatados esté el de su padre, desparecido en la fecha de los fusilamientos de Piedrafita.

Acudió desde Teverga (Asturias) con el pecho henchido de esperanza.Francisco Fernández, su progenitor, desapareció en noviembre de 1937. ¿Fue el punto kilométrico 90 de la carretera comarcal C-623 el final de su camino? Muchos milicianos, procedentes del frente de Asturias, escaparon como pudieron cuando la zona cayó bajo el dominio nacional. Al escuchar que Franco prometía el perdón para quienes no tuvieran las manos manchadas de sangre, algunos decidieron entregarse antes que hacerse maquis. En su mayoría, fueron fusilados sin contemplación. En la fosa de Piedrafita acabaron, hasta sumar 37 cuerpos (sólo seis están identificados), dos tandas de paseados. La gente ha murmurado siempre de una cuneta con dos promontorios sobre los que no crecía la hierba.

La amiga

«IN MEMORIAM»: Susanna Luzt, 72 años, ha venido desde Suiza para rendir homenaje a dos españolas republicanas a las que conoció exiliadas en su país.

Es una de los 12 voluntarios internacionales que han acudido al campo de trabajo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. ¿Por qué? Quiere rendir homenaje a las que fueron sus dos mejores amigas: «Una se llamaba María Vidal y era de Madrid; la otra, Ascensión Andrés, de San Sebastián.Antes de exiliarse a Suiza, sufrieron en sus carnes la represión franquista: en la cárcel de Segovia fueron torturadas y quedaron marcadas para siempre». A través de ellas, Susanna, que ahora vive en Berna, supo de las penalidades de los vencidos por el Ejército de Franco. Hace apenas un mes, Susanna se puso en contacto con el Servicio Civil Internacional en Madrid. La ONG, coorganizadora del campo de Piedrafita, ya prestó ayuda a España en 1937 con ambulancias y comedores infantiles en el Madrid asediado por los franquistas.

El brigadista

ALTRUISMO: Theo Francos acude a la cita del Bierzo para reencontrase con su historia. Luchó contra Franco y formó parte de la resistencia contra Hitler en Francia.

Inseparable estos días de las dos grandes abuelas de la primera fosa abierta en la comarca leonesa, el brigadista francés ha roto varias veces en llanto. A España no sólo le unen sus años con el Ejército de la República. Hijo de un francés nacido en Mieres, participó en la revolución asturiana de octubre del 34.Incansable luchador, tras la victoria franquista regresó a Francia, donde se enroló en la resistencia contra los nazis en la II Guerra Mundial. Siempre recalca la «s» final de su apellido para no dar el mínimo resquicio a la broma. Entre el corazón y las costillas lleva alojada una bala, lo que no le impide estos días participar activamente en las excavaciones. Ni emocionarse hasta el abrazo cuando mira los rostros de los familiares que acuden en busca de sus difuntos.

El bisnieto

DIGNIDAD: Alejo Ordás, de Piedrafita, merodea nervioso en torno a la fosa. Entre los fusilados cree que estaba su bisabuelo, un sastre al que acusaron de espionaje.

Un entierro «con dignidad» es lo único que pide Alejo Ordás para su bisabuelo. Se llamaba Narciso Ordás, «tendría unos 45 años cuando desapareció y dicen que era bastante apolítico». El trasiego por los montes que separan a Asturias de León terminó condenando a aquel sastre de Valle de Lago, en Somiedo (Asturias). «Cosía en las casas y pasaba continuamente a la zona leonesa, por eso lo mataron; por tanta ida y venida». Desde noviembre del 37 nadie supo de él. Después, parte de la familia terminó instalándose en Piedrafita de Babia. Entre ellos, el padre de Alejo, quien siempre «ha evitado» hablar de su pariente fusilado, aunque está también convencido de que es uno de los 37 republicanos de la fosa abierta. Como la herida de los suyos. «Estamos en una democracia joven y aún tenemos que madurar», dice el bisnieto, agradecido por la labor de la ARMH. La asociación pretende, mediado agosto, llevar un listado de desaparecidos al grupo de trabajo sobre desapariciones forzadas del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, con sede en Ginebra (Suiza). Sólo en el Bierzo tienen localizadas y documentadas unas 80 fosas.

La voluntaria

EXILIO: Nieta de un exiliado cordobés, Camille Rodríguez, francesa de 22 años, es una de las 12 voluntarias internacionales. Sus razones: sentimentales y humanitarias.

Veinteañera, Camille Rodríguez abandonó su ciudad, la francesa Lille, para acudir a una cita con la memoria de su abuelo, un cordobés emigrante en Francia que regresó a España para luchar en la Guerra Civil y después combatió también en la II Guerra Mundial. Tras varias jornadas de excavaciones y de entrevistas con paisanos de los pueblos leoneses para identificar a los cuerpos de la fosa de Piedrafita, dice que no sólo la han movido razones sentimentales. Ayuda a desenterrar a los fusilados también por humanidad. Por sus familiares. Razones similares han movido al resto de sus compañeros de campamento (12 más dos coordinadores que acudieron a la llamada del Servicio Civil Internacional).Gente como Ondrej Spacek, un checo políglota de 18 años interesado en la Historia de España; Jessica Ward, 20 años, estudiante de Antropología Forense en Pennsylvania (EEUU); la también estadounidense, con padres filipinos de ascendencia española, Kristine Castellanes, llegada de Colorado; la polaca Katamyna Linda, con dos parientes muertos en campos de concentración nazis...

La arqueóloga

RECONCILIACION: Participó ya en la excavación de la tumba de «los 13 de Priaranza», a quienes se les ha practicado pruebas de ADN para su identificación.

Por ser de León, la arqueóloga Mari Luz González ejerce de anfitriona del grupo de colegas llegados desde San Sebastián, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, para desenterrar cuerpos y memoria: Maider Telletxea, Asier Olazabal, Jesús Tapia y Benja Arregui. Desde un primer momento, Mari Luz se sumó a la tarea emprendida por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. La enganchó para la causa Julio Vidal, arqueólogo nacido en Priaranza.Con él exhumó la primera fosa (los «13 de Priaranza), siguió en Cubillos del Sil (septiembre de 2001, donde se rescataron tres cuerpos, entre ellos el de la madre de un niño de la guerra, Vicente Moreira) y suscribió el contenido de un artículo donde arqueólogos y forenses exponían la necesidad de una «Arqueología de la reconciliación». «Estas fosas deben dejar de representar la conciencia vergonzante de una transición que, mientras siga echando tierra en ellas, no habrá pasado esta espantosa página de nuestra historia: deben ser catalogadas y protegidas, e, incluso, convertidas en monumentos conmemorativos contra la intolerancia y la barbarie».

El hijo

CONSUELO: Llegado desde Galicia, Manuel Pérez cree que por fin ha encontrado a su padre, al que llevaba buscando, dice, «desde que tengo uso de razón».

Un anillo, dos cartas (escritas los días previos a su fusilamiento en Vega de Viejos, el pueblo situado a escasos dos kilómetros de la fosa donde se entregó confiado en el perdón de los nacionales) y una fotografía de miliciano es todo lo que conserva Manuel Pérez, gallego de Ourense de 65 años, de su padre, Víctor Pérez Bóveda. Cuando este miércoles empezaron a aparecer los primeros huesos en la fosa de Piedrafita, el gallego enseguida halló palabras para describir su ánimo: «A pesar de que todo esto es muy triste, ahora me siento lleno por dentro, aliviado... Desde que tengo uso de razón he buscado a mi padre». Con la foto del difunto en ristre, Manuel (a quien acompañan su hijo Víctor y su nuera) cree que la búsqueda, por fin, ha terminado.

Pie de foto titulada

EL LLANTO DE LOS ANCIANOS. Isabel González y el brigadista Theo Francos (foto superior) no pudieron contener la emoción cuando aparecieron los primeros restos óseos. Sobre estas líneas, los cinco arqueólogos que llevan a cabo las excavaciones.

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